Contaminación y vuelta al colegio: cómo afecta la calidad del aire a la salud de niños y niñas

23 septiembre 2025
La exposición a la contaminación durante la infancia puede condicionar el desarrollo de patologías respiratorias en la edad adulta (img.: iStock).

Ha arrancado un nuevo curso en los centros educativos españoles y la contaminación volverá a afectar a los menores, especialmente en los núcleos urbanos. ¿Qué consecuencias puede tener la contaminación del aire sobre la salud? ¿Qué soluciones se pueden implementar? Una conversación con los investigadores del Instituto de Salud Carlos III, Julio Díaz y Cristina Linares, organizada por el SMC, trata de responder a estas preguntas.    

En los últimos días han comenzado las clases en escuelas, colegios e institutos. En verano, el calor sin precedentes provocado por el cambio climático obliga a adaptar estos centros a las altas temperaturas. Sin embargo, pasadas las olas de calor, los más jóvenes se enfrentan a otro problema íntimamente relacionado con el anterior: la contaminación. 

“El impacto que tienen las olas de calor y las olas de frío sobre los ingresos hospitalarios es un orden de magnitud inferior al de la contaminación”, explicó Julio Díaz, profesor de investigación del Instituto de Salud Carlos III, durante una sesión informativa organizada por el SMC España. “Las olas de calor solo se producen algunos días, pero estamos expuestos a contaminación todo el año. Si queremos reducir los ingresos hay que poner el foco ahí”, añadió Díaz, que es, con Cristina Linares, coordinador científico del Observatorio de Salud y Cambio Climático y codirector de la Unidad de Cambio Climático, Salud y Medio Ambiente Urbano en la Escuela Nacional de Sanidad. 

“La contaminación atmosférica es un gran problema de salud pública. Cada día una persona respira de media un volumen de 11.000 litros de aire que no puede elegir”, aseguró durante la sesión Cristina Linares, investigadora científica del Instituto de Salud Carlos III. “Queda en manos de la Administración el cumplimiento de esos estándares de buena calidad del aire, porque hay grupos de especial susceptibilidad a los que la contaminación atmosférica les afecta especialmente”, destacó Linares. 

En este sentido, el Parlamento Europeo aprobó en 2024 una nueva ley para reducir la contaminación atmosférica a la que se exponen sus ciudadanos. Las nuevas normas establecen límites más estrictos para 2030 para aquellos contaminantes con un mayor impacto en la salud humana. Si se superan, los afectados podrán emprender acciones legales e incluso recibir compensaciones económicas. 

Las nuevas normas comunitarias establecen límites más estrictos para 2030 para contaminantes con mayor impacto en la salud

¿De qué hablamos cuando hablamos de contaminación? 

Nos referimos a la presencia en el aire de sustancias que pueden resultar nocivas para la salud. Estas proceden en su mayoría del tráfico, pero también de la quema de combustibles con otros objetivos como pueda ser la industria y la calefacción. 

En España, los principales contaminantes atmosféricos perjudiciales en ambiente exterior para la salud de la población en un ambiente urbano son el dióxido de nitrógeno (NO2), el ozono troposférico (O3) y el material particulado menor de 2,5 micras (PM2.5) y el menor de 10 micras (PM10). 

¿Qué efecto tiene sobre la salud de los más jóvenes? 

“La contaminación atmosférica afecta especialmente a la población infantil”, explican al SMC los investigadores del Instituto de Salud Carlos III. Esto no es solo debido al agravamiento de patologías respiratorias sino también, según aseguran Díaz y Linares, “a un efecto irritativo directo de los contaminantes en las vías respiratorias, así como a una mayor exposición”, dado que los menores pasan más tiempo al aire libre, sin olvidar que su sistema inmunitario está aún en desarrollo. Además, estas sustancias “alteran funciones fisiológicas” relacionadas con la cognición, la conducta, el sistema endocrino y los mecanismos de detoxificación. 

“Es crucial destacar que la exposición a la contaminación durante la infancia puede condicionar el desarrollo de patologías respiratorias en la edad adulta”, señalan, destacando el papel significativo del NO2. En este sentido, las fases más críticas son la fetal y la primera infancia. 

“La población pediátrica, especialmente durante la primera década de vida, inhala, ingiere y absorbe más sustancias tóxicas medioambientales por kilogramo de peso que un adulto”, dicen Díaz y Linares. “Si a ello unimos la menor capacidad para neutralizar, detoxificar y eliminar los contaminantes externos, vemos que sus efectos adversos van a ser más intensos y persistentes”.  

“A veces los planes de prevención y los medios de comunicación se centran en el impacto de determinados riesgos ambientales» como las olas de calor, lamentan Díaz y Linares, “obviando” que, en esos periodos, factores como los contaminantes atmosféricos «actúan sinérgicamente intensificando su impacto sobre la salud”. Este, aseguran, “es más perjudicial que el que ocasiona el propio exceso de temperatura”. 

¿Guarda esto alguna relación con el cambio climático? 

El cambio climático supone un reto para la educación por sí mismo. Un informe publicado por la UNESCO en 2024 advirtió de que niños y niñas estaban perdiendo hasta un año y medio de escolarización por el calor extremo, y que las olas de calor también afectaban a las notas de los exámenes. 

Sin embargo, las temperaturas extremas tienen otros efectos indirectos. Uno de ellos es que empeoran la calidad del aire. 

“La contaminación atmosférica y el cambio climático están profundamente interrelacionados, ya que las sustancias químicas que provocan la degradación de la calidad del aire suelen emitirse junto con los gases de efecto invernadero”, recordaba un artículo publicado en The Lancet Planetary Health en 2023. “Además de los riesgos para la población asociados por separado a la contaminación atmosférica y al cambio climático, cada uno de ellos puede exacerbar los efectos del otro”.  

Por ejemplo, los investigadores explicaban que las condiciones más secas y cálidas “pueden provocar una elevada contaminación atmosférica en general, especialmente de ozono”. También que las futuras olas de calor más intensas “provocarán más incendios forestales, lo que aumentará las emisiones de gases de efecto invernadero nocivos y de partículas en suspensión”. 

Díaz y Linares destacan la quema de combustibles fósiles, pero también el aumento en la extensión de las zonas desérticas, la difusión de contaminantes por parte del anticiclón de las Azores y la mayor intensidad y frecuencia de los incendios forestales como factores relacionados con el cambio climático que empeoran el aire que respiramos. 

¿Cumplen las escuelas españolas los niveles máximos? 

Los datos disponibles indican que la mayoría de las escuelas españolas supera los niveles de contaminación recomendados por la OMS.  

Por ejemplo, un informe llevado a cabo por Ecologistas en Acción y publicado en 2025 mostró que el 99 % de los centros analizados incumplía estos límites: de 174 entornos escolares y zonas sensibles analizados en 14 municipios de seis comunidades autónomas, tan solo dos no superaban los 10 µg/m³ de NO₂ estipulados. 

Según este mismo informe, 12 entornos escolares (7 %) superaban los 40 µg/m³, que es el límite legal actualmente vigente en la Unión Europea. 

No se trata de resultados aislados. Un trabajo previo publicado en 2024 también por Ecologistas en Acción concluyó que el 90 % de los 114 centros medidos estaba por encima del límite de NO2 indicado en la revisión de la Directiva de Calidad del Aire, de 20 μg/m³. Ninguno lograba cumplir las recomendaciones de la OMS, de 10 μg/m³ 

Tampoco se trata de un problema exclusivamente español. Por ejemplo, un informe publicado en 2022 mostró que 35 de 36 escuelas británicas monitorizadas (el 97 %) tenían niveles de PM2.5 por encima de lo recomendado, mientras que el dióxido de nitrógeno era superado en el 65 % de los centros. 

En realidad, todos estos datos son solo un reflejo de la situación que viven las ciudades en general. Un informe de la empresa suiza IQAir realizado en casi 9000 ciudades de 138 países concluyó que solo siete cumplían con las recomendaciones de la OMS. En España, en algunas zonas se superaban entre dos y tres veces estos estándares: Madrid, Valencia, Murcia, Sevilla, Córdoba y algunas zonas de Galicia y Asturias se encontraban entre las más insalubres. 

¿Qué se puede hacer? 

Dado que el tráfico es el principal responsable de la contaminación que afecta a los estudiantes, reducirlo en las áreas cercanas a los centros escolares es una de las medidas que recomiendan los expertos. 

Por ejemplo, la Sociedad Catalana de Pediatría pide, en su Decálogo para unos entornos escolares seguros y saludables, “pacificar el tráfico en los entornos escolares, priorizando la peatonalización y la restricción del tráfico motorizado”. También sugieren “sustituir aparcamientos para coches de las calles contiguas por aparcamientos para bicicletas, patinetes y zonas de espera, de encuentro y juego con arbolado, vegetación y agua”. También recomiendan que las líneas de autobuses escolares sean eléctricas. 

Otros estudios han sugerido que las pantallas verdes —por ejemplo, de hiedra—, los purificadores de aire, la ventilación y unos niveles de ocupación adecuados pueden también reducir las partículas contaminantes de los colegios. 

«Una alternativa plausible sería ajustar los límites actuales de contaminación a las directrices dadas por la OMS para la calidad del aire, para lo cual la implementación de las zonas de bajas emisiones que limitan el tráfico dentro de las ciudades sería una herramienta muy útil”, añaden Díaz y Linares. 

La implementación de las zonas de bajas emisiones que limitan el tráfico dentro de las ciudades sería una herramienta muy útil

Además, como el cambio climático aumenta los niveles de contaminantes, cualquier otra medida orientada a paliar el aumento de las temperaturas también evitaría que se incrementara la contaminación. 

¿La contaminación tiene otros efectos? 

Diversos estudios han hallado asociaciones entre la contaminación y problemas de rendimiento y salud mental en menores. Por ejemplo, con depresión y ansiedad. O con una menor capacidad de atención. O con menores capacidades cognitivas

El problema es que se trata de estudios observacionales, a menudo con efectos pequeños, y en los que no se puede concluir que exista causalidad. Es decir, no podemos saber si los resultados son debidos a la propia contaminación o a otros factores de confusión difíciles de controlar. 

Así lo advertían dos investigadores en un artículo reciente: “Estos estudios suelen controlar de forma deficiente factores de confusión como la edad, el sexo, el sueño, la nutrición, el ruido y la calidad del profesorado, o bien intentan tener en cuenta todos los factores en modelos basados en muestras pequeñas cuya potencia estadística es baja, por lo que la probabilidad de detectar un efecto real cuando realmente lo hay también es baja”.  

Por eso, recordaban que en ocasiones “los resultados son inevitablemente ruidosos” y que, “en algunos casos, el efecto observado de la calidad del aire interior en el rendimiento es menor que la variabilidad natural de las propias puntuaciones de las pruebas”. 

También existen estudios que han encontrado asociaciones entre la contaminación a la que se exponen los estudiantes y otros problemas para la salud. Por ejemplo, un trabajo llevado a cabo con más de 46.000 niños y adolescentes catalanes halló que mudarse a áreas más contaminadas se asociaba a un aumento en su Índice de Masa Corporal (IMC)

¿Existen otros tipos de contaminación que afecten a los menores? 

Además, existen otros tipos de contaminación con efectos negativos, también asociados al tráfico. El papel del ruido en los entornos escolares también ha sido estudiado. Un trabajo realizado por el Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal) con 2.680 niños de entre 7 y 10 años y pertenecientes a 38 colegios de Barcelona concluyó que este reducía la atención y la memoria. 

«El efecto que el ruido de tráfico tiene sobre la salud infantil tiene el mismo origen que la contaminación atmosférica química, el tráfico, y sus efectos son similares”, afirman Díaz y Linares. Sin embargo, este “no se considera prácticamente en ningún tipo de actuación”. 

En ese sentido, el Decálogo de la Sociedad Catalana de Pediatría también pide reducir la contaminación acústica e instalar sensores en las aulas, no solo de calidad del aire, sino también de ruido. 

¿Importa solo el colegio? 

Aunque pueda parecer lo contrario, niños y niñas pasan la mayor parte de su día fuera de la escuela. Por lo tanto, también importan las condiciones que encuentran en sus hogares y durante el trayecto a los centros educativos. 

Por ejemplo, un estudio llevado a cabo con más de 1.200 niños en Barcelona reveló que la exposición a PM2.5 durante su camino al colegio se asociaba a una menor memoria de trabajo —almacenamiento temporal y elaboración de la información—. Los autores recomendaban, por lo tanto, la implementación de políticas dirigidas a limpiar el aire de estas rutas. 

“El tema de la contaminación es especialmente relevante en la atmósfera de las grandes ciudades”, aseguran Díaz y Linares. Por eso consideran que “en los grandes núcleos urbanos los niveles de protección deberían de ser mayores, sobre todo alrededor de determinadas zonas como colegios y residencias” porque la población allí concentrada “recibe una exposición importante durante varias horas al día y su vulnerabilidad es mayor”.   


FuenteSMC  (CC BY 4.0)