Humanizando la IA a través de la inteligencia emocional

La IA llegó para quedarse, pero la educación es un acto esencialmente humano, por lo que la inteligencia emocional es esencial para humanizar la experiencia tecnológica: conectar con nuestra esencia, nuestro propósito, nuestras capacidades... La autora de este artículo sostiene que la integración efectiva de la IA en la escuela requiere de una transformación educativa emocionalmente consciente. El artículo recoge un resumen de su presentación en el SIEI 2025, organizado por la Fundación SM.
Desde hace más de una década me dedico a desarrollar competencias socioemocionales para incrementar los niveles de inteligencia emocional. Básicamente todo el mundo conoce ese concepto, pero ¿cómo se aprende?, ¿cómo lo desarrollamos?
La inteligencia emocional puede ser la gran diferencia para que hagamos un buen uso de las tecnologías, de las redes sociales y de la inteligencia artificial (IA), que nos trae tantísimos desafíos.
Es importante recordar que la IA está entre nosotros desde hace rato, en muchísimas aplicaciones que usamos habitualmente. Esas aplicaciones recogen nuestra información para ver qué nos gusta hacer, qué película vamos a ver, qué comida vamos a pedir el domingo, qué música nos gusta. Sí, usamos la IA desde hace mucho tiempo; la novedad está en la inteligencia artificial generativa que tiene este revuelo de, yo diría, un par de años para acá. La diferencia principal es que la IA clásica nos ayuda a predecir, a elegir, nos recomienda, pero la novedad de la generativa, como ChatGPT o Perplexity o muchas otras aplicaciones, tiene que ver con la creación de contenido nuevo. Ahí hay un reto, porque debemos tener más criterio y más conciencia emocional que nunca para hacer un buen uso de esta tecnología.
¿Qué sentimos al usarla? ¿Cómo nos relacionamos emocionalmente con ella? Me aventuraría a decir que, entre las emociones que suscita la IA generativa, está la curiosidad, el asombro, la expectación, la incertidumbre, la ansiedad, el miedo, la frustración… Todo lo que hacemos genera una emoción y la emoción es el motor para la acción. El comportamiento que tendremos cuando estemos conectados a una IA dependerá en gran medida de la gestión emocional que tengo, en cómo gestiono todo esto que estoy sintiendo. Puedo ser un gran experto en la materia pero, si no reconozco qué siento, qué me está generando esta interacción, ¿cómo voy a gestionarlo, a regularlo? Es difícil que, al final, el comportamiento que se genere en esa relación sea un comportamiento propositivo. Las emociones están presentes en toda nuestra vida y nuestras decisiones están basadas en emociones. Cuando estamos interactuando con la inteligencia artificial hay emoción.
¿Qué importancia tiene, como educadores, esa respuesta emocional? Entramos en el mundo de las llamadas emociones epistémicas, que son las emociones que produce el conocimiento. Hay positivas y negativas. Es positiva toda emoción que me genera bienestar; las negativas son ausencia de bienestar. Podemos decir, según las neurociencias, que en la medida que experimentamos emociones positivas nos aproximamos al conocimiento. Si experimento una emoción negativa, lo evito, no lo quiero, me alejo. Imagínense lo relevante que es que los docentes, que están frente a un grupo, tengan una relación positiva con la IA, con la tecnología. Si se sienten curiosos, fascinados, asombrados, lo van a reflejar en su comportamiento de todos los días y posiblemente a sus alumnos se les despierte la curiosidad de decir “me atrevo”, “yo quiero”.
¿Qué sucede con el maestro que está en las emociones negativas epistémicamente hablando? Genera miedo, ansiedad, angustia. Inevitablemente, ese grupo que tiene en clase podría decir: “mi maestro no tiene ni idea de qué estamos hablando”, “le da miedo y yo soy mucho más rápido que él”. Entramos en el gran tema del rol docente en estos tiempos. Nos empieza a dar miedo. “¿Para qué estamos nosotros, si llegó esta cosa para quedarse, resuelve todo, y mis niños confían mucho más en esta inteligencia artificial que en mí?”. El gran planteamiento que les traigo es partir de una autoevaluación. ¿Cómo me estoy relacionando con este asunto, con esta realidad que llegó para quedarse?, ¿Qué estoy experimentando? ¿Qué pasa si los educadores no reconocemos esas emociones frente a la IA y no sabemos gestionarlas? Naturalmente va a impactar primero en cómo lo vivimos nosotros como docentes, pero lo más interesante es que va a impactar en cómo nuestros estudiantes se aproximan a esta realidad. Depende de nosotros. Todos los que estamos frente a un grupo sabemos que lo que hacemos es vital para que ellos tomen ejemplo. ¡Qué relevante es saber que todo lo que hacemos dentro de un salón de clases tiene un impacto y que, si me muevo desde el ámbito de las emociones positivas, es probable que la relación con la tecnología y la interacción que se tenga con una IA sea positiva!
Desde la educación emocional tenemos el gran reto de aprender a convivir emocionalmente con la IA. Está aquí, llegó para quedarse: “¿Qué voy a hacer con esto? ¿Me alejo, me voy, me da miedo, me frustra, me angustia?” O me subo, aprendo, busco la manera de formarme para estar aquí al tope y usarla con conciencia emocional, no solo conciencia cognitiva, sino también desde el punto de vista emocional. ¿Podemos formar personas emocionalmente sanas e íntegras en un entorno digital que simula respuestas emocionales propias de los seres humanos? Eso da miedo, si yo me conecto a un chatbot y le pregunto algo y me habla como si fuera una persona y me entiende mejor que mi mamá, que mi pareja, que mi maestra, me dice la palabra perfecta… el nivel de empatía es brutal, porque está todo analizado. Entonces, pretendemos los docentes tener personas emocionalmente sanas, cuando les gusta más hablar con un chatbot que con un amigo de carne y hueso.
Un gran desafío, ¿verdad? Pero sí se puede, porque la inteligencia emocional entra aquí con una fuerza tremenda. No todo está fuera de nuestras manos. La responsabilidad es nuestra, desde nuestra inteligencia emocional, para no perder la conexión humana. Ese es el gran reto que tenemos, como maestros y como seres humanos. Estar muy atentos a qué me gusta, qué siento, cómo lo estoy gestionando, cómo me conecto. Siempre hay que estar pendiente de la conexión humana sobre todas las cosas.
Un modelo para el desarrollo de la inteligencia emocional
Como muestra el siguiente esquema, la inteligencia emocional tiene que ver con la capacidad de identificar las emociones que sentimos, saber utilizarlas, guiar el pensamiento, ajustarnos al medio y solucionar problemas:
Pero ¿cómo se logra todo esto? Trabajando mis propias competencias socioemocionales, porque no hay recetas mágicas. La única forma es desarrollar, trabajar y entrenar para que estas competencias emocionales realmente se puedan desarrollar.
En nuestra consultora educativa –CapacitaSE-, desde la que nos dedicamos al desarrollo de competencias socioemocionales en escuelas y otros ambientes, contamos con el modelo de la Red Internacional de Educación Emocional y Bienestar (RIEEB). Manejamos un modelo llamado pentagonal, porque son cinco grandes competencias. Hay muchos otros modelos, pero este es sumamente interesante, porque toca todas las áreas. Las cinco competencias son las siguientes:
- Conciencia emocional. Es la primera competencia que debemos desarrollar: ¿Qué siento? ¿Qué nombre tiene esa emoción? ¿Tengo la capacidad de nombrarla o estoy confundido, no sé ni qué estoy sintiendo? ¿Cómo me regulo? ¿Cómo gestiono esto? Se requiere un ejercicio de conciencia emocional, de autoevaluación, de conectar qué siento yo con relación a esto y medir qué capacidad tengo de ponerle nombre, porque si no tiene nombre, ¿saben qué pasa? No puedo gestionar la emoción. ¿Qué voy a gestionar si no sé ni qué siento?
- Regulación emocional. Una vez que estamos en la gestión, lo siguiente es preguntarnos: ¿cómo controlo mis impulsos? ¿Cómo gestiono la frustración que me da no saber dominar esta herramienta? ¿Me enojo? ¿Me supera el miedo? ¿Me siento sobrecargado, saturadísimo? ¿Qué hago con esto? Ahí está el gran reto. ¿Cómo manejo eso que siento, cómo lo regulo, cómo lo gestiono?
- Autonomía emocional. Esta competencia siento que es vital y la más difícil de desarrollar. Tiene que ver con la responsabilidad acerca de lo que siento. El mundo no es culpable, ni la tecnología, de que mis niños se aburran en mis clases. Asumo la responsabilidad de cómo me siento y todo lo que transmito desde mi emoción. Entonces, tener esa interdependencia es no ceder a la presión, es tener criterio. El pensamiento crítico va acompañado de inteligencia emocional con inteligencia cognitiva, y la cognitiva, en este caso, no es más que criterio para discernir qué es verdad, para saber si esto me sirve o no. Inevitablemente, como seres humanos, hay una interacción permanente, indisoluble, que es cognición, emoción y comportamiento: pienso, siento, hago. Cambio una y cambian las otras dos. Cuando tengo claridad de esa interacción, es necesario meter la inteligencia emocional en esta discusión, porque no se trata solo de aprender estrategias prácticas ni de hacer solo un uso ético y correcto. ¿Dónde queda la emoción que genera todo esto y que, de alguna manera, incide en cómo te vas a comportar y cómo vas a actuar con esto?
- Competencia social. La cuarta gran competencia es la social, quizá a la que más miedo le tenemos. ¿Qué ha pasado en estos tiempos? Ya no nos relacionamos tanto, dependemos de la IA de manera emocional y cognitiva. Nuestra función como maestros tendrá que seguir siendo fomentar interacciones humanas dentro del salón de clases. Si van a usar chatGPT está perfecto, pero pónganse en grupo, resuelvan en pareja, formulen el prompt en grupo. Es decir, no pierdan la interacción social porque nos empezamos a aislar detrás de una computadora o un celular y ahí perdemos mucha conexión.
- Competencias para la vida y el bienestar. Finalmente, todo esto es para que podamos usar la competencia emocional con propósito. ¿Cuántos veces nos conectamos a las redes sociales o a una IA sin saber lo que estamos buscando? Es para pasar el rato, y cuando me doy cuenta pasaron dos horas y no hice nada de lo que iba a hacer ni pregunté lo que iba a preguntar, porque me olvidé en el camino. Necesitamos conexión con sentido, con propósito, con equilibrio, y tener claridad de que yo dirijo a la IA; lo que me va a generar no es más que lo que yo le estoy pidiendo. No es culpa de la IA la respuesta que da; es responsabilidad propia por cómo se formuló esa pregunta. Hoy todos pensamos que las nuevas generaciones leen mucho menos, escriben menos, no saben argumentar, ese tipo de cosas que uno oye en los colegios. Pues una buenísima forma de ponerlos a trabajar es en la pregunta para chatGPT. Vamos a redactar la pregunta, interactúa para que te interpele y que de esa interacción salgas más fortalecido. Mejor aún, me decía un maestro en estos días, yo no califico el trabajo de chatGPT, sino el prompting, para saber si realmente hubo un trabajo. Eso también es una recomendación.
Hay una interacción permanente entre cognición, emoción y comportamiento: lo que pienso, lo que siento, lo que hago.
Una vía hacia la ciudadanía digital
Las competencias emocionales pueden ser el puente entre la tecnología y la humanidad. No son cosas aisladas. Yo creo que esto tiene que estar alineado para que logremos eso que tanto queremos, que es la ciudadanía digital. Que este sujeto que interactúa digitalmente con responsabilidad sepa qué está buscando y qué pretende con ello, y que lo haga de una manera ética y responsable.
Cuando tenemos competencias emocionales, como hemos visto, la IA es una aliada. Es como tener una especie de asistente 24/7 a nuestra disposición. Ese era el sueño de todos cuando estudiábamos pedagogía. Ahora, la tenemos a un clic: úsala con criterio, fórmate, capacítate, búscale dar la vuelta para ver cómo le das el mejor uso. Eso puede ser imparable. El nivel del logro que puedes llegar a tener como maestro acompañado de la IA creo que es inimaginable. Es cuestión de conectar con eso que están sintiendo, con esa gestión emocional y tener un propósito de la conexión.
Por tanto, la IA con inteligencia emocional potencia el rol docente en vez de sustituirlo. Somos unos guías del conocimiento y no debemos esforzarnos por competir en generación de conocimientos. No pelees con eso; únete, súmate y verás cómo realmente no vas a ser sustituido, porque tú le vas a dar a ese niño, a ese alumno, a ese adolescente todo lo que no da la tecnología. ¿Qué creen que es? Ejemplo, inspiración, acompañamiento, que tu rol sea como guía, coach, mentor… Ya no se trata del conocimiento, sino de quién eres como persona. Ese es tu rol en tu salón de clases hoy y, por supuesto, tiene desafíos considerables, porque es impredecible. Creo que la angustia mayor que he visto en los talleres que doy es cómo incorporar la inteligencia emocional, cómo le doy un buen uso si nadie me ha formado. Eso también es una gran tarea, debemos buscar la manera de formarnos como sistema.
Inteligencia emocional y docentes
¿Qué sabemos hoy con relación al sentir? Estoy haciendo una investigación en varios colegios acerca de este tema, y las opiniones de los docentes encuestados son muy significativas:
- “A veces siento que los alumnos confían más en el chat [GPT] que en mí.”
- Mis alumnos el preguntan todo al chat [GPT]. A veces me siento invisible.”
- “Se han vuelto más dependientes, menos críticos y más pasivos.”
Si notas que los alumnos son más dependientes, menos críticos y más pasivos, ¿qué estás haciendo en tu salón de clases para que eso no ocurra? Tú eres el adulto responsable; el alumnado está en una interacción permanente con la tecnología, descubriendo. Así como identifica y explora su identidad como adolescente, también explora la tecnología. Como persona responsable, ¿qué estás haciendo para que esto no ocurra? Hay que hacer también un ejercicio de autoevaluación que tiene que ver, una vez más, con la conciencia emocional.
El pasado 26 de marzo, se presentó en España el estudio “Educar en la era de la IA”, realizado por Empantallados.com y GAD3. Algunos datos son muy relevantes.:
- “El 60% de los docentes considera que no están recibiendo formación suficiente para el uso de la IA”. ¿Quién no se siente identificado con eso?
- “Temen que la IA impacte negativamente en el esfuerzo y la autonomía de los alumnos”. Ya lo decíamos, nos da miedo que el estudiante se vuelva más flojo, bueno, porque tú lo estás dejando. Ya no puedes pelear con eso, pídele el prompt, la pregunta que le hiciste a la IA.
- “El 87% de los adolescentes encuestados considera fundamental la interacción con sus profesores, solo 10% cree que la IA podría llegar a reemplazarlos”. Quiere decir que 9 de cada 10 piensa que el profesor sigue siendo clave. Este dato me encantó, me dio esperanza. Dejemos el miedo; ellos todavía están viéndonos como una persona necesaria dentro de un salón de clases.
Como docente tienes más responsabilidad, no te puedes echar a morir y decir “yo no me voy a meter en esto”, “esto es muy difícil”, “me da miedo”. Si es así, entonces te falta gestión emocional como docente, y puede afectar la forma en que se usa la IA en el salón; empiezas a prohibir, a limitar; los alumnos comienzan a sentir ansiedad y miedo porque tú lo transmites. También se desconoce el potencial, y si tú como docente no le entras, eso puede impactar en la valoración que tienen los alumnos sobre la capacidad de los docentes: “ya no sentimos que mi maestro es tan inteligente ni sabe tanto”.
¿Se cuestiona la necesidad de que el docente esté en la sala de clase? Como les enseñé, no parece estar pasando y doy fe de esto, porque también lo hablo mucho con alumnos y nadie dice “sí yo creo que van a desaparecer los maestros”. Para nada, son dos cosas distintas. Eso me da ilusión, esperanza y compromiso para poder hacer bien esto que nos están confiando.
¿Qué debemos hacer? Comprender el papel potenciador de la IA. Nos potencia, no es un enemigo, todo lo contrario. Tenemos que sensibilizarnos, no resistirnos al avance. Esto llegó para quedarse y sigue con toda la fuerza. Debemos reconocer que la IA puede generar una eficiencia sobrehumana, pero lo que sostiene a nuestra humanidad es la inteligencia emocional. Debemos asumir que la inteligencia emocional es esencial para acordarnos de quiénes somos mientras nos adaptamos. No te pierdas en el camino, mantén tu esencia, “¿quién soy yo?”, “esto me gusta”, “puedo hacer esto sin IA”. Hay que tener autoconfianza, autoeficacia, todos esos autos de los que hablamos de educación emocional. Y hay que recordar que educar va más allá de la mera transmisión de conocimientos; ser un maestro que enseñe, que inspire. Hablamos de valores, de emociones, de relaciones humanas. No todo es tecnología. La tecnología es algo que está ahí y que nos puede potenciar, pero definitivamente nuestro trabajo también tiene mucho que ver con temas emocionales y de valores. Es una transformación digital que requiere una transformación educativa emocionalmente consciente.
Tengo que aprender porque la alfabetización mediática es una competencia finalmente, desde el conocimiento, desde la habilidad, desde el saber ser, pero, sobre todo, a la parte emocional hay que ponerle la lupa y el foco, porque puede ser la diferencia.
La educación es un acto esencialmente humano, incluso cuando se hace desde la tecnología. Por ello, hay que retomar nuestro papel como guías y mentores en un salón de clases. Debemos aprender y enseñar a convivir con la tecnología y sacar su máximo para potenciar lo humano: no perderse en ella, cuidarse, pensar, sentir y decidir. Esto requiere agilidad emocional, ética y pensamiento crítico.
Hablar de IA sin inteligencia emocional nos pone en un lugar complicado para poder entender esto: conectar con quién soy, con mi esencia, con mi propósito, con mis capacidades; confiar en quién soy me va a dar la certeza de que la IA es un complemento, una compañía.
La IA me potencia como ser humano, pero, indudablemente, si no tenemos nuestras propias competencias emocionales desarrolladas, caeremos inmediatamente en un ambiente de tensión, de tristeza, de angustia, de ansiedad. Hay que estar atentos, no nos dejemos llevar por lo malo. Es un avance; usémoslo con criterio. Debemos prepararnos y conectarnos con nuestra esencia. Hagamos que nuestros alumnos realmente conecten con quiénes son: conciencia emocional, regulación, autonomía, competencia social y, finalmente, sentido.
El propósito no te lo va a dar la IA. Puedes interactuar toda una vida con la IA y el propósito propiamente no te lo va a dar. Empiezas a trabajar con ella una vez que lo tienes, pero hay cosas que son natural y esencialmente humanas.
Trinela Fernández es pedagoga, experta en educación emocional y directora de CapacitaSE.