Literatura juvenil, una nueva edad de oro
Contra el discurso imperante de que niños y adolescentes, abducidos por las pantallas, han dejado de leer, la realidad es que la literatura infantil y juvenil goza de buena salud, cultural y también económica. Como expone en el editorial Agnès Bardon, jefa de redacción del Correo de la UNESCO, “el libro conserva, contra vientos y mareas digitales, su lugar entre los más pequeños”.
Este número del Correo es altamente recomendable para el profesorado, de infantil y primaria y, especialmente, para el de secundaria. Encontrará sugerentes reflexiones de Cath Pound sobre la experiencia lectora y su impacto en el crecimiento armónico del niño; la expansión del fenómeno de los bookfluencers, por Natalia Páez; las posibilidades que abre el diálogo entre palabras e imagen, por Delphine Perret, o una interesantísima conversación con Douglas Rushkoff, teórico de los medios de comunicación que acuñó conceptos como ‘medios virales’ o “screenager”, en la que recuerda la enorme diferencia entre la inmersión en un relato cuando se pasan las páginas de un libro o se desplaza el texto por una pantalla. Además de muchas otras aportaciones de gran interés.
La lectura en voz alta sigue siendo un momento de especial complicidad entre niños y adultos lo que, además, es una buena noticia visto lo importante que son las primeras lecturas para apropiarse del lenguaje, superar los miedos y comprender el mundo. Los propios adolescentes, amantes de romances y de fantasías heroicas, tampoco se hacen de rogar a la hora de sumergirse en espesos volúmenes.
A pesar de su auge, la literatura infantil y juvenil sigue siendo considerada, por muchos, una hermana menor de la literatura, un prejuicio que la condena a una falta de reconocimiento y a una escasa presencia en los medios. Retomando las palabras de Agnès Bardon, “Es como si escribir para niños siguiera siendo, en la mente de muchos, una actividad menor, un eterno subgénero. Michel Tournier, novelista francés autor de Vendredi ou la vie sauvage [Viernes o la vida salvaje], en los años 70 opinaba lo contrario: ‘Es rendir un gran homenaje a los niños y reconocer, como yo hago, que una obra solo puede dirigirse a un público joven si es perfecta (…) El escritor que coge la pluma con una aspiración tan alta obedece, por lo tanto, a una ambición sin medida’. ¿Qué mayor ambición puede haber que ayudar a un niño a crecer y, para un adulto, reconectar con su parte infantil en lo que dura un cuento?”
Te invitamos a profundizar en los contenidos de este número trimestral del Correo de la UNESCO.
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