La educación antirracista como clave de cambio social

05 octubre 2020
Un grupo de niños de primaria están afuera en un día de verano. Se abrazan y sonríen mientras se toman una foto grupal / Getty Images.

Ad Júnior es comunicador, influencer digital, presentador y head de marketing de Trace Brazuca, un canal que aborda la cultura afro urbana en Brasil.

Estaba almorzando cuando recibí una noticia por WhatsApp. El artículo trataba sobre algún disturbio en las líneas del metro de São Paulo. El reportero en cuestión caminó hacia un joven negro y le preguntó cuánto tiempo había estado esperando el metro. En ese momento, el presentador del telediario llama al reportero desde el estudio y le pide que le pregunte “si el chico iba a recoger pelotas” (de tenis) en un club frecuentado por la elite paulista (ya que tenía puesta la camiseta del club). El reportero entiende el contenido de la pregunta, lo disimula y hace otra pregunta, pero el presentador insiste: “¿Va a recoger pelotas de tenis en Pinheiros?”

El reportero interroga al joven, que le contesta: «No. Soy atleta de Pinheiros. Juego al waterpolo”. Desde el estudio, el presentador todavía insiste: «Ah, bueno. ¿Qué te creías? Y yo que había pensado que eras uno de los muchachos que me ayudan recogiendo las pelotas en mis partidos”. Algunos distraídos pueden pensar que esta escena es bastante normal. Principalmente porque tiene lugar en un momento previo a la pandemia, es decir, antes de las discusiones que estamos viviendo hoy sobre las relaciones raciales en Brasil. Sin embargo, esta escena es una muestra gratis del racismo estructural y de la falta de una educación antirracista en Brasil Esto se debe a que en cualquier otro país sería difícil encontrar clubes de tenis que tengan el privilegio de contratar a jóvenes en situación de vulnerabilidad para recoger las pelotas después de un partido de tenis. ¡Lo sé porque JUEGO AL TENIS!

Aparte del joven atleta, todos los demás personajes que mencioné son blancos. E, indudablemente como tú y yo, completaron sus estudios obligatorios (educación primaria y bachillerato). En las clases de historia, cuando el tema es Brasil, los hechos suelen contarse desde la perspectiva de los descendientes de los colonizadores que aprendieron de sus antepasados que la narrativa de la construcción de la Terra Brasilis se hizo, más o menos, de la siguiente manera:

  • El “descubrimiento” por los valientes navegantes portugueses;
  • La catequización de los indios;
  • Los grandes señores del café y de la leche (cuyos antepasados eran los mismos que salieron de Portugal).
  • El coraje de los inmigrantes europeos que vinieron para tratar de ganarse la vida lejos de su país natal (¿recuerdan que con esa historia incluso se hizo una telenovela?).

Sin embargo, cuando el tema es África o el proceso de esclavización de los negros en Brasil, todo se dice de manera rápida y superficial. Al final de las clases o del capítulo del libro de texto, siempre hay una imagen de niños negros siendo alimentados por sus “misericordiosos” amos, ese cuadro típico de Debret. En otras palabras: después de todas las atrocidades cometidas contra los negros, algunos creen que todavía deben agradecer la ayuda “cariñosa” de los descendientes de quienes les causaron todo este sufrimiento. Y ni se atrevan a recordar que el continente africano tiene una historia milenaria y que en la mente de buena parte de la clase media brasileña los negros quedaron reducidos a casi 400 años de esclavitud.

“La cena”, Jean Baptiste-Debret (1820)

Me gustaría hacerte una pregunta rápida: ¿cuántos docentes negros has tenido en tu vida? Ya sea en la escuela, en la facultad o los estudios de posgrado. Si logras completar una mano con diez nombres, considérate un privilegiado. Eso no debiera ser así, más aún en un país donde el 54,4% de la población está compuesta por negros y pardos o mestizos (datos del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística).  La pregunta en cuestión se conecta directamente con la escena que mencioné al comienzo de este artículo.

El presentador del noticiero de la escena que describí al comienzo de este texto seguramente vivió buena parte de su vida siendo educado por una sociedad racialmente dividida que no discutía abierta y sinceramente los problemas raciales en Brasil. Una sociedad que entendía, hasta hace poco tiempo, que el lugar de las personas negras era la subalternidad. Durante sus estudios, posiblemente vio que la historia contada sobre Brasil siempre narraba la historia de los europeos, sin recordar la historia de los olvidados de la posesclavitud. En tu aula debía haber pocos o casi ningún estudiante negro. Aquí es donde entramos en un sesgo inconsciente: la mirada que juzga en el primer segundo. Para solucionar este problema todavía necesitamos capacitarnos mucho, y la educación es la clave para que proyectemos una sociedad antirracista.

En su libro “Pequeño manual antirracista”, la filósofa, escritora y docente Djamila Ribeiro trae un interrogante importante: “Llegamos así a la siguiente pregunta: ¿qué, de hecho, cada uno de nosotros ha hecho y puede hacer por la lucha antirracista? Cuestionarse a sí mismo –preguntar, comprender tu lugar y dudar de lo que parece natural– es la primera medida para evitar que se reproduzca este tipo de violencia que privilegia a unos y oprime a otros”. No es normal que mires a una persona negra y automáticamente la juzgues como sirvienta. Sin embargo, necesitamos usar el aparato social para resolver estos problemas.

Primero, tenemos que capacitar a más docentes negros. Revisar nuestro sistema educativo en puntos sencillos, como por ejemplo: explicarles a nuestros hijos que las personas negras no son descendientes de esclavos (porque no nacieron en esa condición), sino que fueron reducidos a la condición de esclavos. Crear una asignatura específica sobre Relaciones Étnico-Raciales en las carreras de grado e incluso en el bachillerato o secundario, para enseñarles a todos los profesionales cómo mirar a una persona negra sin atribuirle características de sumisión. Esto puede empezar por entender que las acciones afirmativas han sido fundamentales para la discusión del avance del país (pero ese es una tema para otro artículo).

Vale recordar que todo esto está lejos de saldar la deuda que este país tiene con las personas negras desde el inicio de la esclavitud hasta nuestros días, al ignorar, encarcelar y no permitir que las personas negras sean tratadas como ciudadanas plenas en una sociedad que se cree igualitaria. Para que podamos equivocarnos cada vez menos, tenemos que reeducar nuestro discurso, redirigir nuestras miradas y repensar nuestras actitudes. Este es, por lo tanto, el primer paso para comprender la importancia de una educación antirracista.

Referências