Sobre verdades y mentiras en twitter: un nuevo reto a la educación

23 abril 2018

Hace unos días se publicó en la revista Science un estudio, The spread of true and false news online, llevado a cabo por científicos del MIT, que concluye que las noticias falsas en Twitter se propagan más rápido y llegan a mayores audiencias que las noticias verdaderas.

El estudio, llevado a cabo con datos recogidos entre 2006 y 2017, ha analizado 126.000 historias propagadas por más de 3 millones de usuarios. Es interesante analizar los conceptos en juego en el estudio:

  • Lo primero que hay que destacar es que, a pesar del título del artículo, lo analizado en el estudio no son “noticias” en sentido estricto (y normal) del término, sino que la información examinada incluye cualquier tweet que implique la afirmación de un hecho, lo cual convierte también en “noticias” a los rumores: “Definimos noticia como cualquier historia o afirmación que incluya una aseveración, y rumor como el fenómeno social de una noticia o afirmación expandiéndose o difundiéndose a través de la red de Twitter. Es decir, los rumores son inherentemente sociales e implican el intercambio de afirmaciones entre personas. Noticia, por otro lado, es una afirmación con aseveraciones, ya sea compartida o no”. Por lo que el estudio no trata de noticias, ni siquiera de fake news (como los autores se esfuerzan en puntualizar), sino que abarca todo tipo de contenido e información: leyendas urbanas, disparates, hoaxes, y, también, informaciones con apariencia de noticia que resultan ser falsas.
  • El estudio se centra, por tanto, en lo que denomina “cascadas de rumores” en Twitter: Una “cascada de rumores” empieza en Twitter cuando un usuario hace una afirmación sobre un tema en un tweet, lo que puede incluir texto escrito, fotos, o enlaces a artículos online. Otros usuarios propagan entonces el rumor retuiteándolo. El proceso de difusión de un rumor puede contener una o más cascadas (…)
  • Otra línea fundamental del marco experimental es la manera en la que el algoritmo utilizado deslinda las noticias falsas de las verdaderas: la falsedad de las noticias se estableció a través de 6 organizaciones de fact-checking o verificación de datos. Estos sites, muy establecidos en el mundo anglosajón y que empiezan a abrirse paso en otros países, dedican su actividad a contrastar miles de informaciones de distintas fuentes y a establecer su veracidad o falsedad. El estudio trabajó con 6 de ellas, entre las que encontró un 98% de coincidencia en su clasificación de las historias analizadas.
  • Se han considerado 4 variables para cuantificar el alcance de estas cascadas de rumores:
  • Su “profundidad”, entendida como el número de veces que el tweet original (no sus retweets) es retuiteado por un nuevo usuario único;
  • Su tamaño, entendido como el número de usuarios involucrados en la cascada a lo largo del tiempo,
  • Su alcance o amplitud máximos, el número máximo de usuarios involucrados en un momento dado a lo largo de la expansión del rumor,
  • Y su viralidad estructural, esto es, un valor que señala la diferencia entre una única emisión que alcanza a muchos usuarios (un tweet de Cristiano Ronaldo que nadie retuitea) y otra que se extiende a través de la acción de muchas emisiones de usuarios distintos.

El estudio, dadas estas premisas, concluye que las noticias falsas se propagan mucho más rápido y más lejos que las verdaderas: alcanzan mayores audiencias y mayor profundidad en la red social.

 Entre las variables señaladas anteriormente destaca la viralidad, pues la investigación descubre que la falsedad corre más rápido porque se extiende más fácilmente entre usuarios (se producen más “emisiones” de la falsedad, que se propaga con mayor profundidad), no porque llegue de una vez a más personas. Es decir, los investigadores han refutado la hipótesis de que los creadores y replicadores de las historias falsas tengan más seguidores, tuiteen más y lleven más tiempo en Twitter, lo que daría ventaja a las mentiras. “Cuando comparamos a los usuarios implicados en cascadas de rumores verdaderas y falsas, encontramos que era verdad justo lo contrario en todos los casos. Los usuarios que extienden noticias falsas tenían significativamente menos seguidores, seguían a menos personas, eran significativamente menos activos en Twitter, eran usuarios verificados en menor medida y habían estado en Twitter desde hace menos tiempo. La falsedad se difundía más lejos y más rápido que la verdad a pesar de estas diferencias, no a causa de ellas”.

La realidad es que las mentiras tienen un 70% más de posibilidades de ser retuiteadas que la verdad, independientemente de quién las publique y difunda. Y aquí llegamos a lo interesante, ¿por qué? ¿Qué tiene la mentira que la hace irresistible? 

Nada nuevo bajo el sol

Los investigadores del MIT tienen dos hipótesis, compatibles entre ellas.

La primera, que las historias falsas implican un nivel de “novedad” mucho mayor que las verdaderas. Lo que viene a confirmar sin duda la clásica cita de Max Aitken: es noticia que un hombre muerda a un perro, no que un perro muerda a un hombre. Esto es así porque la novedad “atrae la atención humana, contribuye a la toma de decisiones y promueve el ser compartida porque actualiza nuestro conocimiento sobre el mundo”. El estudio testó la “novedad” de las historias falsas y de las verdaderas en función de distintas variables, y concluye que los rumores falsos eran significativamente más novedosos que los verdaderos según todas las métricas consideradas. Además, los usuarios de Twitter son más proclives a twittear historias falsas probablemente porque las mentiras “son a menudo notablemente distintas de todos los demás tweets aparecidos en el timeline del usuario en los 60 días anteriores a su retweet”, es decir, que destacan sobre el resto de contenidos a los que el usuario está expuesto. Podríamos añadir, también, que las noticias verdaderas son transmitidas por otros muchos medios más tradicionales (periódicos, radio, TV), por lo que la “singularidad” de las falsas se refuerza en Twitter: son distintas a las demás y “solo” se reciben por este medio. Lo que nos lleva a pensar que las noticias verdaderas e “incontestables” podrían estar infrarepresentadas en la red social y por tanto en la muestra del estudio.

La segunda hipótesis, que complementa y refuerza la primera, es que las noticias falsas provocan emociones más intensas (más sorpresa y mayor disgusto). Esto se deduce de analizar las respuestas a los tweets con noticias falsas en base a 8 emociones básicas: enfado, miedo, anticipación, confianza, sorpresa, tristeza, alegría, y disgusto: “Aunque no podemos afirmar que la novedad es la causa de los retweets o que esa novedad es la única razón por la cual las noticias falsas son retuiteadas más a menudo, encontramos que las noticias falsas son más novedosas y que la información novedosa es más proclive a ser retuiteada”. Para terminar, los investigadores del MIT consiguen refutar la idea de que la difusión de noticias falsas a mayor velocidad se debe a la actividad de robots malintencionados, como se sospecha que ocurrió en la campaña de las elecciones presidenciales en EE.UU. Excluyendo del estudio los tweets y retweets difundidos por bots (identificados gracias a tecnologías de discriminación avanzadas), los resultados no se inmutan si se vuelven a incluir: “Concluimos que el comportamiento humano  contribuye más a la diferencia en la difusión de la falsedad y la verdad que los robots automatizados”

Por eso, quizá, conviene recordar que cualquier medio condiciona la información que viaja a su través y que donde debemos concentrar nuestros esfuerzos es en educar ciudadanos capaces de discriminar las fuentes adecuadas para cada tipo de mensaje.

Julia Molano es coordinadora en el área de Tecnología Educativa de SM, máster en negocio Digital por ESADE y cursa sus estudios de doctorado en la Facultad de Filosofía de la UCM. Como profesional del sector edtech ha publicado y traducido numerosos artículos sobre tecnología y educación (5 cosas que aún puedes enseñar a tus alumnos, Las redes sociales en educación, 10 pistas para enseñar pensamiento crítico).