Transformar los colegios en refugios climáticos para proteger a la infancia

El Día Mundial del Medio Ambiente, que se celebra cada 5 de junio, fue establecido por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1972, y su celebración se ha convertido en una de las mayores iniciativas mundiales de divulgación ambiental. Es un buen momento para repensar y renaturalizar los espacios escolares para adaptarlos al cambio climático.
Un niño o niña nacido en 2020 vivirá al menos el doble de olas de calor, incendios forestales, sequías e inundaciones que sus abuelos nacidos en 1960. Así lo advierten el informe Nacer durante la crisis climática, publicado por Save the Children, y un estudio reciente que aparece en Nature. Incluso si se logra mantener el aumento de la temperatura global por debajo de los 1,5 °C, las generaciones más jóvenes estarán marcadas por una vida más expuesta a olas de calor y otros fenómenos extremos.
España, como parte del sur de Europa, se encuentra entre las regiones donde la infancia sufrirá mayores impactos. El informe calcula que los menores nacidos en 2020 en este país vivirán, de media, 4,5 veces más olas de calor que quienes nacieron en 1960, así como el doble de incendios forestales y más del triple de pérdidas de cosechas, con consecuencias potenciales en la nutrición, la salud y la seguridad.
Las generaciones más jóvenes estarán marcadas por una vida más expuesta a olas de calor y otros fenómenos extremos
La exposición al calor no se distribuye de forma homogénea. En España, las zonas con mayor densidad urbana, escasa vegetación y alta concentración de tráfico suelen registrar temperaturas más elevadas, en un fenómeno conocido como “isla de calor urbana”. A esto se suman factores socioeconómicos: niños que viven en viviendas mal aisladas, sin acceso a climatización o en entornos con menor cobertura verde tienen más dificultades para protegerse de las olas de calor.
El informe de Save the Children estima que el 85 % de los menores en España vive en zonas donde las olas de calor se han duplicado desde 1960, y que casi la mitad lo hace en zonas donde se han triplicado. Las ciudades del sur peninsular, como Sevilla, Córdoba o Murcia, son especialmente vulnerables. En estos lugares, durante el curso escolar, no es raro que las temperaturas superen los 35 °C en las aulas, lo que repercute directamente en el bienestar del alumnado.
Refugios climáticos y entornos escolares
Uno de los espacios clave en la vida de la infancia son las escuelas, y precisamente en ellas se están empezando a implementar estrategias de adaptación. Durante un briefing organizado por el Science Media Center España, el investigador Francesc Baró, profesor en la Vrije Universiteit Brussel e impulsor del proyecto europeo Cool Schools, explicó cómo transformar los colegios en ‘refugios climáticos’.
“El objetivo es convertir los patios escolares en entornos más verdes, con más arbolado, para crear un efecto de adaptación al cambio climático y reducir las temperaturas”, señaló Baró. Este enfoque se enmarca dentro de las llamadas soluciones basadas en la naturaleza, cada vez más presentes en las políticas urbanas.
El proyecto Cool Schools ha trabajado con escuelas de Barcelona, París, Bruselas y Rotterdam. En todas estas ciudades se ha apostado por renaturalizar los patios escolares, reemplazando el asfalto por vegetación, creando zonas de sombra y mejorando la infraestructura verde de los entornos educativos. En algunos casos, como en París o Bruselas, también se están transformando las calles adyacentes a las escuelas.
Se ha apostado por renaturalizar los patios escolares, reemplazando el asfalto por vegetación, creando zonas de sombra y mejorando la infraestructura verde
Pero la intervención no solo reduce el calor. “También proporciona beneficios en términos de biodiversidad, desarrollo cognitivo y mejora de la atención”, destacó Baró. Los estudios del proyecto revelan que los patios escolares verdes pueden albergar una biodiversidad comparable a la de parques urbanos, y que incluso contribuyen a la conectividad ecológica dentro de la ciudad.
Uno de los hallazgos más relevantes del proyecto tiene que ver con la equidad. En ciudades como Bruselas, los niños de familias con mayores ingresos acceden a escuelas con más vegetación. Sin embargo, los efectos positivos de estos entornos son aún más significativos para el alumnado más vulnerable, especialmente en lo relativo a síntomas de hiperactividad o problemas de conducta.
Un enfoque participativo y transversal
Más allá del diseño físico, Baró insistió en la importancia de implicar a toda la comunidad educativa en el proceso de transformación: “Para que tenga éxito, no basta con cambiar el patio. Hay que favorecer también un uso pedagógico del espacio, que el profesorado lo incorpore como un entorno de aprendizaje”.
La ciudad de Barcelona ha pasado de un piloto de diez escuelas a más de un centenar. París planea adaptar todos los entornos escolares para 2030. Bruselas trabaja actualmente en la transformación de 20 centros educativos. Aun así, como señaló Baró, la mayoría de escuelas europeas todavía no alcanzan los niveles mínimos deseables de infraestructura verde, y muchas se ubican en barrios con poca cobertura vegetal.
“No basta con cambiar el patio. Hay que favorecer también un uso pedagógico del espacio”
Las recomendaciones de Save the Children insisten en que las políticas de adaptación al cambio climático deben tener en cuenta de forma específica las necesidades de la infancia, no solo como grupo vulnerable, sino como ciudadanos con derechos. Esto implica incluir la perspectiva infantil en los planes de urbanismo, movilidad, salud y educación, y garantizar que los recursos lleguen a los niños y niñas más expuestos.
En palabras del propio informe, “los niños y niñas son quienes menos han contribuido a la crisis climática, pero son quienes más van a sufrir sus consecuencias”. Asegurar su protección frente al calor y otros riesgos climáticos no es, para la ONG, solo una cuestión de salud pública, sino de justicia intergeneracional.
Antonio Villarreal es periodista especializado en ciencia y colaborador de SINC.
Fuente: SINC