Tres miradas ante las crisis de nuestro tiempo

27 diciembre 2024
El momento histórico actual está atravesado por muchas capas de incertidumbre (img.: iStock).

Dice Jan Rotmans que «cada cierto tiempo cambian tantas cosas tan fundamentales y en tantos ámbitos que no lo llamamos una era de cambios sino un cambio de era». Para profundizar en este cambio de era, los autores de este artículo proponen unas miradas que nos acompañarán a encontrar el propósito de la Educación Transformadora en este momento histórico.

La mirada de las tres grandes divisiones

Las crisis de nuestro tiempo podrían ser las crisis de la separación, las crisis que nos dividen y nos fragmentan, que nos alejan de sentirnos en unidad, en conexión, en plenitud. Por eso, Otto Scharmer nos propone mirar la crisis actual a través de tres grandes divisiones:

  • La división personal, que nos disocia de lo que realmente sentimos y necesitamos en un mundo que nos sobrepasa, que nos dificulta conectar con quienes somos, con el propósito que podemos tener en la vida y con nuestra agencia para
  • La división social, que nos polariza, nos divide, nos separa, nos desencuentra, nos desvincula, nos hace competir, nos aísla en individualidades, nos hace mirarnos como enemigos y poder asumir indiferencias o estereotipos que denigran y deshumanizan pueblos
  • La división ecológica, que nos hace sentirnos diferentes al resto de las criaturas de la naturaleza y tratar los ecosistemas puramente como recursos económicos de disfrute y no como lugares de pertenencia e interconexión, que nos hace hablar de la naturaleza como algo ajeno y no como algo que

La división personal

El ejemplo más claro es el deterioro de la salud mental. La OMS dice que 1 de cada 4 personas afrontan un problema de salud mental y predice que esta será la principal causa de discapacidad en el año 2030.

El Barómetro Juvenil de 2021 muestra, en comparación con 2017, un empeoramiento en la salud física, un aumento del triple en trastornos mentales y del doble en ideas suicidas. El Informe sobre la Evolución del suicidio en España en la población infantojuvenil (2000-2021) muestra cómo desde 2018 (ya antes de la pandemia) los datos sobre suicidio solo aumentan. Por si no fuera suficiente, el informe del Consejo de la Juventud de España, Equilibristas: Las acrobacias de la juventud para sostener su salud mental en una sociedad desigual (2024), muestra que el 55,6 % de las personas jóvenes con carencias materiales severas tienen problemas de salud mental, frente al 37,7 % de quienes no tienen esas carencias.

Por eso no podemos entender los problemas en el plano personal sin comprender qué condiciones contextuales nos llevan a padecer tal nivel de sufrimiento. La división personal solo se puede entender en conexión con la división social y ecológica: el aislamiento social o las inercias del sistema (consumismo, productivismo, etc.) están detrás de muchas de las desconexiones vitales que vivimos hoy en día. Pero también el alejamiento de los ecosistemas y la desconexión de nuestro cuerpo como naturaleza nos genera problemas de salud mental.

La división social

En estos tiempos estamos constantemente reivindicando bandos e identidades que no quieren dialogar entre sí. Hemos pasado de un índice de polarización de 3,75 sobre 10 en el año 2000 a 5,10 en el 2019, según el Centro de Investigaciones Sociológicas. Mientras, en España, 1 de cada 5 personas está en riesgo de pobreza, comenta el Instituto Nacional de Estadística. El Observatorio Estatal de la Soledad No Deseada señala que el 13,4 % de personas viven en esta situación en nuestro Estado y que la experiencia de la soledad puede producir un 26 % más de riesgo de mortalidad. Una sociedad fragmentada es una sociedad donde cada cual se preocupa solo de lo suyo, donde cada persona se tiene que ganar su vida de forma individual y donde cuidar a otras personas y preocuparse por las desigualdades es un asunto secundario si no te está afectando directamente.

En el Informe sobre Pobreza infantil y desigualdad educativa en España, del Alto Comisionado contra la pobreza infantil y desigualdad educativa, se puede ver una clara relación entre desigualdad y calidad educativa en cuanto a competencias para prosperar en la vida. Una desigualdad que multiplica las desigualdades existentes a través de, entre otras cosas, la transmisión intergeneracional de la desigualdad: un niño de familia con pocos recursos tiene 7,5 veces más probabilidades de abandono escolar y 5,5 veces más de repetir curso.

Por si fuera poco, muchos avances conseguidos en derechos sociales están retrocediendo en los últimos años, como muestra la investigación del Centro Reina Sofía de 2022 sobre los discursos de odio donde

se evidencia el aumento de actitudes machistas y racistas entre adolescentes. La investigación señala que las condiciones de desigualdad y opresión se ven agravadas por la sensación de que «ya hemos conseguido una sociedad igualitaria». Una realidad que pueden constatar como falsa muchos colectivos. Además, las opresiones muchas veces interseccionan entre sí causando situaciones como la de las mujeres migrantes trabajadoras del hogar que, por la concepción social que existe acerca de los cuidados y de las personas migrantes, acaban precarizadas y explotadas.

La división ecológica

Sabemos cómo los efectos reales de la crisis climática y ecológica están afectando a nuestras vidas ya. En mayo de 2023, el Stockholm Resilience Centre publicó los datos de cómo habíamos rebasado la mayoría de los límites de nuestro planeta. Los desastres naturales son causa del triple de desplazamientos que los conflictos armados.

Actualmente, a España la sequía le cuesta 1500 millones de euros al año. La superficie quemada en la región mediterránea está aumentando entre un 87 % y un 187 %. Un 70 % de la población española vive en zonas que se han calentado más de un 1,5 °C. El calor veraniego se ha adelantado entre 20 y 40 días. En los últimos 50 años, la pérdida de cosechas debido a la sequía y al calor extremo se ha triplicado en toda Europa. Existen limitaciones en distintas regiones de España para el acceso al agua en verano, con racionamientos horarios.

La realidad ecológica y climática es una crisis inabarcable que se resume en tres aspectos:

  • La crisis energética y de recursos: Vivimos en un planeta limitado y estamos asumiendo un crecimiento ilimitado mientras las reservas de petróleo o carbón llevan años reduciéndose.
  • La inestabilidad climática: Ya hemos superado los 1,5° de aumento de la temperatura media global que la ONU se había propuesto como objetivo para evitar las catástrofes que ya están ocurriendo, especialmente en el Sur Global. Esto ha empezado a conllevar una crisis alimentaria dada la imposibilidad de mantener los cultivos en ciertos
  • La destrucción de ecosistemas: Hemos provocado como sociedad industrial la sexta extinción masiva de especies de la historia y consideramos los ecosistemas como recursos explotables en lugar de sostenes de la red de la vida de la que formamos

Hacemos hincapié en esto a través de un ejemplo: las tres divisiones son en realidad una misma crisis interconectada. Por ejemplo, la generación de teléfonos móviles conlleva la extracción de materiales como el coltán o el cobalto en el Congo, lo que genera la explotación infantil en minas a más de 40 000 niñas y niños que trabajan entre 10 y 12 horas diarias sin escuela. El consumo tecnológico en el Norte Global es causante de estas desigualdades estructurales (división social), así como de la destrucción de ecosistemas para extraer materiales (división ecológica) y, finalmente, nos genera problemas de salud de forma directa e indirecta, como problemas de atención (división personal).

Mirada VUCA-BANI. La complejidad se hizo incomprensible

Otro acercamiento a la mirada global sobre qué está pasando es a través de las siglas VUCA y BANI. En los años 80, durante la Guerra Fría, apareció el concepto VUCA. Aunque surgió del ámbito militar, rápidamente se empezó a usar para explicar la situación global generalizada:

  • Volatile volátil. Un mundo poco predecible, donde todo está cambiando continua y rápidamente.
  • Uncertain incierto. Como el mundo es volátil, tener mucho conocimiento ya no asegura poder predecir lo que va a ocurrir.
  • Complex complejo. La cantidad de cambios constantes y la interconexión de la sociedad global genera un nivel alto de complejidad que dificulta la sensación de comprensión de qué está pasando en
  • Ambiguous ambiguo. Ante la incertidumbre, surgen muchas posibilidades y ya no hay tanta claridad sobre qué es lo adecuado o lo probable.

Sin embargo, en 2020, Jamais Cascio, miembro del Instituto de Estudios del Futuro, acuña el término BANI, popularizado tras la pandemia. El cambio de siglas no es estético, sino que muestra la aceleración del sistema en sus procesos, incluyendo los cambios tecnológicos. La situación se ha acentuado con el paso de las décadas y el acrónimo VUCA ya no es suficiente para describir lo que nos ocurre:

  • Brittlefrágil. Ante la volatilidad de estos tiempos, todo se vuelve fácil de Incluso sistemas que parecían sólidos se resquebrajan de forma rápida e inesperada. Esa fragilidad responde en parte a una rigidez de los sistemas, que no son tan resilientes como aparentan ser.
  • Anxious ansioso. Ante la fragilidad y la incertidumbre constante, la respuesta habitual es de inquietud, inseguridad y Cualquier propuesta de acción en un entorno cambiante, urgente y exigente es incompleta, insuficiente y llega tarde. Y desde ahí, la ansiedad puede fácilmente provocar miedo a la acción y, por tanto, falta de agencia.
  • Non linearno lineal. La complejidad del sistema hace que las relaciones causa-efecto se vuelvan cada vez menos evidentes. Ni lo que hago tiene consecuencias claras sobre mí ni sobre mi entorno, ni lo que hacen otras personas tiene por qué afectarme de forma
  • Incomprehensible incomprensible. Ante todo esto, la ambigüedad e incertidumbre del entorno VUCA se transforma en una sensación de incomprensión Nunca se entiende del todo lo que está pasando porque ocurren demasiadas cosas a la vez con gran variedad perspectivas diferentes.

Más allá de las palabras concretas que nos muestran estas siglas y de las diferencias que hay del entorno VUCA al entorno BANI, lo relevante es comprender cómo este contexto cambiante no es una novedad reciente, pero sí una tendencia creciente. La aceleración de la complejidad y las consecuencias de la misma nos colocan en un momento de caos ante el que es más difícil (pero no imposible) responder. Como dice Sophie Strand, «lo único de lo que tengo certeza es de que estoy constituida de una incertidumbre generosa».

Mirada interconectada y sistémica

«Nuestra casa sigue rompiéndose [a causa del río]. Seguimos trayendo barro para evitar que caiga», dijo Shapna. «El agua entraba y no salía y luego mi padre no podía ir a trabajar. Trabaja en los campos, por lo que no puede trabajar cuando la tierra está bajo el agua. Yo estaba en la clase seis y mientras estudiaba me casé con 12 años», dijo Shapna. «Mi madre pensó que, con dos hermanos menores, no podía gastar todo su dinero en mí».

La historia de Shapna, una historia real y recogida en el informe Vínculos entre la violencia de género y el medio ambiente de la UICN (la red ambiental más grande y diversa del mundo) es solo un ejemplo de cómo, en el momento histórico en el que vivimos actualmente, ya no podemos hablar de las crisis como temas separados unos de otros. Ya no se puede hablar de medio ambiente en un taller y luego otro día de migraciones. Ya no se puede intentar transformar la opresión de género sin trabajar la clase socioeconómica. Todas esas crisis son solo elementos de una crisis común de fondo.

De hecho, aunque siempre se suele hablar de «crisis interconectadas», el pensador nigeriano Bayo Akomolafe suele preferir hablar de «crisis intraconectadas». La misma idea de la interconexión alude a una imagen de cosas separadas que se conectan con líneas. Sin embargo, la intraconexión hace referencia a una conexión interna que atraviesa los distintos elementos que están conectados. Hablar de intraconexión hace más inevitable sentir cómo nos afecta lo que pasa en el otro lado del mundo y cómo afectamos con nuestros proyectos y nuestros consumos a lo que ocurre en otros lugares.

Bajo las crisis de nuestro tiempo podríamos encontrar un paradigma común: el paradigma de separación y dominio. Los seres humanos somos diferentes de los ecosistemas de los que formamos parte, las personas mayores son diferentes a las jóvenes, las personas payas son diferentes a las gitanas, etc. Y claro, en esa separación siempre hay una parte que sale ganando, que domina. Como somos diferentes a nuestros ecosistemas, podemos explotarlos sin preocuparnos de consecuencias. Como las personas que vienen de otros países son peores que las que llevamos aquí más generaciones, podemos opinar que son delincuentes, etc.

¡Y ojo! En nuestros proyectos de Educación Transformadora se nos colará este paradigma porque es el paradigma en el que nadamos constantemente de forma inconsciente. Quien crea que no cae en esto, es porque no está pudiendo o queriendo verlo. Y nuestra labor educativa, en parte, es ayudar a hacer consciente a las personas que educamos de cómo este paradigma está permeando nuestro día a día.

Una de las formas típicas por las que se nos cuela este paradigma es el paternalismo o el complejo de salvadores. Esas campañas donde vamos a salvar la vida de personas en otros países sin que ellas estén participando del proceso. O esos proyectos de «hacer para» en vez de «hacer con» (hacer una gymkana para la asociación de personas con discapacidad en vez de preguntarles qué necesitan, por ejemplo).

Buscando nuevos  paradigmas

Si una de las claves de cómo están entrelazadas las crisis actuales es el paradigma común que las sostiene, entonces podría ser evidente pensar que necesitamos indagar y crear nuevos paradigmas que sostengan nuevas estructuras, nuevas vidas, nuevos sistemas. Paradigmas que, en lugar de separarnos, nos acerquen hasta construir, como dijeran las zapatistas, «un mundo en el que quepan muchos mundos».

Actualmente, vivimos en un momento histórico de cambio en el que coexisten dos paradigmas en un proceso de transición. Alguna de las claves que ha encontrado Ashoka en este cambio de paradigma son:

Viejo Paradigma

Nuevo Paradigma

Eficiencia en la repetición

erarquía fija

Repetición de un conjunto de habilidades

Organizado en Silos

Transaccional

Acceso limitado al conocimiento

Definido por el cambio

Liderazgo compartido

Aprendizaje continuo

Poder distribuido y fluido

 Relaciones colaborativas

Apertura y transparencia

Pero no solo necesitamos comprender el cambio de paradigma que ya se está produciendo, sino que necesitamos ser conscientes de hacia dónde queremos girar el timón para navegar paradigmas que no sigan reproduciendo las violencias del sistema. En ese sentido, Daniel Christian Wahl nos ofrece, como ejemplo, el marco  de las Culturas Regenerativas:

MARCO

Un enfoque de Educación Transformadora nutre una cultura en la comunidad educativa que a su vez visiona, encarna y alimenta el tipo de cultura general que deseamos en nuestra sociedad. En la Educación Transformadora podemos apostar por la búsqueda y la construcción de culturas regenerativas, que retroalimenten abundancia, confianza, creatividad, colaboración, diversidad, sentido compartido y pertenencia.

Las culturas regenerativas son culturas de cuidado: de autocuidado, de cuidado mutuo, de cuidado de los bienes comunes como los ecosistemas de los que formamos parte. Son culturas que cuidan frente a culturas que separan y dominan definidas por el patriarcado, el individualismo, la transfobia y la homofobia, el colonialismo, el especismo antropocentrista, el edadismo, el capacitismo o el clasismo.

Y aunque no sepamos qué formas o nombres pueden tener los nuevos paradigmas por venir, sí que podemos distinguirlos si tenemos de fondo gafas que detectan la separación que subyace a todas las crisis actuales. Es un momento de cambio porque las viejas estructuras están cayendo y se están transformando. Pero de nosotros depende que las nuevas estructuras retroalimenten separación o interconexión.

Aprender a transformar

La situación actual es incierta. Existen grandes avances en nuestra sociedad, pero los problemas de salud mental, los efectos de la crisis ecológica y la desigualdad social están en aumento. Nos toca aprender a convivir en una sociedad que quizás no nos lo pone fácil. Desde la inercia de la separación y la fragmentación, lo único que parece que podemos hacer es seguir el camino del individualismo y de las identidades grupales que nos separan, acusando al resto de los problemas del mundo.

La desigualdad está creciendo entre quienes adquieren las habilidades para enfrentarse a este siglo en constante cambio y quienes no. Muchas personas no tienen las oportunidades para prepararse y corren el riesgo de quedarse atrás. Esta brecha de habilidades aumenta exponencialmente las diferencias entre las personas y la polarización, provoca una dicotomía social en la distribución de poder y, por tanto, en la capacidad de incidir en la sociedad.

Por eso quizás es momento de aprender a convivir desde la cooperación y el apoyo mutuo, desde una empatía y una escucha que traspasen fronteras y tomen la diversidad como nutritiva y enriquecedora, desde la necesidad sincera de encontrarnos. Y eso significa aprender a transformar todos estos problemas que nos competen como ciudadanía global en este siglo complejo, aprender a identificarnos desde nuestra infancia, como agentes capaces de incidir y cambiar lo que está pasando en nuestro entorno. Aprender a transformar para construir un mundo distinto, más bello, más equilibrado, más resiliente.

En esencia

Vivimos en un mundo de divisiones: a nivel personal, con unos problemas de salud mental cada vez mayores; a nivel social, con un aumento de la polarización y las desigualdades; a nivel ecológico, con una desestabilización climática y destrucción ecosistémica que no tienen vuelta atrás.

Estas crisis son una misma crisis basada en un paradigma de separación y dominio. Por eso son clave los paradigmas que nos reconecten, que nos generen confianza y cohesión. Y para ello necesitamos que todo el mundo tenga las habilidades necesarias para transformar la situación actual y que esas habilidades no solo estén en manos de unos pocos.


Alberto Rico Trigo es psicólogo educativo, artista y activista. Miembro de la red de formadores del IES Miguel Catalán, y asesor y formador sobre Convivencia Restaurativa y Educación Transformadora. Cofundó Kubbo en 2019, compañía de artes escénicas e innovación social. Como miembro de La Colectiva Catarsis, acompaña a organizaciones sociales en sus procesos de transformación e impacto social.

Simón Menéndez Sadornil es director de Educación y Jóvenes en Ashoka España. Es Maestro y pedagogo. Cofundó Hechos, entidad que trabaja con jóvenes en situación de vulnerabilidad, y ha creado diversos proyectos educativos y sociales, incluyendo modelos de empresa social. Ha sido también educador social y profesor de secundaria.

 

Para saber más

  • Alberto Rico Trigo y Simón Menéndez Sadornil (2024). Una educación que transforma. Experiencias de Educación Transformadora para un mundo de agentes de cambio. Fundación Ashoka. Barcelona: Editorial Cuatro hojas. Disponible en este enlace.