Incremento de uso del software educativo en tiempos de pandemia
La crisis sanitaria ha afectado a todos los tejidos productivos y a la sociedad civil en general. Nuestras dinámicas de vida han cambiado, e igualmente se han visto dañados los procesos educativos y el normal desarrollo de la vida escolar.
Desde marzo de 2020 la escuela ha vivido una nueva realidad; una situación anómala en la que hemos experimentado desde un confinamiento total (en el que los centros educativos perdían temporalmente sus estructuras físicas) hasta el momento actual (en el que, dependiendo de las circunstancias sanitarias, se alterna la presencialidad con lo telemático).
En esta situación, la tecnología está jugando un papel fundamental. Tenemos presente que la implementación de herramientas digitales ha sido y sigue siendo un aliado para poder ofrecer continuidad a los procesos escolares. Estas herramientas ya se venían utilizando antes de la crisis sanitaria, pero la situación sobrevenida ha precipitado su asentamiento y su consolidación en lo educativo.
Caracterizar el proceso de enseñanza/aprendizaje en tiempos de pandemia requeriría de un alto grado de profundidad y, sin duda, tendría una base multifactorial. No siendo la intención de este análisis, sí queremos hacer una aproximación a aquellas prácticas que, de forma general, han sido protagonistas en esta “educación confinada” y que pueden ayudarnos a entender los datos que se expondrán a continuación.
Fortalecimiento de los procesos telemáticos
La desaparición eventual de las estructuras físicas de la escuela ha hecho que aulas, salas de profesores o despachos se sustituyesen por videoconferencias que permitiesen la necesaria continuidad de las dinámicas escolares. Esta forma de comunicación “en línea” no tenía cabida en el modelo presencial, y está suponiendo una nueva forma de desarrollar el plano relacional y comunicativo de la escuela. Además, las plataformas que posibilitan la gestión online han tenido más presencia ante situaciones de deslocalización y necesidad de trabajo remoto.
Presencia de los entornos de comunicación y colaboración de las grandes tecnológicas en educación
Vinculado a esta necesidad de lo telemático, se produce un incremento de uso de los entornos de comunicación y colaboración, especialmente marcado en el caso de los gigantes tecnológicos. Estos conglomerados de aplicaciones online ya tenían presencia en educación, pero con la crisis pandémica se han visto fortalecidos, presentándose como alternativa sobre los que pivotar no solo la comunicación, sino los procesos de diversa índole de una forma centralizada. Esto ha supuesto un incremento de uso, tanto en sus elementos nucleares como en aplicaciones accesorias, incluyendo algunas directamente dirigidas a lo académico.
Uso de entornos virtuales de aprendizaje y contenidos digitales
La naturaleza de la situación ha determinado una clara intensificación en el uso de entornos virtuales de aprendizaje y contenidos digitales como respuesta a la necesidad de seguimiento de las clases de una forma virtual y en la que, necesariamente, el libro de texto como recurso físico ha tenido que ser complementado, cuando no sustituido, por recursos y herramientas digitales.
Como señalábamos, más allá de la profunda caracterización, necesaria y a la que, sin duda, dedicará esfuerzos la investigación psicoeducativa, lo que parece palpable a día de hoy es un acto de confianza de la escuela hacia la tecnología.
Con un simple acercamiento a la realidad de la escuela en un momento tan singular, podemos intuir una intensificación en el uso del software educativo; pero la pretensión, desde el paradigma que supone la cultura del dato, debe ser medir y concretar. ¿En cuánto se materializa este potencial incremento?
Tomando como referencia datos de 1182 centros españoles del ecosistema educativo digital SM Educamos, con foco en los cursos 2018-2019 y 2019-2020, observamos un incremento porcentual del 112% en el número de accesos del curso 19-20 con respecto a su predecesor.
Aunque se muestra una tendencia al alza en el número de accesos en los meses comprendidos entre septiembre y febrero, lógica en un software estable, es a partir de marzo en donde podemos observar picos inusuales, de entre un 120% y un 220%, coincidiendo con los meses de mayor restricción de la movilidad debido a la crisis sanitaria.
No habiendo diferencias significativas en el número de usuarios registrados en este sistema entre ambos cursos académicos, hay que destacar que todos los tipos de usuario que interactúan con este software experimentan un incremento de acceso notable.
En el caso de los alumnos (158%), se relaciona con una mayor habilitación de acceso para este tipo de usuario, por la necesidad de seguimiento telemático de las clases y el acceso a herramientas, recursos y contenidos digitales. Esto, además, parece conllevar un aumento del compromiso en los usuarios de tipo familia, cuyo notable incremento de uso (118%) se traduce en un mayor seguimiento de lo académico y participación activa en lo escolar, quizá incentivado por una dinamización más dirigida y potenciada de los canales de comunicación online de las organizaciones hacia su comunidad.
El profesorado presenta un incremento más moderado (31%), y lejos de suponer un agravio comparativo para con los perfiles mencionados anteriormente, responde a un mayor grado de adopción preexistente. Debemos tener en cuenta que este tipo de software se nutre, especialmente, del trabajo docente, aunque todos los perfiles estratégicos de un centro educativo tomen parte. No podemos asegurar una mayor profundidad de la praxis docente en lo digital; será el tiempo el que nos sitúe. Pero, cuanto menos, este incremento expone afianzamiento en el uso del software y, por la naturaleza de la situación, una mayor vertiente comunicativa apoyada en lo digital.
Nuevamente, pero esta vez atendiendo a la tipología de usuario, se observa que entre los meses de marzo y junio se experimenta el grueso de este incremento, más allá de cualquier tendencia al alza en el uso/acceso.
Los momentos de crisis tienen carácter transformativo. Pueden conformarse como mitigadores o aceleradores. Históricamente, tras hitos significativos en las sociedades, se han establecido tendencias, cambios en la forma de pensamiento, en las dinámicas de consumo y, en general, en el comportamiento individual y social.
Sin caer en el juego prospectivo, todo parece indicar que la crisis sanitaria ha propiciado una dinámica creciente de uso del software educativo que, cuanto menos, está colaborando con el necesario asentamiento de lo digital en la cultura escolar. ¿Habrá llegado para quedarse?
Por desgracia, este incremento de uso no puede computar como claro caso de éxito. La “educación confinada” ha puesto de manifiesto realidades como la brecha digital, el reparto desigual de medios en función de la región, la ausencia de proyectos digitales consolidados en la escuela, la falta de capacitación docente, etc. Debemos tener presente que el hecho digitalizador no debe ser entendido únicamente como presencia de la tecnología en los entornos educativos. Sin duda, la estrategia transformadora debe pasar por dotar de infraestructuras, medios y herramientas a la escuela, pero al mismo tiempo que se acompaña a sus agentes con formación específica en el uso de las TIC, metodologías y enfoques pedagógicos, sin olvidarnos de la gestión de las emociones.
La experiencia vivida debe sentar un precedente sobre la necesidad de incorporar definitivamente la digitalización como un concepto transversal a la organización escolar y a sus centros y grupos de interés. Esto pasa por su presencia en lo legislativo; políticas educativas que, más allá de declaraciones de intención, articulen con garantías un proceso de capilarización digital que logre su asentamiento como elemento normalizado e integrado en la cultura escolar.
Carlos Fernández Barral es Responsable Técnico Institucional de SM Educamos