Diez consejos para el cambio sistémico

28 diciembre 2020
Por analogía con un iceberg, los problemas que vivimos día a día constituyen solo la punta visible, mientras que las causas reales permanecen ocultas; son estas causas las que hay que abordar para transformar el sistema (img.: iStock).

Para mejorar o modificar un sistema no basta con modificar las partes individuales, sino que hay que modificar las relaciones entre dichas partes. Es decir, no basta con abordar la parte visible de los problemas (síntomas), sino que hay que ir a las causas ocultas que sustentan y perpetúan estos problemas (estructuras y mentalidades arraigadas).

Después de toda una vida dedicada al cambio sistémico y siendo una de las referentes internacionales más relevantes, Donella Meadows redactó un bello artículo llamado Bailar con sistemas justo antes de morir. La esencia es muy sencilla: a pesar de todo lo que aparente, el pensamiento sistémico no trata de sesudeces complejas y muy mentales, sino de conectar con la intuición. Somos sistemas y vivimos inmersos en un mundo de sistemas. Todo son sistemas. Después de toda una vida de modelos computacionales, esquemas complejos y variables infinitas, Donella Meadows nos trae una sabiduría mucho más cercana y accesible: los sistemas no se piensan, se sienten. Se intuyen. Se bailan. Y es desde esa intuición sentida, en el movimiento que baila con los vientos del sistema, donde podemos transformarlo todo.

Desde su sabiduría y la de otras personas como David Peter Stroh (en Systems Thinking for Social Change), Peter Senge (en La quinta disciplina) y otras  experiencias narradas en la ruta 5 para el Cambio sistémico, os resumimos algunos consejos clave que pueden ser útiles para transformar con mirada sistémica:

Para entender los sistemas que queremos transformar:

  1. Actúa desde la humildad que nos permite aprender constantemente como personas y como sistema, asumiendo que nuestros modelos mentales son incompletos y sesgados y que por ello necesitamos diversidad de perspectivas para afrontar cualquier problema.
  2. Observa cómo funciona el sistema antes de intervenir, buscando el equilibrio entre formar parte (bailar en la pista) y alejarte para comprender (subirte al balcón).
  3. Presta atención a cómo el sistema es responsable de esas cosas que no nos gustan tanto que pasen, en lugar de buscar culpables fuera. Esto puede implicar responder en comunidad a preguntas como ¿por qué, a pesar de nuestros mejores intentos, hemos sido incapaces de solventar el problema? ¿De qué manera somos responsables de que el sistema funcione así? ¿Cómo están contribuyendo nuestros esfuerzos, sin querer, a que las cosas se mantengan como no queremos?
  4. Piensa que no se trata de qué queremos hacer, sino de qué nos llama a hacer nuestro análisis del sistema. Muchas veces empezamos a diseñar proyectos chulos porque nos imaginamos productos concretos y nos encanta motivarnos desde ahí. Sin embargo, al no pararnos a construir desde el análisis sino desde la apetencia, muchas veces no transformamos nada a nivel sistémico.

Para actuar sobre los sistemas que queremos transformar:

  1. Presta atención a las consecuencias inesperadas de tus propuestas. Como cuenta Gloria Jean Watkins (bell hooks), al terminar la segregación racial de las escuelas en Estados Unidos, la educación antirracista paradójicamente disminuyó. Los cambios no son lineales y siempre traen consecuencias inesperadas.
  2. Crea medidas estructurales mirando a largo plazo, menos reactivas a los problemas cotidianos, buscando mejorar los flujos de información y el sistema hacia un mayor nivel de cuidados.
  3. Ten en cuenta que modificar un sistema implica modificar las relaciones entre las partes, no las partes individuales. Crea vías para que las partes se conviertan en la red de personas e instituciones que propaga el cambio. La capacidad de colaboración para el cambio sistémico implica que compartamos un lenguaje común sobre pensamiento sistémico (por ejemplo, el modelo del iceberg), que seamos capaces de tener conversaciones productivas sobre temas difíciles, que nos podamos responsabilizar de lo que está ocurriendo en el sistema.
  4. Genera y refuerza una visión y propósito compartido que guíe las nuevas mentalidades y paradigmas del sistema para los distintos agentes que forman parte del cambio contigo. Reevalúa si los objetivos, estructuras y dinámicas actuales apoyan o debilitan ese propósito. Concrétalo en acciones que llevarán a cabo las distintas partes involucradas: cada una podrá actuar en nombre del total.
  5. Empodera con información y recursos accesibles. Pon a disposición de forma abierta y abundante los recursos de conocimientos, tecnología, experiencia, conexiones y datos. Captar, analizar y compartir datos y perspectivas permiten a todas las partes interesadas tomar mejores decisiones y anticipar y resolver los problemas con eficacia.
  6. Recuerda que no necesitamos que todo el mundo esté involucrado para que se dé el cambio. Los estudios marcan que nos vale un 15 % innovando para generar tendencia (Everett Rogers) o un 3,5 % haciendo desobediencia civil para generar cambios políticos (Erica Chenoweth).

El cambio sistémico requiere paciencia, perseverancia y disposición constante a aprender y adaptarse. Con cada paso que damos hacia una comprensión más profunda y amplia de nuestros sistemas, nos acercamos más a la posibilidad de una educación verdaderamente transformadora, capaz de prepararnos no solo para enfrentar los desafíos del futuro, sino para crear activamente un futuro mejor.


Lectura recomendada:

Educación transformadora: Ejemplos de buenas prácticas de cambio sistémico (ruta 5)


 

[1] Texto extraído y adaptado de: Alberto Rico Trigo y Simón Menéndez Sadornil (2024). Una educación que transforma. Experiencias de Educación Transformadora para un mundo de agentes de cambio. Fundación Ashoka. Barcelona: Cuatro hojas. Disponible en este enlace.