Pedagogías transformadoras en la era de la IA

La fotografía que encabeza este artículo —esa vaca asombrada contemplando el tren que resopla ante ella— resume la percepción que muchos sentimos al escuchar las promesas grandilocuentes de los apóstoles de la inteligencia artificial (IA). ¿Realmente debemos incorporar la IA en el aula únicamente porque podemos hacerlo? ¿Cómo lograr que esta tecnología contribuya al propósito de nuestras instituciones educativas? ¿Qué preguntas tenemos que hacernos? Somos nosotros, los agentes educativos y las escuelas, quienes podemos hacer que la IA vaya en una dirección determinada o en otra. Tenemos que creer en nuestra capacidad de influir en el futuro educativo.
Hace un par de años, una gran compañía tecnológica nos invitó a un grupo de directivos a unas jornadas para vislumbrar el futuro. En ellas nos enseñaron cosas que no ves en tu día a día, realmente alucinantes: robots humanoides, drones, realidad aumentada, realidad virtual, IA… Un montón de cosas que supuestamente eran aplicables a nuestro sector educativo.
Y yo, como otros que me acompañaban, nos sentimos un poco como la vaca que ilustra el artículo. No entendíamos nada de lo que pasaba. Hasta que llegó un momento en el que alguien de esa compañía tecnológica, exponiendo uno de los inventos dijo: “mirad, esto es muy importante, porque usando estos drones de esta manera…, la información de esta manera…, los datos de esta manera…, lograremos que nuestros usuarios pasen más tiempo en los escaparates y así maximizaremos la probabilidad de que acaben comprando alguna cosa”. Yo puse un momento el freno, levanté la mano y dije: “pero a ver, está muy bien esto que me estás contando, pero vosotros sabéis que somos un grupo educativo. Tenemos un proyecto educativo en el que hablamos de cosas como austeridad, consumo responsable, es decir, simplificando el lenguaje, preferimos a niños y niñas que tengan pocas cosas y las conserven y cuiden, que niños y niñas que tengan muchas cosas”. La pregunta descolocó un poco y se generó una discusión fuerte. Y ahí saqué mi espíritu combativo y empecé a hablar de cosas sobre cómo hoy tenemos un problema en las aulas con los adolescentes. Estamos hablando de nihilismo, en algunos casos, mucha superficialidad, en otros, de niños que buscan su camino y les cuesta encontrarlo, de subjetivismo, de relativismo, de cosas que están pasando hoy en nuestras aulas con nuestros estudiantes. Estamos hablando de unas cosas cuya consecuencia tiende aparentemente en estos mundos líquidos a una cosa que se llama hedonismo, a una búsqueda de felicidad un poco artificial. Nos pusimos así de intensos en la discusión, hasta que llegó un momento en que nuestra contraparte, la compañía tecnológica, levantó la mano y dijo:” vale, pero esto que me estás contando da igual, porque lo que te estamos enseñando nosotros terminará sucediendo”. Ahí me di cuenta de que hablábamos lenguajes distintos, o sea, no había ventana de comunicación.
Visto de otra manera, si ustedes son asistentes habituales a congresos de educación habrán escuchado en los últimos 15 años aquella idea de “estas son las profesiones del futuro”, por tanto, los colegios deben preparar a los estudiantes para ellas. Es un argumento que no está mal; es práctico, pero esta foto de aquí nos enseña a unos niños que a principios del siglo pasado trabajaban en la mina cuando tenían 12 o 13 años:
En el caso de Gales, había un colegio pagado por la compañía minera y, evidentemente, en el currículum se enseñaban cosas específicas para trabajar en la mina. Es un ejemplo salvaje, los estoy poniendo en conflicto cognitivo. Hoy hay mecanismos de protección de la infancia que están a años luz de esto, pero sirve para ilustrar esa mirada sobre las profesiones del futuro, el “no hay nada que hacer; esto es lo que va a pasar”. Es una mirada determinista del futuro.
En este cuadro del pintor canadiense Robert Harris vemos a una maestra que intenta convencer a unos señores que están muy cerrados en su actitud; uno tiene el puño cerrado, ella tiene la mano abierta. Esta maestra les está diciendo “señores, sus hijos están en mi colegio; yo soy la maestra y les pido por favor que tienen que seguir estudiando”, porque ellos querían que fuesen al campo a trabajar con ellos; necesitaban mano de obra:
Hay una analogía espectacular. Esta maestra está discutiendo el estado de las cosas. No está teniendo una actitud determinista. El hecho de que siete generaciones anteriores hayan trabajado en el campo no es motivo para que la siguiente lo siga haciendo. Está teniendo una actitud de valentía y de liderazgo transformador.
IA y transformación educativa
Quienes nos dedicamos a la educación, debemos tener obligatoriamente una mirada utópica. Por ello, cuando hablamos de transformación, la educación tiene que ser una palanca que lleve a una sociedad más justa y equitativa. Sí, es probable que acabemos perdiendo esa guerra y, aunque sea utópica, tenemos que darla, pero si en algún sitio se tienen que cuestionar cosas que parecen absolutamente incuestionables es en el colegio con nuestros estudiantes.
Evidentemente, la IA la haremos buena o mala nosotros. No es aquello que nos dicen que va a pasar. Somos nosotros los que vamos a hacer que vaya en una dirección determinada o en otra. Nos tenemos que creer desde los colegios y desde el sector que tenemos una capacidad espectacular de influir en el futuro. Insisto, luchamos contra gigantes con buenas o malas intenciones, pero debemos creernos que tenemos capacidad de influir en el futuro con la IA, y aquí lo extiendo a la ciencia y el conocimiento.
De hecho, la discusión actual en relación con la IA no es nueva. Cada vez que ha habido una revolución científica la reflexión ha sido la misma, es decir, si se usa bien, vamos a ir por un buen camino y, si se usa mal, el conocimiento tiene un potencial destructivo muy grande. El mensaje que estoy lanzando es que nosotros tenemos capacidad de influencia como sector educativo, y lo estoy reclamando y poniendo en contraposición a muchas miradas o posicionamientos políticos y, diría, tecnológicos (me refiero a grandes compañías tecnológicas que están adquiriendo un poder gigante).
¿Qué necesitamos saber sobre IA?
El mundo de las disciplinas es, para muchos, un concepto absolutamente viejuno, un poco discutido. Pero enfrentar campos de conocimiento con disciplinas nos parece una falsa dicotomía. Creo que son algo complementario. El objetivo del aprendizaje y del colegio es que al final los estudiantes, cuando aprendamos, seamos capaces de vincular conocimientos de distintas disciplinas. Es obvio que el mundo es interdisciplinar. Sin embargo, las disciplinas sí nos han ayudado a ordenar campos de conocimiento, han permitido hacer currículos, son una buena muleta para acompañarnos. ¿Cómo hacer esto mismo con la IA?
Estamos teniendo muchas conferencias e intervenciones en las que hablamos de IA en educación, pero son excesivamente genéricas. No lo eran hace dos años, pero, a medida que vamos avanzando, creo que debemos acotar más. ¿Qué necesitamos saber sobre la IA?
- Lo primero para hacer esa taxonomía, que nos puede ayudar a nosotros que somos profesionales, profesores y directores de colegio, es saber cuál es el campo de conocimiento, ¿qué es lo que tengo que abarcar? Esto solo es una propuesta, una idea muy sencilla. De entrada, un primer campo de actividad es comprenderla, pero esto ya no es tan fácil. Uno la puede comprender desde una perspectiva histórica. Babbage, Turing, Penrose, Kurzweil van en esta línea sobre qué es la conciencia. Hay unas bases matemáticas de la IA que son distintas de las bases históricas o filosóficas. Hay una parte que es usar la IA para la vida, para mi día a día, y hay otra parte que es desarrollar IA; son cosas distintas, un campo en sí mismo.
- Otro campo es la ética de la IA que, para nosotros, en SM, es nuclear. Aquí estamos hablando de propiedad intelectual, del impacto de la IA en las relaciones humanas, esto nos preocupa muchísimo. Les voy a poner un ejemplo: la tecnología ha permitido enviar las notas o las calificaciones de nuestros hijos e hijas por mail a los papás y yo estoy trabajando en una reunión y me llega un mail con las notas de mis hijos. Eso está muy bien evidentemente, pero, una vez, un padre de mi colegio me llamó a la puerta y me dijo “Carles, esto que habéis hecho está muy bien, pero es que antes venía mi hijo, me daba las notas y yo me sentaba al sofá con él”. La tecnología ha cambiado esto, ya no lo hago. No me estoy posicionando, no digo que está bien o mal, lo que digo es que según qué usos se le den a la tecnología será su impacto en las relaciones humanas y tenemos que analizarlo; tiene que estar encima de la mesa.
- Hay creatividad aliada a la competencia, otro campo ligado al impacto ecológico de la IA. Cada diez preguntas simples que hacemos a ChatGPT son un litro de agua que se gasta; cada fotografía que sacamos con una herramienta son unos 100W por hora que se consumen de energía. Google se ha bajado de su objetivo de emisión cero por la IA; se están volviendo a abrir centrales nucleares por el consumo que va a hacer la IA. Microsoft va a consumir casi la energía que consume Hong Kong, solo para consultas. Estas son certezas, hechos, certezas matemáticas. Tampoco digo que esté bien o mal, pero tiene que estar en la reflexión.
- Finalmente, la IA en el contexto escolar también constituye un campo muy amplio. De hecho, la primera pregunta es: ¿tenemos que enseñar cosas a los niños de IA? El currículum cambia, evidentemente. A veces nos llegan noticias que parecen absolutamente exageradas. Por ejemplo, una noticia dice que China va a formar a sus estudiantes ocho horas al año en IA. Es tanto como decir nada, ocho horas al año son veinte minutos a la semana. ¿Qué les tenemos que enseñar a los niños? Cuando a un niño de primaria, en el currículum, le estamos explicando un concepto, por ejemplo, la privacidad, ese concepto no necesita ser trabajado con una computadora, es un concepto filosófico. Para que nuestros adolescentes usen estas herramientas con criterio, lo que antes hacíamos más o menos bien ahora lo tenemos que hacer con todo el énfasis y potencia posible: privacidad, derechos de autor, respeto, estas cosas se enseñan de pequeño y tienen una potencia. En estos currículos de IA, ¿qué es el concepto de privacidad?, ¿qué quiere decir que yo puedo robar una foto? No necesito practicarlo con una computadora para hacerlo. Hay herramientas para profesores de apoyo a la enseñanza y herramientas para alumnos para el progreso del aprendizaje.
Casos de uso cada vez más numerosos
El parque de aplicaciones de IA es ingente y va creciendo cada día. Nosotros en la compañía estamos ordenando, taxonomizando y categorizando casos de uso de IA. Tenemos muchos casos de uso identificados y habrá más. Intentamos que esos casos de uso tengan un trasfondo pedagógico educativo detrás. Hay muchísimos que son auténtica comida rápida educativa, es decir, se ve que no tienen una idea pedagógica o didáctica detrás, pero hay muchos que sí y serán ingentes los casos de uso que van a salir.
En la pandemia todos nos convertimos en médicos e inmunólogos. Ya sabemos perfectamente la diferencia que hay entre una prueba de concepto, es decir que un ratón no se te muera en un laboratorio, y lo que es desplegar sistemáticamente un medicamento en una población. ¿Qué les quiero decir? Si mi rol es ser directivo en un colegio, mi razón de ser es el despliegue sistemático y construir hábitos de trabajo que perduren en relación con el trabajo con IA, para ello tengo que pasar antes por el laboratorio, pero este es el objetivo final. Hoy, estoy viendo muchas iniciativas, muchos ratones en el laboratorio que todavía mueren.
¿Qué estamos haciendo? Estamos intentando categorizar o montar un sistema que ayude a la toma de decisiones, a una discusión estratégica, a algo que no sea una discusión absolutamente aleatoria, de ansiedad, de “tengo que hacer muchas cosas”, o una discusión de “tengo que ir rápido”.
Un primer criterio de clasificación que estamos usando es determinar cuántos casos están consolidados, cuántos son prometedores y cuántos son de investigación y desarrollo.
Ustedes deciden dónde ponen el esfuerzo (o el dinero). Si lo ponen en algo consolidado, es probable que consigan cosas a corto plazo. Si lo ponen en algo prometedor, a corto plazo no van a conseguir nada, pero sí a medio plazo, y van a aprender por el camino. Si lo ponen en investigación y desarrollo, esperen un año y medio o dos años. Es una decisión que tienen que tomar con quien se apoyen para trabajar, y en función de su estrategia tendrán un racional, una forma inteligente de decidir o explicar a sus familias, a su público, por qué están tirando por un camino o por otro.
Otro criterio de clasificación que estamos usando es según el rol del docente:
En el esquema aparecen tres categorías:
- La primera contiene casos de uso en los que el docente siempre está intermediando entre la IA y el estudiante. En estos casos, la IA es un copiloto, un secretario, un ayudante. Vamos a potenciar al docente, que no tenga que hacer todas las tareas repetitivas y de bajo valor añadido para dedicarse a aquello que tiene alto impacto, que es la relación con el estudiante, la conversación, el feedback, la mirada, etc.
- La segunda contiene un enfoque intermedio, colaborativo, mediado.
- La tercera se refiere a otros casos de uso que son autónomos o centrados en el estudiante, es decir, el estudiante interactúa solo con esta IA y aprende.
Las tres categorías tienen potencial, pero nosotros, como compañía, nos estamos centrando en el docente, porque creemos en la profesión; creemos que tenemos que dignificar la profesión del docente y vamos a ofrecer herramientas para potenciar al profesorado; creemos que los docentes tienen que ser los mediadores de la enseñanza.
Una recomendación para directivos
En el caso de los directores, su ámbito de actuación es el colegio, no el aula, ni tampoco el desarrollo de experimentos aleatorios; es el colegio. Cuando hagamos políticas o estrategias basadas en IA, nos interesa mucho saber identificar si estamos haciendo una exploración individual (por ejemplo, hay un profesor que está probando cosas, y eso hay que identificarlo, sistematizarlo y ordenarlo), o si se trata de una práctica emergente (es decir, que tenemos un grupo de profesores que está haciendo algo más o menos común), o advertir si realmente es una adopción institucional (cuando estamos hablando de que el colegio tiene unos hábitos sistemáticos de uso de IA).
Es muy difícil llegar a una adopción institucional sin pasar por una exploración individual o emergente. El equipo directivo debe tener conciencia de este esquema de actuación. Estas tres pautas le pueden servir para armar un discurso estratégico que sea la herramienta con la que defiendan el proyecto delante de los apoderados, de las familias, de la administración y de la comunidad. Básicamente, debemos centrarnos en sistematizar y ampliar y llegar a todo el colegio.
A nosotros nos gustaría ser la profesora del cuadro de Robert Harris a la que le brillan los ojos cuando explica cosas, que tiene ilusión, una mirada esperanzada del futuro y de la educación; que cree en su poder transformador. Debemos luchar, aunque vayamos a contracorriente, contra ese determinismo o contra esas ideas predeterminadas que no nos gustan.
Carles Suero es director global de educación de SM.