Orientaciones curriculares para la educación digital
Del optimismo tecnológico hacia una integración curricular crítica
A menudo hablamos de “las posibilidades educativas” de las TIC, o de cómo las herramientas digitales pueden “ayudarnos” a dinamizar una actividad de aprendizaje en el aula. Posibilidad, ayuda, son palabras que nos muestran un cierto optimismo, que nos hacen ver que la tecnología trae cosas buenas. Y esto es cierto en muchos casos, pero no es todo lo que hay.
A menudo también tenemos experiencia de que nuestros chavales desde primaria hasta la universidad están enganchados a las pantallas. Quizá hemos percibido que, como docentes en el aula, no estamos al nivel de los estímulos que reciben cuando consumen vídeos en internet, o mientras producen contenidos en redes sociales durante su tiempo libre.
En el primer ejemplo, la educación digital requiere que el alumnado aprenda a usar las TIC para su mayor aprovechamiento en las diferentes asignaturas. En el segundo ejemplo, la educación digital requiere que el alumnado comprenda cómo funciona la economía de la atención y cómo le afecta el diseño adictivo de aplicaciones: cuestiones de impacto social de la tecnología, que sus propios diseñadores están reclamando desde el mismísimo corazón de Silicon Valley.
¿Está presente este enfoque de impacto social en nuestras renovaciones curriculares? ¿De qué depende que estemos considerando una visión u otra en el currículo de la educación digital? Según varios autores, las diferentes orientaciones curriculares en tecnología se han originado de manera distinta en unos u otros países según su momento histórico y el enfoque económico y político predominante en dichas sociedades.
¿Qué visión de la tecnología subyace a cada orientación curricular?
- La tecnología entendida como artefactos que introducimos en el aula (tabletas, ordenadores, pizarras digitales, robots). Usamos una tableta para generar la visualización de una función geométrica con GeoGebra, y usamos una plataforma software donde el alumnado entrega sus tareas. Esta orientación instrumental de la tecnología es la más extendida hoy entre los países de nuestro entorno.
- La tecnología entendida como una forma específica de conocimiento valorado en la industria tecnológica. Cooperación, organización, presentación, iniciativa y responsabilidad son capacidades que es necesario desarrollar para que un proyecto tecnológico funcione. Esta orientación ha sido muy apoyada por la industria en Alemania y ahora es una tendencia fuerte en muchos países.
- La tecnología entendida como actividades propias del ámbito tecnológico para un determinado contexto histórico y económico. Reino Unido, por ejemplo, tiene una larga tradición de orientación para el diseño, y fue el primer país europeo donde se introdujo la programación software en el currículo desde educación primaria. Actualmente, también es notable la influencia económica y cultural de iniciativas como La hora del código en Silicon Valley, y de modelos como el MediaLab del MIT, donde se desarrolló la primera versión de Scratch, el lenguaje de programación por bloques más utilizado en educación.
- La tecnología entendida como valores incorpora la visión de que la tecnología es algo creado por el ser humano en un contexto histórico, económico y político, que no puede ser neutral sino que está cargada de los valores propios de ese contexto. Una manera de observar los valores de la tecnología es aprender sobre su impacto social, y reflexionar sobre las cuestiones éticas que implican máquinas y personas. Estas son las bases de los currículos de ciencia, tecnología y sociedad muy populares en Suecia.
Hacia una integración curricular crítica de la educación digital
No hay unas visiones mejores que otras: todas son válidas. Imagino estas visiones como los cuatro puntos cardinales: Norte, Sur, Este, Oeste. Si solo practicamos una dirección, quizá logramos ir adelante, pero no sabremos encontrar el camino de vuelta a casa. Esto lo sabe bien el gato de Scratch.
La educación para los objetivos de desarrollo sostenible necesita este abordaje integral. Educar para una vida saludable significa aprender a desarrollar hábitos que pongan límites al enganche a las pantallas. Enseñar consumo responsable significa conocer los modelos de negocio de la economía digital que se basan en la extracción de datos. Respetar el medioambiente es también comprometernos con reducir la basura electrónica.
Se trata de buscar un punto de equilibrio entre las diferentes orientaciones. De ir avanzando en cada una de ellas, conscientes también de qué visión de la tecnología subyace en cada caso. Solo entonces empezaremos a integrar esa actitud abierta, curiosa, reflexiva y crítica tan recomendable en la educación digital, y que hasta ahora no sabíamos cómo poner en práctica.
- Bebea, I. (2018) Repensando las tecnologías digitales en el currículo ecosocial, TFM Innovación Educativa, Institución Libre de Enseñanza, UC3M.