TIC y aprendizaje. ¿Qué dicen las evidencias?
Los numerosos estudios sobre el impacto de las tecnologías en el aprendizaje muestran resultados ambiguos, a veces contradictorios. No existe una clara correspondencia entre inversión tecnológica y resultados de aprendizaje. El propio documento de debate sobre la vía 4 “Aprendizaje y transformación digital”, de la Cumbre sobre la Transformación de la Educación de Naciones Unidas, celebrada el septiembre pasado, considera que “Las tecnologías digitales, y en particular las tecnologías para la conectividad, pueden enriquecer ciertos procesos de aprendizaje y mejorar algunos resultados escolares. Deberían orientarse hacia el apoyo a los derechos humanos, la mejora de las capacidades humanas y la facilitación de la acción colectiva a fin de promover la paz, la justicia y la sostenibilidad. Sin embargo, todavía no hemos descubierto cómo se pueden cumplir plenamente estas numerosas promesas.”
¿Por qué son tan esquivos los resultados? ¿Acaso no sirven las tecnologías digitales para aprender? ¿Qué dicen las evidencias?
No resulta fácil medir el impacto de las tecnologías digitales en el aprendizaje, debido a causas tan diversas como la complejidad de variables del entorno escolar, ligadas al contexto, la lentitud del proceso madurativo del alumnado, la dificultad de identificar algunos beneficios que no están recogidos en los sistemas de evaluación, o el llamado sesgo de confirmación, que tiende a confirmar las hipótesis de partida más que a falsarlas, sobre todo en asuntos novedosos que despiertan entusiasmo, como es el caso de la innovación con tecnologías en la educación.
Si repasamos el caso de la pandemia del COVID-19, el mayor experimento de enseñanza en remoto de la historia, vemos que, en general, las escuelas se adaptaron con rapidez a esta situación sin precedentes, gracias a las enormes inversiones realizadas en infraestructuras y recursos tecnológicos en las últimas décadas. Sin embargo, los resultados de este experimento se alejaron mucho de las expectativas, porque esa gran inversión tecnológica no pudo evitar la grave pérdida educativa para la mayor parte del alumnado que se vio privado de la enseñanza presencial, especialmente el más vulnerable, acompañada por un aumento de las desigualdades educativas.
Los centros fueron ágiles para activar canales digitales, pero lentos para introducir planes didácticos más adecuados a un contexto de confinamiento. Constatamos, pues, que la tecnología digital no fue capaz de cubrir el efecto de la presencialidad y, como consecuencia de ello, no pudo evitar que se ensancharan las brechas digital, social, cultural y de aprendizaje.
Las tecnologías no generan mejoras por sí mismas, pero hacen más visibles las carencias, es decir, pueden ayudarnos a diagnosticar mejor las grietas del sistema. Por tanto, la solución no solo tiene que ver con facilitar el acceso a dispositivos y a internet en la escuela, sino con planificar su uso con objetivos específicos de aprendizaje, bajo un marco pedagógico sólido que los integre y dé coherencia a la intervención educativa. Lo relevante, pues, no es la mera incorporación de tecnologías en la práctica educativa, sino la forma en que se aplican y las metas de aprendizaje que se persiguen.
Pero volvamos a la pregunta del inicio:
¿Qué nos dicen las evidencias sobre el impacto de las TIC en la mejora de la educación?
Existen amplios metaanálisis, rigurosamente elaborados, sobre el impacto de las TIC en la enseñanza y el aprendizaje, tanto en el ámbito macro, de alcance general, como en el micro, más específico y acotado. ¿Qué nos dicen estos estudios? ¿Sirven las TIC para aprender?
Pues depende… Los resultados de ambas aproximaciones, macro y micro, suelen ser divergentes. En general, los estudios masivos encuentran una clara correlación negativa entre el uso del ordenador en la escuela y los resultados en términos de aprendizaje. Estos grandes estudios -como PISA- aportan el valor de una muestra gigantesca, pero no entran en el detalle del uso concreto de las tecnologías. Simplemente correlacionan el cuestionario de contexto con los resultados de las pruebas, sin tener en cuenta la calidad de la práctica docente con las tecnologías ni con las metodologías utilizadas. Como resume con rotundidad Nacho Pozo, «estos análisis muestran que cuanto más se usan las TIC en el aula menos se aprende».
Por el contrario, los estudios con enfoques muy específicos suelen mostrar resultados moderadamente positivos. Estos trabajos encuentran que el uso de tecnologías digitales puede favorecer el logro de las alfabetizaciones clásicas cuando se dirigen a objetivos concretos y se apoyan en estrategias de enseñanza centradas en el alumnado.
¿A qué se debe esta diferencia? Probablemente los estudios realizados en contextos más controlados profundizan más en habilidades blandas y otros logros asociados que no se ven reflejados en los exámenes convencionales. Por su parte, los estudios masivos nos hablan de un uso mayoritario de la tecnología para sustituir lo que se venía haciendo sin ella, y es bien conocido que de la mera sustitución no podemos esperar grandes cambios: sustituir la pizarra tradicional por la interactiva, el libro de papel por el digital, los apuntes fotocopiados por archivos pdf, la clase presencial por la videoconferencia… La clave no está en sustituir lo que ya se venía haciendo, sino en ampliar las posibilidades educativas y llegar donde antes no era posible.
Los metaanálisis destacan la utilidad de las TIC cuando se utilizan para ampliar el alcance de la acción educativa más que para sustituir lo existente. John Hattie constata que las tecnologías pueden tener efectos significativos cuando se utilizan para complementar la enseñanza tradicional y no como alternativa; por ejemplo, para extender la práctica de lo trabajado en la escuela, para que el alumnado pueda ajustar el ritmo de su aprendizaje o para apoyar el trabajo colaborativo.
Las tecnologías digitales no son unas herramientas mágicas que, por el mero hecho de ser aplicadas, impliquen una mejora educativa. Son más bien un gran amplificador, que mejora lo que va bien y empeora lo que está mal. Por ello, antes de implantar tecnologías digitales en la escuela hay que asegurarse de que el sistema esté optimizado. De lo contrario, la tecnología lo volverá mucho más ineficiente y empeorará los resultados.
Algunas recomendaciones para integrar las TIC de forma eficaz en el proyecto educativo
- Aprovechar en la escuela la cultura digital del alumnado, fomentando el pensamiento crítico, la creación, la colaboración y la comunicación. Las TIC son un canal privilegiado para escuchar al alumnado, ayudarlo a comprender la realidad y orientarlo a la acción.
- Diseñar un plan sistemático para reducir la brecha digital, especialmente cuando el acceso a la tecnología esté resuelto. Todos los agentes educativos, y especialmente la escuela, tenemos la responsabilidad de contribuir a la mejora del capital cultural del alumnado más desfavorecido y de sus familias, cuya carencia genera inequidad y dificulta la integración plena en la sociedad.
- Utilizar las TIC para ampliar el alcance de la acción educativa, personalizar la enseñanza y articular una evaluación orientada al aprendizaje, como itinerario de crecimiento personal.
- Priorizar en el alumnado el aprendizaje productivo y creativo frente al reproductivo. No trasladar al espacio digital actividades y tareas convencionales sin una profunda revisión y adaptación.
- Mejorar, mediante las TIC, las conexiones entre la escuela y el mundo exterior, para ampliar los contextos que ofrecen nuevas oportunidades para aprender, potenciar las actuaciones transversales y aprovechar las experiencias ligadas al aprendizaje digital en entornos informales (familia, amigos, redes sociales…) y no formales (actividades de ocio, extraescolares…).
- Por último, construir la competencia digital en un marco de criterios y de valores, bajo la ética del cuidado. Para ello, hay que educar en el uso saludable y responsable de los medios digitales, con especial atención a las redes sociales, por su impacto en la configuración de la identidad del alumnado.
Para saber más:
- Chen, K.; Dorn, E.; Sarakatsannis, J. y Wiesinger, A. (2021). Teacher survey: Learning loss is global— and significant. McKinsey Global Publishing.
- Hattie, J. (2012). Visible Learning for Teachers. Maximizing impact on learning. Routledge.
- Pozo, J.I. (2020). ¡La educación está desnuda! Lo que deberíamos aprender de la escuela confinada. Madrid: SM.