Cuidado, se enseña: más allá de la lección magistral
Si le preguntamos a cualquier transeúnte qué significa “enseñar”, la respuesta más probable hará referencia al esquema clásico de la instrucción directa, también conocida como lección magistral: un docente de pie, delante de una pizarra (digital o tradicional), explica una lección a un grupo de estudiantes que atienden, más o menos en silencio, a sus palabras, probablemente tomando notas que después serán memorizadas y utilizadas para estudiar de cara a un futuro examen. O bien, ese mismo docente plantea algún tipo de actividad práctica (ejercicios matemáticos, preguntas cortas, etc.) a los estudiantes para corregirla posteriormente.
Sin embargo, las posibilidades metodológicas hoy van mucho más allá de esta imagen. Es más, como explican los expertos Michael Fullan y Maria Langworthy:
“En las viejas pedagogías, la calidad de un docente se evaluaba ante todo en términos de su capacidad de impartir contenidos de su área de especialización. La capacidad pedagógica ocupaba un lugar secundario (pues) las ‘estrategias de enseñanza’ equivalían en forma casi unánime a la enseñanza directa… En cambio, en el modelo de las nuevas pedagogías, la base de la calidad del docente es su capacidad pedagógica: su repertorio de estrategias de enseñanza y su capacidad de formar asociaciones con los estudiantes para dominar el proceso de aprendizaje”.
Así pues, un “repertorio de estrategias de enseñanza” amplio y variado representa el mayor tesoro profesional para el docente del siglo XXI. Dominar diversas metodologías didácticas no solo es la mejor manera de que los estudiantes aprendan, sino también la mejor forma de garantizar la inclusión y la equidad, además de responder globalmente a los retos y las necesidades que la sociedad plantea.
Enriquecer la mochila pedagógica
Un buen punto de partida para enriquecer nuestra mochila de metodologías de enseñanza es comprender la relación entre quien aprende, quien enseña y el entorno y la situación en que esto ocurre. El sociólogo suizo Philippe Perrenoud explica que “enseñar consiste en guiar y acompañar un proceso de aprendizaje, actuando sobre la situación y, a través de ella, sobre el estudiante.”
Es decir, el docente no “llena” la cabeza del aprendiz con contenidos por simple transmisión, sino que crea una situación en la cual se ofrecen oportunidades de aprendizaje. Esta es, precisamente, la filosofía detrás de las “situaciones de aprendizaje” presentes en la LOMLOE y también de los diseños creados por docentes en activo y recogidos por Instituto Nacional de Tecnologías Educativas español: en todos ellos el aprendizaje se puede producir a través de la escucha o la interacción dialógica, la lectura o la escritura, la manipulación de objetos y dispositivos y muchas otras actividades individuales, por parejas o grupales, tanto dentro como fuera del aula.
Gracias a esta actividad, el aprendiz se apropia de los contenidos que el docente pretendía enseñar pues quien aprende debe interactuar con su entorno para movilizar sus competencias y conocimientos ante un problema o un desafío determinado. Como explica el científico danés Knud Illeris:
“Todo aprendizaje implica la integración de dos procesos muy diferentes; concretamente, un proceso de interacción externa entre el aprendiz y su entorno social, cultural o material y un proceso psicológico de elaboración y adquisición de conocimiento.”
Las metodologías activas
Con estos elementos se configuran diversos métodos de enseñanza que responden de manera efectiva a esta propuesta de Fullan, Langworthy o Perrenoud: normalmente conocidos como metodologías activas o métodos inductivos de enseñanza, dentro de este amplio paraguas encontramos propuestas como:
El aprendizaje cooperativo en sus muchas variantes.
El movimiento maker en educación.
En la mayoría de estas propuestas metodológicas se propone algún tipo de desafío a los estudiantes (por ejemplo, en el aprendizaje-servicio, el desafío es cubrir una necesidad de miembros de la comunidad, mientras que en el aprendizaje basado en el trabajo el desafío queda definido por el entorno laboral donde éste se desarrolla).
A partir de este desafío, los estudiantes tienen una cierta autonomía para decidir cómo plantear el trabajo (dependiendo factores como su experiencia previa en este tipo de metodologías o su desarrollo madurativo) y cómo llevarlo a cabo; de manera complementaria, la evaluación se desarrolla a lo largo de todo el proceso de aprendizaje y es formativa (es decir, sirve para comprender si el proceso avanza y se produce aprendizaje o no), y no solo como evaluación final.
Centros innovadores
Además, estas estrategias didácticas tienen un amplio desarrollo en el tiempo y a través de distintos sistemas educativos. En España, la incorporación de este tipo de metodologías es una de las marcas de la innovación educativa y representa un factor de calidad y diferenciación de los centros más innovadores del país.
En el plano internacional, son muchos los centros educativos que han constituido su proyecto educativo en torno a ellas y son múltiples las evidencias respecto a las bondades de las metodologías activas (mejora de la actitud, interés por la materia o resultados de aprendizaje). Por ejemplo, el aprendizaje basado en proyectos ha demostrado un impacto positivo en resultados académicos, especialmente en Ciencias Sociales, siempre que se cuente con apoyo tecnológico y al menos dos horas de trabajo semanales en los proyectos.
Más allá de la clase magistral
Expandir los métodos de enseñanza es una constante en la historia. El pedagogo español Francisco Giner de los Ríos ya decía a finales del siglo XIX:
“Transformad esas antiguas aulas; suprimid el estrado y la cátedra del maestro… Hacedles medir, pesar, descomponer, crear y disipar la materia en el laboratorio; (…) que descifren el jeroglífico, que reduzcan a sus tipos los organismos naturales, que interpreten los textos, que inventen, que describan, que adivinen nuevas formas doquiera… Y entonces, la cátedra es un taller, y el maestro, un guía en el trabajo.”
Se puede ir más allá de la clase magistral. Una enseñanza que da valor a la autonomía y la capacidad de actuación del alumnado conduce a formar ciudadanos responsables, activos y comprometidos con su entorno y su sociedad. Ese es el auténtico reto de las nuevas maneras de enseñar.
Fernando Trujillo Sáez, Profesor titular de universidad en la Facultad de Educación, Economía y Tecnología de Ceuta, Universidad de Granada
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Accceso al artículo original.