El poder de la educación para promover la igualdad entre hombres y mujeres (parte 2)

28 agosto 2018
Gina Vieira Ponte de Albuquerque. Graduada en Letras (Portugués-Literatura) de la Universidad Católica de Brasilia y estudiante de Maestría en Lingüística de la UnB (Universidad de Brasilia). Es docente efectiva en la Secretaría de Educación del Distrito Federal desde abril de 1991. Autora y ejecutora del Proyecto Mujeres Inspiradoras, ganadora de I Premio Iberoamericano de Educación en Derechos Humanos, otorgado por la Organización de Estados Iberoamericanos, y el Premio WEDO Brasil, promovido por Women’s Entrepreneurship Day Organizacional Brazil. Entre otros premios nacionales, recibió el IV Premio Nacional de Educación en Derechos Humanos, el 8º Premio Profesores de Brasil y el Premio 10 Construyendo Igualdad de Género.

Necesitamos una educación que permita a las niñas tener sueños más grandes para sí mismas y que brinde a los niños la oportunidad de cuestionar las masculinidades hegemónicas. Frente a todo esto, ¿cómo puede la escuela colaborar para promover una educación que aborde estos temas de manera efectiva?

Hay algunos puntos centrales que deben considerarse.

El primer punto es que la escuela debe observar cómo aborda los problemas de desigualdad entre niños y niñas. Es necesario que todos los profesionales de la educación se pregunten: ¿tenemos expectativas más bajas para las niñas que las que tenemos para los niños? ¿Qué hace la escuela cuando una niña queda embarazada? ¿Actúa para que ella se sienta apoyada para continuar con sus estudios o termina expulsándola del espacio escolar? ¿Hacemos un trabajo preventivo para que esa niña no sea estigmatizada? ¿Discutimos la responsabilidad de los chicos en los casos de embarazo adolescente? ¿Garantizamos a los niños y niñas la posibilidad de recibir orientación sexual, incluyendo el abordaje de las ETS y el embarazo adolescente, según lo determinan las disposiciones legales? ¿Qué hacemos cuando las chicas se quejan de acoso sexual por parte de otros estudiantes y docentes en la escuela? ¿Escuchamos lo que tienen que decir y hacemos un trabajo preventivo sobre este tema? ¿Somos capaces de generar proyectos pedagógicos que presenten a las niñas posibilidades identitarias, que vayan más allá de la condición de esposa y madre? ¿Animamos a las niñas a participar en actividades que normalmente son más permitidas para los niños, como practicar deportes y participar en actividades relacionadas con las ciencias exactas?

Es importante que el Estado y la sociedad apoyen verdaderamente la educación y valoren y reconozcan a los profesionales que en ella actúan, para que la escuela pública sea capaz de garantizar a los/as estudiantes el derecho al aprendizaje y condiciones y metodologías adecuadas para el pleno desarrollo y formación del pensamiento crítico. No existe mecanismo más poderoso y eficaz para apoyar y fortalecer a las niñas que la promoción de políticas públicas y educación social de calidad que permita a las niñas y niños permanecer y triunfar en el contexto escolar. Es un hecho que las desigualdades entre hombres y mujeres no serán solucionadas exclusivamente por la escuela. Hay factores involucrados que son culturales, sociales, políticos y económicos. Pero la escuela necesita entender que su rol de garantizar el ingreso, la permanencia y el éxito de los/as estudiantes en el proceso educativo es un tema central para la promoción de la equidad entre hombres y mujeres.

De acuerdo con lo que se propone en documentos importantes, como la Constitución Federal, la Ley de Diretrices y Bases de la Educación Nacional – LDB, la Base Nacional Común Curricular – BNCC, las Directrices nacionales para la Educación en Derechos Humanos, es importante destacar que la escuela es un espacio en el que es necesario enseñar valores plurales. Así, al abordar los contenidos de cualquier componente curricular, también es posible elegir como eje generador y estructurador del trabajo pedagógico temas orientados a la valoración de la mujer y al combate a la cultura del machismo. Así, en lugar de presentar, por ejemplo, la historia de Brasil como tradicionalmente ha sido presentada, como una historia hecha y contada solo por y para hombres, es posible promover la investigación, el debate y la reflexión sobre la presencia de la mujer en diferentes etapas. de la historia de Brasil y del mundo.

Cuando desarrollamos el Proyecto Mujeres Inspiradoras, en 2014, nuestro deseo era, a partir del componente curricular Lengua Portuguesa, proponer la lectura de obras de autoras mujeres (El Diario de Ana Frank, de Ana Frank; Yo soy Malala, de Malala Yousafzai; Quarto de Despejo – Diário de uma Favelada, de Carolina Maria de Jesus; Não vou mais lavar os pratos, Só por hoje vou deixar o meu cabelo em paz, e Espelhos Miradouros e Dialéticas da Percepção, de Cristiane Sobral) y el estudio de la biografía de grandes mujeres (Ana Frank, Carolina Maria de Jesus, Cora Coralina, Irena Sendler, Malala Yousafzai, Maria da Penha, Nise da Silveira, Rosa Parks y Zilda Arns). La idea era, a partir de las biografías de estas mujeres y de mujeres de nuestra comunidad, abrir un espacio para conversar con los/as estudiantes sobre la valoración de la mujer, el protagonismo femenino y el machismo. Como trabajábamos con mucha lectura y escritura autoral, atribuíamos sentido a lo que estudiábamos, precisamente porque vinculábamos los contenidos a la realidad, a hechos que eran comunes en su universo.

Es necesario reinventar, resignificar la escuela y desafiar la cultura, prácticas y las creencias cristalizadas en ella. A lo largo de la historia de la educación brasileña, fuimos colocados dentro de un modelo educativo excluyente, que se orienta por la búsqueda de un patrón de “normalidad”, del cual quedan excluidos los que no encajan. Es una educación de masas, en la que los/as alumnos/as son sometidos/as a prácticas mucho más cercanas al condicionamiento, la repetición, la reproducción y el silenciamiento que a prácticas en las que, de hecho, lo que se propone puede llamarse educación. Para muchos, el concepto de educación se restringía a la idea de “entrenar”, de “capacitar” a los estudiantes para aprobar una determinada prueba, como el examen de ingreso u otra evaluación externa.

Educar es un proceso mucho más complejo y amplio, que implica la promoción de una práctica pedagógica que conciba al alumno como agente del proceso de aprendizaje. Es fundamental que superemos el modelo educativo actual que, además de lo mencionado, todavía pone el foco del proceso pedagógico en el docente y la enseñanza, y no en el aprendizaje y el alumno. El aprendizaje, la construcción del pensamiento crítico, el pleno desarrollo de los alumnos, sólo se dará con una escuela que sea capaz de escuchar, que reconozca y respete la identidad y pertenencia del alumno y que trabaje con una propuesta de Comunidades de Aprendizaje, adoptando metodologías más activas y que no se fundamenten en copiar, repetir y memorizar. Es necesario que los/as docentes actúen desde una perspectiva de “pedagogía comprometida”, como propone bell hooks, y se perciban como “intelectuales transformadores”, como sugiere Henry Giroux.

Otro aspecto fundamental es acercar las nuevas tecnologías al espacio escolar. En el caso del Proyecto Mujeres Inspiradoras, observar la relación de los estudiantes con las nuevas tecnologías fue fundamental para encontrar un camino metodológico que hiciera atractivo el proyecto tanto para las niñas como para los niños. Insistir en una educación al margen de las nuevas tecnologías es, como dicen los investigadores en la materia, ofrecer una educación que prepara muy bien a los/as alumnos/as para un mundo que ya no existe.

Es fundamental que la escuela funcione integrada con redes de apoyo, como los Centros de Referencia de Apoyo Psicosocial, los Centros de Referencia de Asistencia Social y los Consejos Tutelares. Todos estos temas, finalmente, están vinculados al tema de la desigualdad entre chicos y chicas.

Para que la escuela desempeñe bien su función de garantizar que las niñas permanezcan en la escuela, debe recibir apoyo.

Necesitamos una educación que permita que los/as niños/as reflexionen críticamente sobre las masculinidades hegemónicas y enfermizas, que también los han perjudicado al aprisionarlos a estas representaciones sociales del hombre como alguien violento, agresivo, que resuelve sus propios conflictos por la fuerza y no por el diálogo, que no puede lidiar con las frustraciones e incurre en actos violentos cuando una mujer lo contradice o no cede a su aproximación.

También es interesante proponer la lectura de obras de escritoras e incluir no solo las obras tradicionales del canon, sino también obras en las que las niñas y adolescentes puedan tener acceso a representaciones de mujeres que las vinculen con la idea de ser fuertes, creativas, mujeres innovadoras, partícipes de la historia, protagonistas de su propia vida, trabajando en espacios públicos de poder y prestigio social. En ese caso, es fundamental que estas obras incluyan las voces de mujeres negras e indígenas, tan silenciadas e inviabilizadas en nuestra cultura.

Necesitamos una educación que ayude a nuestras niñas a tener sueños más grandes para sí mismas, que amplíe sus perspectivas de vida, que les ofrezca otras posibilidades en cuanto a ser mujer. Hay que recordar que un buen mundo para las niñas es, al final, es un mundo mejor para todos nosotros.

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