Salir del laberinto. La falsa dicotomía tecnología-pedagogía

Conversamos con Elisa Navarro, desarrolladora de videojuegos y directora de Gold Bug Interactive, y Fernando Valenzuela, experto en tecnología educativa, en torno al binomio tecnología-pedagogía. El diálogo tuvo lugar en el marco del SIEI 2025, organizado por la Fundación SM en México.
¿Pedagogía o tecnología?
Marcelo Torres (MT): Les invito a descifrar juntos este binomio que genera no pocas tensiones en la escuela:
Fernando Valenzuela (FV): Hace muchos años me di cuenta de que empezaba esta transformación digital y que a la gente que entendía la pedagogía le costaba muchísimo trabajo entender la tecnología. Empezamos a construir puentes y hoy estamos en una transición donde tecnología y pedagogía capital —o sea, recursos, inversiones, espacios físicos— nos permiten tener un impacto que antes no era posible. Cuando hablamos de las nuevas pedagogías en un mundo en el que todo el conocimiento de todos los seres humanos está disponible para todas las personas y hay herramientas que pueden responder cualquier examen en forma más satisfactoria que un premio Nobel, nos pone frente a una disyuntiva de decir “ahora, ¿a qué le vamos a llamar inteligencia?”, “¿cómo evaluamos el aprendizaje”.
Me voy a referir al proyecto que desarrollamos con Eufrosina Cruz, en su escuela, en Santiago Quiegolani, a ocho horas de Oaxaca. Una de las iniciativas que llevamos a cabo fue que esas niñas y niños de la comunidad pudieran ver su futuro; pudieran verse como protagonistas de su futuro y tuvieran la emoción y capacidad de decir no me gusta o sí me gusta. En eso, no había materias; había emociones y confianza. Quienes más sufrieron ese cambio en muchos sentidos fueron los docentes, pues no sabían enseñar emociones o manejar las emociones. No sabían generar la confianza. Lo que sabían era seguir un programa académico que les decía que cada semana tenían que hacer ciertas cosas. La pedagogía de hoy debería tener elementos para diseñar o imaginar futuros, para verse como protagonistas en esos futuros y verse conviviendo con otros.
Hicimos un ejercicio basado en un libro que se llama Colaborando con el enemigo sobre cómo aprender a colaborar con alguien que piensa distinto a mí o que no me genera confianza. Entonces, colaborar, diseñar futuros, manejar emociones, divertirse en la educación y hacer evaluaciones de cómo me siento, qué me ilusiona, qué rol juego y cómo convivo es una pedagogía muy distinta a decir “la página 32”, “el examen”, “la respuesta correcta”, porque hoy ya no hay respuestas correctas.
Elisa Navarro (EN): Yo sumaría esta sensación de que la escuela no está dando lo que tiene que dar para el contexto en el que estamos. El problema es que todavía estamos nombrando las cosas de forma binaria: hombre-animal, tecnología-naturaleza, yo y el otro. Y se queda corta esta forma dicotómica de nombrar la realidad. Me parece que, ante el laberinto que nos plantea la pregunta “¿pedagogía o tecnología?”, deberíamos considerar, como dice Bernard Stiegler, que nosotros como humanos somos tecnología. Siempre lo hemos sido; es una extensión nuestra. Si pudiéramos dar por hecha esa situación y dejar de pensar como confrontación esos dos ámbitos, podríamos empezar a pensar que, si ya tenemos esas herramientas, ahora qué sigue.
En términos de pedagogía, el problema es que las escuelas no les están permitiendo a los chicos imaginarse un futuro. Nosotros estamos supuestamente al final de una “modernidad”; estaba el Antiguo Régimen, el sistema de autoridades y llegó la modernidad con el humano al centro. Nosotros, al centro, empoderados con la ciencia, el positivismo, íbamos a llegar muy lejos, y nunca llegamos.
Aquí el tema es a qué estamos transicionando como mundo en términos de cultura si los estados nacionales están en crisis. Los alumnos no saben por qué quieren estudiar, porque no tienen la certeza de si con ello se les va a garantizar un trabajo. Todo el tiempo les decimos que los trabajos que existen ahora no estarán en el futuro, situación de la que no tenemos certeza; probablemente la mayoría de los trabajos sigan y todo transicione lento. No obstante, tenemos esta sensación de un futuro apocalíptico que llegará con cambio climático, inundación y caos. Eso estamos transmitiendo. ¿Cómo logramos que los alumnos se empoderen para pensar en un futuro que sí se imaginen? En realidad, nos cuesta trabajo pensar en posibles futuros positivos. Quienes piensan en posibles futuros positivos muchas veces le meten tecnología para resolver el tema, cuando los temas están un poco más profundos. Van a la raíz de saber qué necesitan los chicos para sentirse seguros, para no tener ansiedad, para no estar todo el tiempo tomándose selfies, para no tener un tema de incomunicación con el otro. ¿Cómo hacemos para que las escuelas trabajen para que los estudiantes sientan empatía, se sepan comunicar, trabajen en equipo, sepan dialogar y tomar decisiones, y tengan las habilidades críticas para que realmente puedan trabajar en algo que nos podamos imaginar? Creo que el ejercicio de imaginación tendría que estar todo el tiempo en las escuelas.
Reimaginar futuros
MT: Hablando específicamente de pedagogía, pareciera que el planteamiento que hacen es que debe abarcar a la tecnología, no necesariamente al revés. Pareciera que estuviéramos en un mundo distópico donde la tecnología se come todo. Lo que ustedes están diciendo tiene que ver con que la pedagogía puede hacer de la tecnología una herramienta. ¿Es a través de la ejecución, la práctica concreta, la didáctica?
EN: Yo creo que, en un mundo que saca 93 millones de selfies al día, la tecnología está presente. No podemos decir que no está. ¿Cómo acompañamos los procesos en las escuelas? ¿Cómo hacemos para que justamente la tecnología no nos gane? A mí me parece que todavía estaría muy lindo pensar las escuelas como espacios utópicos en donde aún podemos jugar a ser sociedades que imaginamos. Podemos hacer lo que en los juegos se llama un círculo mágico, en donde las cosas que los niños hacen dentro de las escuelas no tienen consecuencias directas en el mundo de la toma de decisión de los adultos y pueden practicar. Es decir, tenemos que acompañar a los estudiantes en esos espacios escolares para que puedan usar todas esas herramientas y poderlas aplicar.
FV: Lo complemento con esto de que pensábamos que aprender, para que fuera riguroso, tenía que ser aburrido. Pensábamos que expulsar las pantallas era lo pertinente para que fuera riguroso y para que fuera aburrido, y para que nuestros estudiantes estudiaran en el siglo xix y luego ver si podían ser exitosos en el siglo xxi. La realidad es como si hubiéramos perdido la batalla contra la tecnología. Nosotros hicimos un estudio y vimos que en redes sociales no había más de 3% o 4% de contenido educativo; en los videojuegos, no había más de 12%. Ellos nos ganaron la batalla de la distracción, de la atención, del enganche y nosotros, en la educación, tenemos muchos más elementos para ganarles esa batalla, pero hemos lanzado hacia afuera la idea de que eso corresponde a otros.
Les voy a referir dos ejercicios que hicimos con estudiantes. En Colombia, pedimos a niños de 8 años imaginar su futuro. Teníamos una persona que convertía lo que narraba el niño o la niña en un prompt de IA para una imagen de una niña o un niño en ese futuro imaginado. Las caras de esos niños cuando veían reflejada en pocos segundos su imagen del futuro fue increíble. En el segundo ejercicio hicimos un simulacro de un trabajo, pero le pusimos una característica: las niñas siempre iban a ser las jefas. Lo que buscábamos eran dos elementos: cómo se sentía la niña siendo jefa de los niños y cómo se sentían los niños teniendo que responder a una niña como jefe. Esas experiencias que van más allá de la materia de la clase son diseños que no tienen que ver con tecnología, pero que usan la tecnología para enganchar e imaginar. A eso le llamamos la inteligencia aumentada. Nosotros teníamos, como Eufrosina, la suerte de tener un profesor que nos cambia la vida, pero a lo mejor hay siete profesores mediocres. Hoy ya no podemos darnos el lujo de tener un profesor o profesora mediocre. Todos deberíamos tener un alto desempeño, pero en función de cada uno de esos niños.
EN: Creo que ya estamos yéndonos hacia la didáctica en el sentido de cómo acompañar esos procesos. Desde hace 15 años me dedico a desarrollar videojuegos educativos y lo que puedo decir es que las experiencias en el aula con niños que están interactuando con su aprendizaje, es decir, que están aprendiendo mientras hacen las cosas, en lugar de tener una simple transferencia de conocimientos, es poderosísima. En los juegos, haces por prueba y error, tienes objetivos claros, retroalimentación inmediata, sociabilización, multimodalidad; tienes niños que aprenden mientras leen, ven, escuchan. Está la cuestión emocional y las narrativas. Es tal la cantidad de opciones al aprender con un videojuego que, de repente, escuchar a alguien y tomar apuntes se vuelve complicado. En términos de retención, está muy claro que los videojuegos generan mayor retención que una persona hablando en el aula a las 12 h de un día caluroso, después del recreo. Ahora bien, no podemos vivir todo el tiempo con el estímulo de los videojuegos, pero lo que podemos hacer es ir jugando en ese equilibrio entre estimular, acompañar, o hacer que, a lo mejor, el juego sirva para bajar la ansiedad, leyendo textos largos dentro del juego. Está muy claro el poder que pueden tener todas estas herramientas en el aula.
FV: Déjame complementar esto que dices, Elisa, porque, en plena pandemia, cuando decíamos que no podemos enseñar con tecnología, porque no tenemos acceso ni conectividad, hablé con empresas de videojuegos y de redes sociales y resultó que México, Colombia y Brasil tienen el mayor porcentaje de jóvenes conectados durante el mayor porcentaje de horas. Hicimos un estudio y dijimos, ¿qué pasaría si League of Legends fuera una materia? Pues la estarían estudiando 218 millones de horas. De lo que te das cuenta es de que los juegos a los que se refería Elisa hacen una cosa muy simple: en los juegos empiezas con una emoción. Hay emociones positivas y negativas. La emoción te hace tomar una acción con la que tienes una retroalimentación. Cierro este ejemplo con una reflexión. Todos tenemos una tía; mi tía Picu juega a los videojuegos. Cuando ella pierde, dice “lo voy a intentar de nuevo”. Cuando un estudiante pierde en la educación, dice “yo no sirvo para las matemáticas”. Cuando mi tía gana en un videojuego dice “cuál es el siguiente nivel”. Cuando un estudiante gana en la educación, dice “si ya saqué 8 para qué quiero 9”.
¿Cómo cambia el rol de las y los docentes?
MT: ¿Cuál es el rol de los docentes en el manejo, el aprovechamiento y el diseño de estas didácticas? El rol de todas las personas que median entre estas capacidades de orden tecnológico o de videojuegos con las infancias. ¿Cómo lo ven ustedes?
EN: Yo veo todavía docentes aterrados, completamente paralizados. Sienten que los videojuegos son un mundo que no conocen. En parte tiene que ver también con los papás; tampoco los conocen. Creo que se vuelve muy difícil que un docente que tiene miedo se empodere, busque las herramientas, las asimile y luego las intente utilizar en el aula, si además tiene un programa y una serie de cosas administrativas y un horario. La mezcla aquí siempre ha sido muy complicada. No hemos dado chance a que los docentes realmente tengan ni la capacitación ni el tiempo para empoderarse frente a estas herramientas. Por eso sienten que los alumnos van por delante todo el tiempo. Hay muchas posibles estrategias, pero creo que lo primero, como instituciones, es quitarles el miedo y darles la oportunidad de que se equivoquen, como te equivocas en los juegos, una y otra vez con los alumnos. Y que, si no sirvió este juego, hay otro lleno de herramientas, eso sí, muchas en inglés. El tema de la representación local en español de Latinoamérica se vuelve complicado, pero lo hay. Si las buscas, está lleno de herramientas gratuitas. Si hay presupuesto, está lleno de herramientas muy interesantes. Creo que como instituciones valdría la pena pensar en un fondo dirigido a software, a que el docente se capacite en cursos en línea y, además, tengo el interés de que lo intente muchas veces y que tenga la comunicación abierta con los alumnos. Yo doy clases de computación a niños de primaria y, justamente, creo que la clave es escuchar a los niños qué es lo que están haciendo en línea; eso tiene que saberlo todo el mundo.
FV: Yo lo estoy aplicando desde el punto de vista de esta transformación de inteligencia artificial tan brutal que estamos viviendo. Hemos hecho talleres con papás, docentes y alumnos, y la inteligencia artificial parece como si pensara como un ser humano. Hay que entender que no es así; genera. Le hablas en un idioma o en otro pero la inteligencia artificial no entiende idiomas; tiene una lógica distinta. Lo más importante de esta nueva etapa es la transparencia.
Cualquier actividad que la niña o el niño no sea capaz de compartirla con un papá, la mamá o el docente es para mí un signo de alerta. Si no han visto la serie Adolescencia de Netflix, creo que es tarea para todos los colegios. Mucha gente sigue viendo la inteligencia artificial como si pensara, sin entender la lógica. También como un atajo, un cut and paste o como un Google sobrecargado donde le haces una pregunta y te da una respuesta. No lo ven como un proceso cognitivo emocional de pensamiento crítico. Nosotros hacemos talleres donde hablamos, no con una inteligencia artificial, sino con ocho, como si estuviéramos sentados aquí con seis premios Nobel. Lo último que haríamos sería preguntarle una cosa al premio Nobel, tomar la respuesta e irnos. Tenemos que generar conversación. Creo que estos son principios de esta nueva forma de pensar y entender.
Les pongo una metáfora. Seguro todos han visto el meme de una estación de metro que tiene una escalera eléctrica y una escalera mecánica pintada como un piano. Nosotros tendemos a pensar que la inteligencia artificial es la escalera eléctrica, nos vamos a subir ahí y vamos a hacer menos. Es todo lo contrario. Tenemos que ir por la escalera mecánica y ser mucho más creativos.
EN: En términos de alfabetización digital nos falta un camino enorme. Muchas personas no saben cómo funciona internet, es decir, no saben cómo llega la señal a sus celulares, de dónde viene, cómo están las rutas. Entonces, hablamos de la nube como si no existiera. Hablamos de la generación de tecnología como si viniera de la nada. Viene de materiales, de minerales. Necesitamos generar que las escuelas sean lugares donde se entienda cómo se construye la tecnología desde atrás, no solo cómo se usa. Saber quién hace la información que usa chat GPT y por qué tanta revolución con la inteligencia artificial ahora si la inteligencia artificial lleva años, porque cambió a inteligencia artificial generativa. ¿Qué quiere decir generativo? Que puede generar cosas nuevas que no existían en su base de datos. Así te puedes ir para atrás y para atrás trabajando con los alumnos y con los docentes para saber cómo está la construcción técnica mínima de las cosas que todos usamos todos los días.
FV: Déjame agregar un ejemplo. Encontramos en Finlandia una institución, una empresa, que tenía una premisa muy básica: “hoy tener experiencia puede ser un pasivo, antes era lo mejor que nos podía pasar”. Con esa premisa, están empoderando a jóvenes para generar valor y tener conversaciones relevantes en gobiernos, en empresas. Cambiaron la idea de las prácticas profesionales, como si siempre uno que está haciendo una práctica iba a aprender del adulto. Cambiaron a los jóvenes a enseñarle a los adultos. Estoy en una preparatoria en Querétaro y estamos enseñándoles a los jóvenes a programar agentes de inteligencia artificial para que los presenten como casos. Cuando lo ven los empresarios y el gobierno en Querétaro piensan que es magia; niños de 18 años que están haciendo un agente de inteligencia artificial para generar cien campañas de marketing automatizadas. Si se lo pidieran al gerente de marketing de 30 años de experiencia, no sabría por dónde empezar.
¿Hacia dónde irá la tecnología educativa?
MT: Nos han dado algunos ejemplos de cómo adoptar la tecnología en la práctica común, pero ¿hacia dónde creen que se verá en unos dos a tres años? ¿Qué esperarían ver para bien en la adopción de la tecnología?
EN: Parte de lo que decíamos son esos futuros positivos que tenemos que imaginar. El uso de la inteligencia artificial generativa en la educación genera herramientas muy útiles para temas administrativos. Eso va a seguir creciendo. Habrá muchísimo más uso de los chatbots o Study Buddies, los que te acompañan para ayudarte a estudiar. No te dan la respuesta, pero te van diagnosticando, siguiendo, preguntando. Te van acompañando, o sea, las inteligencias artificiales mejor fabricadas para que no sean solo copy-paste de información, y creo que también se usa mucho en programas en donde ayudan a generar retroalimentación inmediata de los estudiantes. En juegos, hay muchísimo avance en los deportes electrónicos -o eSports-, un fenómeno que en muchos lugares te abre puertas a la universidad y te da becas, para que puedas competir profesionalmente jugando contra otros equipos de otras universidades. Es una forma de motivar, de generar equipo, de poner juegos como Minecraft Edu en la mesa que generan aprendizajes importantes.
En términos de juegos hay muchísimo por hacer porque es una herramienta muy maleable. En términos de tecnología, como de redes sociales, ahí es donde está la tarea más dura para la educación, que es acompañar lo emotivo, lo privado, lo social, lo íntimo. Ahí si me pongo positiva pues las escuelas entrarán para incluir esa sensibilidad que deben tener los chicos para ser ciudadanos digitales.
FV: Antes hablábamos de tecnologías para la información; ya terminó esa época. Ahora son tecnologías para el acompañamiento, inclusive para el relacionamiento. Hay una herramienta que se llama Replika donde niñas y niños tienen conversaciones íntimas con una máquina, mucho más que con un ser humano. Eso es un peligro enorme.
Cuando haces cosas de inteligencia artificial para la educación tienes que pensar de una forma totalmente distinta. La neurociencia, la ética, la transparencia, la prueba y error y la diversidad de opiniones y el cuestionamiento se hacen casi obligatorios. Nosotros llevamos cuatro herramientas, una que es un docente, un académico y un estudiante; otra que genera conversaciones con premios Nobel; otra que es un diseñador instruccional con inteligencia artificial, y, la última, jóvenes que generan agentes.
No podemos dejar atrás a las familias porque muchas veces ellas mismas están siendo ese bloqueo. Por ello, talleres con papás para entender el mundo que van a vivir sus hijos y sus hijas me parece fundamental.