Nuno Crato: “No podemos pretender que un joven desarrolle pensamiento crítico si no comprende lo que lee”

27 marzo 2023
Nuno Crato (15.º SIEI, México).
Nuno Crato (15.º SIEI, México).

En el 15.º Seminario Internacional de Educación Integral (SIEI), celebrado en México en marzo de 2022, se abordó la cuestión “¿Qué es lo esencial que debe aportar la escuela?”. Para responderla, extraemos unos fragmentos de la conversación -en portugués- de Nuno Crato con Mariana Vieira de Souza, sobre los aprendizajes esenciales.

Crato es profesor de estadística y probabilidad de la Universidad de Lisboa Nuno Crato, y fue el artífice de una sorprendente mejora educativa durante su etapa de ministro de Ciencia, Tecnología y Enseñanza Superior de Portugal, entre los años 2011 y 2015.

Mariana Vieira (MV): Estamos en un mundo muy imprevisible, los cambios están ocurriendo muy rápido y los desafíos que vivimos son cada vez más complejos. Esto hace que sea más urgente preparar ciudadanos para el futuro, pero también para el presente, con miras a que sean aptos para responder a los desafíos, algunos de los cuales ya están presentes, como la crisis climática o la pandemia con la crisis sanitaria que enfrentamos, pero también a muchos otros desafíos que vendrán y no podemos prever. La escuela es un espacio privilegiado para asegurar una educación para el bien común universal, por eso le pregunto: ¿qué es lo esencial que deba aportar la escuela?

Nuno Crato (NC): Creo que esta pregunta no tiene respuesta única, pues depende de la situación en que cada joven se encuentre. Hay muchos de ellos que no cuentan con una formación básica en lectura, en matemática elemental, un poco de historia y de ciencias…; en fin, no poseen las habilidades primarias que les permitan el desarrollo de otras capacidades que son extremadamente importantes para nuestro mundo. Poniendo foco sobre esto, me gustaría señalar una de las herramientas esenciales que muchos jóvenes no dominan: la lectoescritura. En las escuelas es preciso que aprovechen la oportunidad para desarrollar al máximo sus potencialidades, porque se trata de un tiempo muy valioso en su vida.

La lectura (la capacidad de lectoescritura de los estudiantes), es el comienzo de todo en su formación. Encontramos en muchos países que las cosas no están tan bien como nos gustaría. Incluso en los países más desarrollados de la OCDE, vemos que en PISA, a partir de 2009, se percibe un decrecimiento en sus puntajes. Se registra un aumento en los que tienen bajo desempeño (los low-performers), en los que se detectan dificultades en habilidades básicas de lectura. En 2009, había cerca de 19.4% en este nivel, lo que significaba que estos jóvenes no conseguían leer ni entender cosas básicas; esta situación se volvió preocupante porque este porcentaje subió en el último PISA (2018) a 22.6 por ciento. Incluso, en Estados Unidos de América, verificamos que las cosas fueron empeorando, porque pasó de 17.8% en 2012 a 21.7% seis años después. Portugal aumentó dos puntos su porcentaje de alumnos con bajo desempeño: de 17.6% en 2009, resultó un 19.6% en 2018. Esto nos hace considerar que cerca de 20% de los jóvenes portugueses tienen dificultades de lectura extremas. Leen un texto simple (como un manual de instrucciones o una tabla con el horario de un ferrocarril) y tienen problemas para entenderlo. Esto es muy preocupante si pensamos que son jóvenes de aproximadamente quince años.

Sabemos mucho de cómo se aprende la lectoescritura en los primeros años de la escuela. Se trata de una enseñanza sistemática en la que no basta decodificar, sino saber leer con fluidez; no deletrear, sino leer rápidamente, y para eso es necesario practicar. Además, esta velocidad lectora no es suficiente, hay quienes la tienen y a veces no logran percibir de qué trata lo que leen; es lamentable porque importa mucho que lleguen a la comprensión del significado. Para lograr esta habilidad, es necesario saber decodificar, pero también hay que saber de estructura gramatical del idioma y su dominio requiere que hablen con otros jóvenes, que lean buenos textos, que consigan tener contacto con la lengua de una manera más avanzada.

Para subsanar esto, es preciso que en los contextos escolares los jóvenes tengan acceso a buenas lecturas, y es aquí donde aparece esta disyuntiva que he escuchado bastante:

¿Quién lee más lee mejor o quien lee mejor lee más? ¿O esto se da en ambos sentidos a la vez?

En una primera etapa, no se lee por placer, pero se lee. Se empieza a sentir placer a medida en que se gana fluidez en la lectura; con esto logrado, leer es simple. Luego viene el saber distinguir que hay lecturas que son más importantes que otras. Para quien le guste la literatura hay buenas noticias; estudios basados en los datos de PISA mostraron que, para que los jóvenes mejoren su capacidad de comprensión, requieren leer textos largos, más complejos. Entre estos, los de ficción son los más importantes: cuentos pequeños, novelas cortas y largas. Está comprobado que quienes leen ficción varias veces por semana son los que tienen más capacidad lectora.

Es preciso señalar que la calidad de la lectura no es un fin en sí mismo, no es solo para comprender mejor el mundo, sino que también ayuda a tener mayor dominio de las matemáticas. Les permite formular mejor la problematización y desplegar las habilidades aritméticas, la geometría básica, los saberes que son fundamentales para un ciudadano bien formado. Sabemos que estas dos capacidades, la de lectura y la de razonamiento cuantitativo son básicas para los jóvenes de hoy.

Pero la lectura es solo el comienzo; hay que aprender más idiomas. Esto nos permite aprender a ver el mundo con una visión diferente, para que podamos entender al otro, no al de otra escuela u otra ciudad, sino que hay que lograr la aceptación de la otredad en las personas de varios países. Saber idiomas es muy importante para los jóvenes de hoy; el dominio de la lengua materna se debe ver enriquecido con el de otras lenguas. Entre los países de Iberoamérica hay semejanza en nuestras lenguas; debemos aprovechar ese parecido para aprenderlas y que sea ese aprendizaje un vehículo para unirnos más como región.

También hay que saber historia para entender al otro, para saber cómo evolucionó en su pensamiento.

La literatura es un saber fundamental para conocer otras culturas del mundo, para abrir otras puertas. Este es un arte particular y hay otros, así que las artes en general también suman a este propósito.

Todos estos aspectos son decisivos en la formación necesaria para enfrentar el futuro, y para lograrlo es esencial saber comunicar, algo que solo hace con eficacia quien domina la lengua (no solo una, varias), y para esto hace falta leer y escribir mucho.

Es necesario ser capaces de resolver problemas, los cuales a veces son de comunicación y otras veces cuantitativos, pues la matemática es cada vez más decisiva para comprender lo que sucede en el mundo científico y tecnológico en que ya todos nos desenvolvemos. En esta realidad, se convierte en un pilar el sentido crítico para no aceptar a la primera todo lo que se nos dice; se requiere un ojo crítico como base para pensar las cosas y, luego, no solo gestionarlas bien, sino también crear. Esta última habilidad es la que nos hace humanos.

MVEl profesor Fernando Reimers habla de unas competencias globales que considera necesarias para interpretar mejor la realidad, y aclara que estas competencias globales deben apoyarse en valores éticos y en la suma de otros conocimientos básicos, como la lectura, las matemáticas, las ciencias… ¿Cuál es su opinión sobre esto? ¿Qué deben aprender los alumnos en la escuela actual?

NC: Mariana, me has hecho una pregunta muy difícil. Estoy completamente de acuerdo con los planteamientos de Fernando, pero me gustaría destacar un punto. Todas estas competencias globales no pueden ser fomentadas en el vacío, tenemos que desarrollar primero el sentido crítico.

No se trata de decir a los alumnos “sean críticos con todo”, “cuestionen todo”, sino que hay que interiorizar primero los conocimientos para que ellos luego puedan criticarlos, basados justamente en lo que ya saben.

Para desarrollar el sentido crítico los alumnos deben cuestionar y construir por sí mismos los conceptos de la forma más sólida.

Esto lo asocio con el ejemplo de la pandemia, que ciertamente nos ha afectado a todos. Para encarar con actitud crítica los problemas que ha traído consigo, podemos plantear:¿qué es un virus? (saber distinguirlo de una bacteria y que su tratamiento es diferente), ¿cómo se propagan los virus?, ¿por qué debemos luchar contra ellos?, ¿cuál es la función de las vacunas? En fin…, para poder discutir sobre las vacunas desde una posición racional, es necesario conocer toda esta información. También se requieren nociones de probabilidad, porque se dicen cosas como: “Joaquín se vacunó y le dio COVID; Joao no se vacunó y no se enfermó”. Este razonamiento es falso porque no entiende de probabilidades, no sabe que un caso no es aplicable a todos y no entiende cómo funciona la probabilidad de que algo suceda, su aspecto cuantitativo.

MVSiguiendo esta idea de que la escuela falla mucho en la integración de los contenidos de aprendizaje con estas competencias, ¿por qué esto sigue siendo un desafío para las escuelas?

NC: Yo creo que es un desafío para las escuelas, pero también lo es para todos. Muchos adultos cultos se informan con poco o ningún sentido crítico, porque esto implica mucha información y práctica. Por ejemplo, cuando miramos un sitio de internet lo tomamos como fuente, sin cuestionar si todo lo que está en internet es correcto. Muchas veces los adultos nos olvidamos de esto, asumimos la información encontrada sin ningún sentido crítico.

Para desarrollar el sentido crítico, hay varios aspectos en los que los jóvenes pueden ser educados desde el principio:

  1. Mirar internet y siempre preguntarse de dónde procede la información de ese sitio. ¿Quién presenta esa información?, ¿alguien de Twitter o de Instagram o proviene de una buena universidad? Hay que mirar primero las fuentes, y esto no implica asegurar que buenas fuentes no nos puedan engañar, pero la probabilidad de que lo hagan es menor comparada con la probabilidad de que “un fulano de tal” diga algo sin sentido; por esto, es importante mirar de dónde viene la información para valorar su credibilidad.
  2. Procurar buscar puntos de vista contradictorios, buscando el contraste. Bueno, esto es lo que dice este grupo sobre la pandemia, ¿qué dicen otros? Hay que considerar siempre que el mundo es contradictorio, que los adultos también se equivocan y discuten entre ellos por puntos de vista opuestos.
  3. Pensar por sí mismos y ver cuáles son los argumentos a favor y en contra de una premisa.
  4. Relativizar las cosas. ¿Cuándo se dijo esto; en 1890? Tal vez en aquel momento sabían menos sobre el tema de lo que sabemos hoy (seguimos con el ejemplo de la pandemia). Claro que si se tratara de una cuestión filosófica no tendría tanta importancia, pero si es una cuestión científica sí la tiene, dado que a finales del siglo XIX no se sabía lo que eran las bacterias y los virus. A veces los jóvenes no tienen noción de todo lo que avanza la ciencia; los antibióticos y la penicilina son de la Primera Guerra Mundial. El mundo evolucionó mucho y tenemos que darnos cuenta de que es uno de los aspectos en que la escuela debe poner énfasis reflexivo, debe tener un papel más activo en cuestionarles e insistir en que analicen la información y comparen sus versiones.

Que los alumnos cuestionen y construyan por sí mismos los conceptos de la forma más sólida, estas son las recomendaciones generales que yo considero muy importantes para las escuelas.

MV¿Y el papel de las políticas públicas para garantizar que esto suceda?

NC: Hay muchas políticas públicas que generan discusión sobre el papel de la escuela, porque se le atribuyen más cosas de las que puede hacer y, ciertamente, debe hacer muchas cosas, pero, si regresamos a lo del principio, la escuela no puede fallar en lo esencial, en la alfabetización. Entre los seis y los siete años, los niños ya deben saber leer, cualquiera que sea su lengua y su tipo de escritura. Después de la lectura fluida, el conocimiento del mundo, la discusión de los textos, todo esto es algo en lo que la escuela no puede fallar.

Por esto pienso que debemos de tener un equilibrio, porque no podemos centrarnos en buscar que el joven desarrolle un pensamiento crítico si no sabe leer. Me animo a sugerir (y en esto puedo ser falible) que se debe pasar entre 80% y 90% del tiempo escolar centrados en la adquisición de los conocimientos y digamos que entre 20% y 10% desarrollando las habilidades o capacidades generales, estas que asociamos a las competencias globales