La exposición a las altas temperaturas dificulta el aprendizaje

Las temperaturas elevadas suponen una amenaza para la salud y, además, contribuyen a un deterioro del rendimiento cognitivo y a mayores riesgos para la salud mental, especialmente entre los más jóvenes, según un estudio internacional publicado el pasado 30 de julio en PLOS Climate, basado en una revisión sistemática sobre los efectos a largo plazo del estrés térmico en el rendimiento cognitivo del alumnado, que explora estrategias y tecnologías de adaptación diseñadas para mitigar estos impactos y examina las disparidades sociales y económicas en el efecto de la exposición prolongada al calor. El estudio sugiere una respuesta coordinada: integrar el confort térmico en la planificación educativa, invertir en soluciones sostenibles y promover prácticas de prevención tanto dentro como fuera del aula.
El calor dificulta el aprendizaje
El estudio, liderado por Konstantina Vasilakopoulou (Real Instituto Tecnológico de Melbourne) y Matthaios Santamouris (Universidad de Nueva Gales del Sur), recoge datos de más de catorce millones de estudiantes en 61 países, y llega a la conclusión de que la exposición prolongada al calor afecta negativamente al aprendizaje.
Las altas temperaturas suponen una seria amenaza para la salud y el bienestar de las personas, pero sus efectos van más allá de los golpes de calor o las enfermedades cardiovasculares: también afectan de manera profunda al rendimiento cognitivo y al aprendizaje, sobre todo cuando la exposición se prolonga durante meses o años. En contextos educativos, este estrés térmico acumulativo puede traducirse en pérdidas de capacidad de atención, memoria de trabajo y resolución de problemas, con un impacto especialmente visible en tareas complejas como las matemáticas.
Cuando los estudiantes pasan largos periodos en aulas calurosas sin ventilación adecuada ni refrigeración, su cerebro se ve forzado a mantener un esfuerzo adicional para regular la temperatura corporal. Esta demanda fisiológica compite con los recursos mentales necesarios para procesar información, fijar conocimientos y resolver ejercicios. Estudios extensos, que abarcan a millones de alumnos en docenas de países, muestran que cada día extra por encima de una temperatura umbral —por ejemplo, más de 30 °C— se asocia con una caída medible en el rendimiento en exámenes estándar.
El calor como factor de desigualdad educativa
El estudio muestra que el problema se agrava en entornos desfavorecidos. Las escuelas con menos recursos suelen carecer de aire acondicionado o sistemas de ventilación eficientes, y los alumnos provienen de hogares donde el acceso a refrigeración doméstica es limitado o inexistente. En estas condiciones, el calor se convierte en un factor de desigualdad: mientras que en centros de mayores ingresos los estudiantes cuentan con aulas climatizadas, en barrios pobres el calor se acumula durante todo el día y las pérdidas de aprendizaje se acumulan curso tras curso. Así, los alumnos de grupos socioeconómicos desfavorecidos sufren una merma de hasta tres veces mayor que la de sus compañeros de hogares más acomodados.
Estos efectos no se limitan a momentos puntuales de exámenes en fechas calurosas, sino que se acumulan a lo largo de años escolares. Las investigaciones de largo plazo revelan que la exposición a temperaturas elevadas durante uno a cinco años antes de las pruebas escolares reduce el “capital cognitivo” de los estudiantes, es decir, el conjunto de conocimientos y habilidades adquiridas de manera continua. Cada año adicional de calor extremo contribuye a un retroceso en la trayectoria de aprendizaje, con un impacto más acusado en asignaturas que exigen memoria de trabajo y razonamiento complejo.
Un efecto más negativo en materias más complejas
El deterioro es más pronunciado en las matemáticas porque estas tareas dependen en gran medida de la memoria de trabajo, de la atención sostenida y de circuitos cerebrales especialmente sensibles al sobrecalentamiento.
La lectura y la comprensión de textos, fundamentadas en gran parte en la memoria a largo plazo y en procesos ya automatizados, resultan menos vulnerables. Por eso, mientras las puntuaciones en lengua pueden disminuir ligeramente, las de matemáticas caen en mayor medida cuando los alumnos soportan calor extremo.
Además, los jóvenes son biológicamente más vulnerables al calor que los adultos. Su relación superficie/masa favorece una mayor ganancia de calor, y sus sistemas de sudoración aún no funcionan con tanta eficiencia. En consecuencia, el alumnado de primaria y primeros cursos de secundaria sufre impactos cognitivos más fuertes que el de cursos superiores. Esto significa que los efectos del calor no están distribuidos de forma uniforme a lo largo de la vida escolar, sino que golpean con más dureza en etapas tempranas, complicando el desarrollo de competencias básicas.
Cómo mitigar los efectos
La revisión analiza dos familias de adaptaciones: la aclimatación fisiológica y las mejoras en los controles ambientales. Por un lado, las personas que viven en climas cálidos desarrollan cierta resistencia al calor a través de ajustes cardiovasculares y de sudoración. Sin embargo, la aclimatación tarda semanas o meses en consolidarse y nunca garantiza una protección total, especialmente en niveles extremos de temperatura. Por otro lado, las soluciones tecnológicas —aire acondicionado, ventiladores, mayor flujo de aire y microclimas controlados— ofrecen una barrera más inmediata al estrés térmico, protegiendo el rendimiento cognitivo al mantener la temperatura corporal en zonas de confort.
El aire acondicionado ha demostrado reducir significativamente las pérdidas de rendimiento en exámenes y en actividades escolares cotidianas. Sin embargo, su despliegue enfrenta dos grandes obstáculos: el consumo energético y la brecha de acceso. En hogares y escuelas de ingresos bajos, la electricidad puede resultar cara o inestable; muchas familias renuncian a usar el equipo para no disparar la factura. Las escuelas públicas en zonas desfavorecidas suelen carecer de presupuesto para instalar o mantener sistemas climatizados. Estas carencias perpetúan la desigualdad: donde más se necesita, la refrigeración no llega.
Para resolver esta paradoja, los expertos proponen estrategias que combinen eficiencia energética y acceso asequible. Una opción es instalar ventilación mecánica con recuperación de calor, que reduce el consumo en comparación con el aire acondicionado tradicional. Otra es diseñar aulas orientadas al aprovechamiento de corrientes de aire natural, techos altos, aleros y materiales reflectantes que minimicen la ganancia de calor. También se recomienda ajustar los horarios escolares para evitar las horas más cálidas del día y aumentar las pausas activas en ambientes frescos.
Más allá de la infraestructura, las políticas educativas deben priorizar la equidad térmica. Esto implica asignar fondos adicionales a las escuelas de zonas cálidas y vulnerables, garantizando la climatización mínima necesaria. Asimismo, es esencial capacitar a directores y profesores en medidas sencillas de mitigación: ventilación cruzada, apertura de ventanas en horarios óptimos y organización de actividades al aire libre cuando la temperatura es aceptable.
Otro nivel de intervención es la sensibilización de las familias y de la comunidad. Enseñar hábitos de hidratación frecuente, uso de ropa ligera y descansos en espacios sombreados puede disminuir el estrés térmico antes de llegar al aula. En muchos contextos, el propio patio escolar o espacios comunitarios frescos pueden convertirse en lugares de estudio en los días más duros de calor.
Riesgos futuros
La revisión también advierte sobre los riesgos futuros: con el calentamiento global, la frecuencia e intensidad de las olas de calor están destinadas a aumentar. Sin intervenciones oportunas, las pérdidas cognitivas se expandirán, ensanchando las brechas educativas y socavando el capital humano de generaciones enteras. En países en desarrollo, donde la penetración del aire acondicionado es baja y la infraestructura escolar a menudo obsoleta, el horizonte es particularmente preocupante.
Por tanto, atajar el impacto del calor en el aprendizaje va más allá de un problema de salud: es una cuestión de justicia social y de desarrollo económico. Proteger el rendimiento cognitivo de los jóvenes equivale a salvaguardar su potencial productivo y su bienestar futuro.
Referencia
- Vasilakopoulou, K; Santamouris, M (2025). Cumulative exposure to urban heat can affect the learning capacity of students and penalize the vulnerable and low-income young population: A systematic review. PLOS Clim 4(7): e0000618. https://doi.org/10.1371/journal.pclm.0000618