La escuela de mis sueños

30 octubre 2024
En una escuela humanizadora los alumnos asimilan prácticas de defensa de los derechos humanos y ambientales, y se convierten en agentes transformadores de la realidad. Se educa no solo para obtener el título, sino para la vida (img.: iStock).

Frei Betto esboza las claves de lo que sería para él la escuela ideal: interdisciplinariedad, formación permanente de los profesores, capacidad de desarrollar en sus alumnos el espíritu crítico, y habilidad para resolver conflictos de forma positiva y enfrentarse a la vida desde unos valores éticos.

Una vez me pidieron que describiera la escuela de mis sueños. Bien, en la escuela de mis sueños los alumnos aprenden a cocinar, coser, arreglar electrodomésticos, hacer pequeñas reparaciones de electricidad y de instalaciones hidráulicas, saber de mecánica de automóviles y frigoríficos, y algo de albañilería; también trabajan la huerta, en carpintería y talleres de escultura, dibujo, pintura y música; cantan en el coro y tocan en la orquesta.

Una semana al año se integran en la ciudad, en el trabajo de basureros, enfermeras, carteros, guardias de tráfico, policías, periodistas, feriantes y cocineros profesionales. De este modo, aprenden cómo se articula la ciudad por debajo, buceando en sus conexiones subterráneas que, en la superficie, nos aseguran limpieza urbana, salud, seguridad, información y alimentación.

“En la escuela de mis sueños todas las situaciones límite de la vida se tratan con apertura y profundidad.”

En la escuela de mis sueños, no hay temas tabúes. Todas las situaciones límite de la vida se tratan con apertura y profundidad: dolor, pérdida, quiebra, parto, muerte, enfermedad, sexualidad, amor, ruptura afectiva y espiritualidad. Allí los alumnos aprenden el texto en el contexto: las matemáticas buscan ejemplos en la corrupción de los políticos y en la crisis del sistema financiero; el idioma nacional, en el habla de los presentadores de TV y en los textos de los periódicos; la geografía, en los suplementos de turismo y en los conflictos internacionales; la física, en las carreras de Fórmula 1 y las investigaciones del supertelescopio Hubble; la química, en la calidad de los cosméticos y en la cocina; la historia, en la violencia de policías sobre ciudadanos, para enseñar los antecedentes en la relación colonizadores-indígenas, señores-esclavos, dictadores-ciudadanos, etc.

En la escuela de mis sueños, la interdisciplinaridad permite a los profesores de Biología y de Educación Física complementarse; la multidisciplinariedad hace que la historia del libro se estudie a partir del análisis de textos bíblicos; la transdisciplinaridad introduce clases de meditación y de baile, y asocia la historia del arte a la historia de las ideologías y de las expresiones litúrgicas.

Si la escuela es laica, la enseñanza religiosa es plural: el rabino habla del judaísmo; el chamán o tuxaua, de los cultos indígenas; el cura, del catolicismo; el médium, del espiritismo; el pastor, del protestantismo; el gurú, del budismo, etc. Si es católica, promueve retiros espirituales y la adecuación del currículo al calendario litúrgico de la Iglesia.

En la escuela de mis sueños, los profesores están obligados a hacer cursos de formación y capacitación periódicos, y solo son admitidos si, además de la capacidad, comulgan con los principios fundamentales de la propuesta pedagógica y didáctica. Porque es una escuela dotada de principios éticos, visión del mundo y una idea definida sobre lo que es democracia y ciudadanía.

Esa escuela no forma consumistas, sino ciudadanos. No se enfrenta a la televisión, sino que la lleva al aula: se exhiben vídeos de publicidad y programas y, luego, los analiza críticamente. Se debate sobre la publicidad de los refrescos; se adquiere el producto; se analiza su química y se compara con la fórmula declarada por el fabricante; se denuncian las incompatibilidades, así como las sustancias posiblemente nocivas para la salud. Se desmenuzan los programas de variedades: la propuesta de vida subyacente, la visión de felicidad, la relación animador-público; los tabúes y prejuicios reforzados, etc. En resumen, no se cierra los ojos a la realidad: se cambia la óptica con la que observarla.

Hay una integración entre los cuatro ángulos del espacio escolar: alumnos, profesores, empleados y familias. Y la escuela no ignora las comunidades desfavorecidas vecinas de la misma forma en que contribuye a preservar el medio ambiente local.

La Política, con P mayúscula, es disciplina obligatoria. Se toman muy en serio las elecciones al gremio o comité estudiantil; y, un mes al año, áreas no vitales de la institución son administradas por los propios alumnos. En periodos electorales, los políticos y candidatos son invitados a debates, y sus discursos, analizados y comparados con sus prácticas.

En la escuela de mis sueños, no hay coincidencia entre el calendario gregoriano y el curricular. Juan puede cursar el 5.º año en seis meses o en seis años, dependiendo de su disponibilidad, aptitud y recursos. No es una escuela que tenga como prioridad formar mano de obra cualificada para el mercado de trabajo, sino personas felices y ciudadanos ética y socialmente responsables.

En la escuela de mis sueños es más importante plantar una huerta comunitaria que consumir chucherías con exceso de azúcares o grasas saturadas, educar que instruir, enseñar a cambiar el mundo que ascender a la élite. Dentro de una concepción holística, allí la ecología abarca desde el medio ambiente hasta los cuidados de nuestra unidad cuerpo-espíritu, y el enfoque curricular establece conexiones con los noticiarios de los medios.

“Es la escuela de una sociedad donde la educación no es privilegio, sino un derecho universal, y el acceso a ella, un deber obligatorio.”

En la escuela de mis sueños, los profesores están bien pagados y no necesitan saltar de colegio en colegio para poder mantenerse. Pues es la escuela de una sociedad donde la educación no es privilegio, sino un derecho universal, y el acceso a ella, un deber obligatorio.

Cada aprendizaje se produce en una red de relaciones complejas, pero tiene su punto de partida en las aptitudes cognitivas del aprendiz. Eso supone implicaciones no solo culturales y ambientales, sino también genéticas. Nada de extraño que el hijo del músico manifieste tendencias musicales. Lo difícil es hacerlo interesarse por la Biología. Por ello, muchos estudiantes se preguntan por qué aprender algo que, aparentemente, no tendrá ninguna utilidad en sus futuras ocupaciones.

Por fuerza de la demanda del mercado, la escuela tiene la tendencia a preparar alumnos cada vez más capacitados a la competitividad profesional, que se inicia en la boca estrecha del embudo de los exámenes de selección para el ingreso a la institución. Antes, la competición era característica de juegos, hoy, imprime carácter a la vida social. Con la diferencia de que, en los juegos, su ciclo recomienza a cada nuevo partido, lo que posibilita al perdedor de hoy convertirse en el victorioso de mañana. En cambio, en la vida social, la derrota tiene el sabor amargo del fracaso, lo que engendra frustración y falta de esperanza. Mientras que la victoria atrae la vanidad.


Carlos Alberto Libânio Christo, “Frei Betto”. Fraile dominico brasileño, teólogo de la liberación. Trabajó veinte años en educación popular. Ha sido asesor de movimientos sociales, como las Comunidades Eclesiales de Base y el Movimiento de Trabajadores Rurales sin Tierra, asesor especial Lula da Silva y coordinador de Movilización Social del Programa Hambre Cero. Ha recibido diversos premios, entre los que destaca el premio Paulo Freire de Compromiso Social, que le fue concedido en el año 2000. Es coautor, con Paulo Freire y Ricardo Kotscho, de Essa escola chamada vida (Editorial Ática), entre otros libros.

Más información

  • Segunda parte: Educar para producir sentido
  • Fuente: Fragmento del capítulo 1 “Material didáctico: instrumento de crecimiento personal y formación de la ciudadanía”, por Frei Betto, en la obra Cómo analizar materiales didácticos. Criterios clave para su selección. Editada por Fundación SM y UNESCO.