Tendencias globales y el futuro de la educación

Es difícil hablar del futuro de la educación, pero podemos observar algunos de los factores que están moldeando ese futuro, y luego preguntarnos cómo podrían combinarse para formar diferentes versiones. ¿Cómo puede ayudar la educación en la transición de habilidades y asegurarse de que nadie quede atrás? ¿Cómo puede ayudar a los estudiantes a desarrollar un propósito que les permita entender y navegar el mundo para encontrar su lugar? ¿Cómo puede reducir las brechas y crear igualdad de oportunidades? Recogemos la visión del director de educación de la OCDE, presentada en el SIEI 2025, organizado por la Fundación SM.
La pandemia nos ha recordado cuán vulnerables son nuestros sistemas educativos y nuestras sociedades ante choques externos. Pero el cambio climático va a alterar nuestras vidas mucho más que esta pandemia. Y la inteligencia artificial pone en tela de juicio casi todo lo que antes dábamos por sentado en la educación. Hay muchos otros factores de disrupción que pueden configurarse de muchas maneras diferentes. Es difícil hablar del futuro de la educación cuando ni siquiera sabemos qué pasará mañana. Sin embargo, podemos observar algunos de los factores que están moldeando ese futuro, y luego preguntarnos cómo podrían combinarse para formar diferentes versiones del porvenir. Cuanto más ágiles seamos para imaginar distintas versiones del futuro, mejor preparados estaremos para cuando finalmente llegue.
Algo que advertimos a nuestro alrededor es el aumento del conflicto global y el incremento de tensiones que suelen derivar en conflictos militares entre poblaciones o sociedades. Todo eso llega a las puertas de las aulas, de los docentes, con niños que a veces llegan traumatizados a clase. Estos conflictos impulsan la migración internacional: los solicitantes de asilo y la migración laboral van en aumento. Al mismo tiempo, vemos un retroceso en la globalización en muchas partes del mundo: restricciones al comercio y aislamiento de las economías que limitan los beneficios de la colaboración y el comercio internacionales. También podemos ver signos muy positivos de la globalización. Por ejemplo, el porcentaje de publicaciones científicas con coautorías internacionales está creciendo. Los investigadores están cruzando fronteras, las mejores ideas se están conectando en redes para colaborar en investigaciones de una manera que antes no habíamos visto a este nivel.
Educación y transformación social
¿Cómo puede la educación fomentar una mayor resiliencia en los estudiantes y cultivar los conocimientos, habilidades, actitudes y valores necesarios para contribuir a un futuro más pacífico, así como impulsar la cooperación entre naciones y culturas? ¿Cómo pueden los sistemas educativos brindar a los migrantes de todas las edades la educación y formación necesarias para integrarse, mientras se promueve el aprecio por la diversidad en las poblaciones de acogida? ¿Cómo puede la educación ayudar a moldear y aplicar un orden económico global que beneficie a individuos y comunidades en todas partes, para que la globalización sea vista en todo el mundo como una fuerza positiva? ¿Cómo pueden los gobiernos asegurar la seguridad en la investigación científica, mientras permiten que florezca la colaboración abierta y la libertad académica? Estas son grandes preguntas que debemos responder.
Como seres humanos, existimos a través de los relatos que creamos sobre nosotros. Eso es lo que la historia representa. Y al mismo tiempo, nuestros datos muestran que, en las democracias tradicionales, la participación electoral está disminuyendo en casi todas las regiones del mundo. Entonces, ¿cómo desarrollamos nuevas formas de participación democrática? ¿Cómo puede la educación contribuir a activar a los jóvenes para que desempeñen un papel significativo, para que entiendan lo que la sociedad espera de ellos y dónde pueden marcar la diferencia en sus vidas y en las de los demás?
Vemos, por ejemplo, en Europa, que los votos en los extremos políticos —izquierda y derecha— están aumentando, una polarización creciente en el espectro político. La brecha de habilidades en educación se refleja también en la polarización económica y política. ¿Cómo podemos generar más capital social, más cohesión, para que las personas sigan participando, aun cuando tengan creencias e ideas diferentes? Eso será un gran reto en todo el mundo. En parte, esto es impulsado por el mundo digital en que vivimos. Notamos casos de desinformación electoral en 53 países de los que tenemos datos, y que van en aumento. ¿Qué significa eso para la educación? ¿Cómo puede la educación empoderar a las personas para enfrentar de manera efectiva los temas que les importan? ¿Cómo aprender de las actividades en línea puede fomentar la creatividad? ¿Cómo podemos pasar del uso consumista de la tecnología al uso creativo, donde no seamos esclavos de los algoritmos, sino que nuestras ideas sean fuente de autoexpresión? ¿Cuáles son los límites realistas de la educación para encarar las polarizaciones que vemos?
Las políticas públicas tienen muchas herramientas para tratar con las consecuencias de la desigualdad, y la política social se enfoca en eso. Pero la educación es una de las pocas herramientas que tenemos para enfrentar las raíces de la desigualdad. Si lo hacemos mal, las personas no podrán prosperar en el mundo que vemos hoy. Las habilidades críticas para distinguir, por ejemplo, entre hechos y opiniones, faltan en gran parte de nuestra población joven. La educación ha sido muy eficaz para lograr que los jóvenes crean lo que dice su libro de texto, pero no para cuestionarlo. Y, en el mundo actual, ya no se nos recompensa por reproducir el conocimiento, sino por cuestionarlo.
La educación es una de las pocas herramientas que tenemos para enfrentar las raíces de la desigualdad
Educación y futuro del empleo
Pasemos a otra dimensión: trabajo y progreso. Es interesante ver que los jóvenes optan por la renuncia cuando un proyecto no les convence. Ya no les interesan tanto los empleos estables ni un futuro a largo plazo. Quieren ver distintas facetas, diferentes experiencias, aspiran a trayectorias laborales que les permitan explorar distintas ocupaciones. Eso implica que la educación ya no puede preparar a las personas para una única clase de ocupación, sino que debe formarlas para trabajos que aún no existen, para usar tecnologías que aún no han sido inventadas, y para resolver problemas sociales que hoy somos incapaces de imaginar. También adoptar diferentes tipos de empleos, no solo uno.
Se puede advertir que, al inicio de la década de 2020, el empleo total en el sector energético, y particularmente en energía limpia, superó al empleo en combustibles fósiles. Eso no significa necesariamente que las personas tengan habilidades completamente diferentes, sino que las aplican en ocupaciones muy distintas y con propósitos diferentes. Esto también exige una gran agilidad en nuestros sistemas educativos y de formación de habilidades. A ello se suma la tecnología. Pueden ver que las habilidades relacionadas con la inteligencia artificial están siendo más comunes, y la demanda de trabajo en IA está creciendo. Aún son números pequeños; el entusiasmo supera a la realidad, pero la tendencia es clara.
También está claro que las cosas que son fáciles de enseñar y evaluar se han vuelto fáciles de digitalizar y automatizar. Las tareas rutinarias están desapareciendo de nuestras economías y mercados laborales. Eso demuestra que nuestra capacidad de extrapolar —de aplicar el conocimiento en contextos nuevos— es mucho más importante hoy que simplemente vivir y trabajar en rutinas establecidas. Con la intensificación de la tecnología, el trabajo también está cambiando. Y cuando unes ambas cosas, obtienes una idea del futuro del trabajo. Hay enormes oportunidades para las personas con las habilidades adecuadas, para hacer trabajos más interesantes.
Las cosas que son fáciles de enseñar y evaluar se han vuelto fáciles de digitalizar y automatizar
El futuro de la enseñanza
Sucede lo mismo con los docentes. La IA les ofrece enormes posibilidades para entender cómo aprenden los estudiantes de distintas maneras, para crear materiales y experiencias de aprendizaje más atractivas. ¿Por qué escuchar a un maestro explicar los resultados de un experimento científico cuando puedes hacerlo tú mismo en un laboratorio? Pero también hay riesgos. Las adicciones digitales están en aumento. Los datos sobre la adicción a los teléfonos inteligentes es algo muy real para los maestros: estudiantes distraídos, y los números van en aumento. Esa es la cara oscura de la digitalización que debemos afrontar. Muchos países han prohibido los teléfonos en las escuelas. No siempre es la mejor solución, pero hay que encontrar un equilibrio: aprovechar la tecnología en la educación y también limitar sus efectos negativos evidentes.
No es sorprendente que, cuando se pregunta a la gente cuál es su principal preocupación en cuestiones de salud, respondan que la salud mental. Muchas otras preocupaciones han perdido importancia, pero la salud mental llegó para quedarse. Una vez más, eso recae sobre los maestros. Necesitan desarrollar una mayor sensibilidad a las necesidades de los estudiantes, no solo como instructores, sino como grandes mentores, facilitadores, trabajadores sociales, diseñadores de entornos de aprendizaje innovadores. Ese es el futuro de la enseñanza.
¿Qué significa esto para la educación? ¿Cómo puede ayudar la transición de habilidades y asegurarse de que nadie quede atrás? ¿Cómo puede ayudar a los estudiantes a desarrollar un propósito, una misión, un sentido de agencia y pertenencia que les permita entender y navegar el mundo para encontrar su lugar? Con la creciente brecha de ingresos y riqueza dentro de las sociedades, ¿cómo puede la educación crear igualdad de oportunidades? Si lo juntamos todo, se trata de encontrar estabilidad entre mantener el mundo en equilibrio —eso es la sostenibilidad— y, al mismo tiempo, permitir que las personas vivan en un mundo estructuralmente desequilibrado.
¿Qué esperamos de la educación en este mundo? Lo primero es obvio: la educación debe ayudarte a descubrir por qué estás aquí en este planeta, qué es importante para ti y qué amas hacer. También debe ayudarte a entender en qué eres bueno y en qué puedes llegar a ser excelente. Ese es un papel fundamental de los maestros: descubrir en estudiantes ordinarios los talentos extraordinarios que muchas veces están ocultos. No basta con darles más opciones. Hay que integrarse para entender a los estudiantes. Ahora, lo que realmente nos hace felices no es solo seguir nuestra pasión, sino crear una mejora en la vida de otros, en el entorno. Ayudar a los jóvenes a comprender qué necesita el mundo de ellos es esencial. Y también, mostrarles cómo pueden ser reconocidos, cómo pueden convertir sus habilidades en buenos empleos y vidas plenas.
Un papel fundamental de los maestros es descubrir los talentos extraordinarios que suelen estar ocultos
¿Qué nos dicen los datos?
En nuestras comparaciones globales PISA, Japón siempre está entre los primeros en lectura, matemáticas y ciencia: 10 de 10.
Pero eso no es todo. Si se analiza un poco más, verán que los estudiantes japoneses no son particularmente felices. Su bienestar psicológico es bajo. Muestran poca agencia, poco compromiso. No toman el control sobre qué, cómo, cuándo o dónde aprenden. Y su resiliencia emocional es baja. En un mundo como el de hoy, es vital poder reinventarse constantemente, enfrentar nuevos retos, no rendirse, tener mentalidad de crecimiento. Solo quiero mostrar que enfocarse exclusivamente en la excelencia académica no es suficiente hoy.
Veamos el caso de México:
La barra académica es corta: los estudiantes necesitan mejorar en matemáticas, lectura y ciencias. Pero México tiene grandes fortalezas: el bienestar psicológico de los estudiantes es mucho mayor que el promedio de la ocde. A diferencia de los japoneses, los estudiantes mexicanos muestran una gran capacidad de agencia, resiliencia emocional, compromiso escolar, buenas relaciones sociales y capacidad para vivir más allá de la escuela. Todo eso es fundamental. Al comparar a Japón con México, podríamos pensar que hay que elegir entre excelencia académica o bienestar social y emocional. Pero es una falsa dicotomía. Miremos a Dinamarca: los estudiantes son buenos en todo. Tienen altos puntajes académicos, son felices, muestran agencia, compromiso, resiliencia y apertura a diferentes ideas. ¿Por qué? Porque están muy comprometidos con el entorno del aprendizaje activo, con el aprendizaje basado en experiencia. Exhiben un buen nivel de resiliencia emocional, y de compromiso con la escuela. También están abiertos a diferentes ideas y perspectivas. En el mundo eso es todo hoy. Es esencial que podamos apreciar diferentes formas de pensar, que estemos abiertos a diferentes perspectivas.
¿Cómo nos volvemos más como Dinamarca? ¿Cómo reconciliamos lo cognitivo con resultados socioemocionales de la educación, para preparar a los jóvenes para el mundo del mañana?
Bueno, el dinero es necesario, pero no suficiente. Observemos el eje horizontal: gasto por estudiante hasta los 15 años. En el eje vertical: calidad del aprendizaje. México invierte poco y tiene resultados bajos. Si invirtiera más, probablemente mejoraría. Pero no es tan simple. En cierto punto, gastar más no garantiza mejores resultados. Estados Unidos gasta diez veces más que Vietnam y obtiene los mismos resultados. Entonces, ¿qué importa más que el dinero? Los maestros. La calidad de la educación nunca superará la calidad de los maestros.
Podemos ver en el siguiente gráfico, por ejemplo, que los estudiantes perciben que pueden confiar en sus profesores:
Sienten que sus profesores los apoyan: “Mi maestro entiende en quién quiero convertirme”, “mi maestro me acompaña en mi viaje”. Esa relación personal está bien establecida. No se trata solo de lo que enseñan, sino de cómo se relacionan con sus estudiantes. En un lugar donde los estudiantes sientan que pueden confiar en sus maestros, que son comprensivos y solidarios, que los entienden y los acompañan, se vuelven aprendices más independientes, toman el control de su aprendizaje y rinden mejor académicamente. Eso exactamente es lo que necesitamos en el siglo xxi.
Esto depende mucho menos del tamaño de la clase de lo que creemos. Hay clases grandes con relaciones fuertes, y clases pequeñas con relaciones débiles. Incide más la organización del trabajo y que los profesores no sean solo instructores, sino también buenos guías y mentores, creativos, innovadores, diseñadores de entornos de aprendizaje innovadores.
Hay clases grandes con relaciones fuertes, y clases pequeñas con relaciones débiles.
Observemos el gráfico anterior sobre la ansiedad. A veces pensamos que, si ponemos las cosas demasiado difíciles para los estudiantes, como los exámenes, porque somos ambiciosos, los estudiantes se preocuparán. No obstante, eso no es lo que muestran los datos. La ansiedad aumenta cuando los estudiantes sienten que sus maestros no son justos o los intimidan. Cuando sienten apoyo, la ansiedad disminuye. Por ejemplo, si le preguntas a un estudiante: “¿Crees que en tres años tu maestro estará feliz de verte regresar a la escuela?” Donde los estudiantes crean que sí estarán menos preocupados por las matemáticas, por decir algo, independientemente del nivel de exigencia y de las demandas que se les impongan. Una vez más, la clave está en una organización escolar que permita relaciones personales donde los maestros sean mentores y guías, donde los profesores puedan construir el tejido social, relacionarse con sus alumnos. Eso es tan importante para mejorar los resultados académicos, pero también para crear un compromiso positivo de los estudiantes con su aprendizaje. La calidad de la educación nunca superará la calidad del profesorado.
Sin embargo, muchos maestros no se sienten valorados por la sociedad. En Francia o Argentina, solo 5% a 7% creen que su trabajo es apreciado. Pero en Corea, Canadá, Sudáfrica, Shanghái, la mayoría sí lo cree. En México, está más del lado positivo: la enseñanza sigue siendo una profesión valorada. Hay que mantenerlo así. Cuando preguntamos a los profesores qué los estresa en su trabajo, estar con los estudiantes no es la respuesta. Lo que sí lo hace es la planificación, las calificaciones, el papeleo y la burocracia. Si aumenta un poco más lo administrativo, el estrés es mayor. El aprendizaje productivo requiere de entornos donde los estudiantes estén junto con sus profesores, donde la escuela se convierta en una empresa social y se minimice la burocracia.
Lo que estresa al profesorado no son los estudiantes, sino el papeleo y la burocracia
¿Cómo hacer más atractiva la profesión docente?
Podemos pensar en el dinero o en la satisfacción laboral. Pero la relación entre salario y satisfacción no es tan clara. Corea paga bien y los maestros están felices. Francia no paga bien y hay descontento. Portugal paga bien, pero los maestros están insatisfechos. Estados Unidos paga poco, pero los maestros dicen que vale la pena.
Lo que sí mejora la satisfacción es el desarrollo profesional efectivo. Los maestros que participan en capacitaciones significativas sienten más satisfacción. Colaborar con otros maestros, observar clases, dar retroalimentación, aprender juntos… todo eso crea eficacia y felicidad. La escuela debe ser un lugar donde todos aprenden, no solo los estudiantes. Combinar autonomía profesional con cultura colaborativa es fundamental. Cuando se les pregunta a los docentes por qué no participaron en cierta capacitación, muchos contestan que no tienen tiempo. Pero el 40% dice que no hay formación relevante. Debemos ofrecer formación que realmente necesiten y valoren.
Debemos crear un ambiente en el que los profesores florezcan; necesitamos construir una cultura educativa donde los maestros sientan que pueden crecer, que la escuela invierte en ellos, que su carrera tiene futuro, que el cielo es el límite. Eso influye en los estudiantes: mayor apoyo, mejores resultados. Todo gira en torno a la agencia profesional. El sistema educativo debe fortalecer la aptitud que los profesores tienen para su profesión de manera individual pero también junto con sus colegas. Estar conectados con una cultura de liderazgo que recompense y respalde esa profesionalización, que los ayude a dar forma a la práctica individual y la práctica colectiva, que los impulse a desarrollar recursos individuales, y también recursos colectivos con sus colegas, eso es muy importante.
Maestros con sentido de pertenencia, que colaboran, que tienen liderazgo pedagógico, que ayudan a sus colegas y crecen juntos. Esa es la base de la satisfacción laboral, de la competencia profesional, del prestigio docente. Y también son los ingredientes para ofrecer a los estudiantes un ambiente en el que se sientan valorados, en el que puedan aprender de manera efectiva y recibir apoyo desde distintos frentes.
Necesitamos sistemas educativos con políticas de recursos humanos adecuadas, que les den a los maestros el espacio, los incentivos y el apoyo para crecer. Redes fuertes de colaboración, liderazgo pedagógico, no solo administrativo. Directores que ayudan a sus equipos a mejorar. Esos son los ingredientes de una cultura educativa que preparará a los jóvenes para un futuro incierto, cambiante, ambiguo. Que les permita desarrollar una mentalidad de crecimiento, que valoren la inversión en el aprendizaje y en el apoyo de sus maestros.
Andreas Schleicher es director de educación de la OCDE y responsable de las pruebas internacionales PISA.