La competencia socioemocional en primaria y secundaria 

29 febrero 2024
La competencia socioemocional tiene un carácter transversal, y debe formar parte de la cultura del centro (img.: iStock).

La LOMLOE aporta un salto cualitativo con respecto a normativas anteriores al situar la competencia socioemocional en el centro de los procesos de aprendizaje y de la convivencia escolar. 

En muchas ocasiones he preguntado a madres y padres que asistían a diferentes cursos de formación para familias qué les gustaría que sus hijos e hijas llevaran en la mochila el día que terminaran su escolarización obligatoria. Respondían a esta versión de andar por casa del perfil de salida diciendo que les encantaría que fueran personas respetuosas, solidarias, empáticas, capaces de detectar situaciones de desigualdad, críticas, comprometidas, constantes, con gusto por aprender, trabajadoras. Las familias valoran mucho el papel de la escuela en la formación de sus hijos e hijas, una formación orientada a resolver con eficacia situaciones de nuestras sociedades y de nuestras relaciones personales. 

Los reales decretos por los que se establece la ordenación y las enseñanzas mínimas de la Educación Primaria y la Educación Secundaria Obligatoria que ha presentado el Ministerio de Educación y Formación Profesional responden a una lógica competencial de organización del currículo. El referente del sistema educativo deben ser los desafíos que vivimos actualmente en nuestra sociedad, y para ello se establecen una serie de competencias que deben adquirir las personas para poder dar respuestas eficaces a esos retos. De esta manera queda conectada la escuela con la vida y el conocimiento que se genera en la escuela se convierte en un aprendizaje funcional, con sentido para todo el alumnado. 

En el corazón de una escuela inclusiva, que aspira a que todo su alumnado aprenda al máximo de sus posibilidades y se generen comunidades vinculadas capaces de enseñar a convivir, se encuentra la competencia clave personal, social y de aprender a aprender. 

Los proyectos de reales decretos están vertebrados por esta lógica competencial que, en el caso de la competencia personal, social y de aprender a aprender, aparece en los fines de la etapa y en los principios pedagógicos cuando se hace alusión a la educación emocional y en valores, la igualdad entre hombres y mujeres, la educación para la paz, al respeto mutuo, la cooperación entre iguales, o cuando destaca aspectos como al desarrollo de un aprendizaje significativo que promueva la autonomía y la reflexión. También queda recogida en los objetivos de etapa: en el proyecto de decreto de primaria ocho de los catorce objetivos de etapa hacen referencia a aspectos relacionados con el desarrollo socioemocional, en el de secundaria son siete de doce. 

Los proyectos de decretos definen la competencia personal, social y de aprender a aprender en el contexto del perfil de salida al término de la educación obligatoria como la capacidad que debe desarrollar el alumnado para promover el autoconocimiento, reflexionar sobre sí mismo, aceptarse y promover un crecimiento personal constante, gestionar el tiempo y la información de forma eficaz, colaborar con otros de forma constructiva; mantener la resiliencia y gestionar el aprendizaje a lo largo de la vida, desarrollar la habilidad de hacer frente a la incertidumbre y la complejidad, adaptarse a los cambios, aprender a aprender, contribuir al propio bienestar físico y emocional, conservar la salud física y mental, y ser capaz de llevar una vida saludable y orientada al futuro, expresar empatía y gestionar los conflictos en un contexto integrador y de apoyo. 

Esta competencia se concreta en varios aspectos que se gradúan para el término de la educación primaria y de la educación secundaria. 

  1. Autoconocimiento y autogestión. Conciencia de las propias emociones, pensamientos y acciones, y autogestión en diferentes contextos para afrontar retos, generar automotivación y constancia para alcanzar objetivos.
  2. Toma de decisiones responsable. En este caso centradas en la salud, en sus dimensiones física y mental, identificando riesgos y promoviendo decisiones que lleven a un estilo de vida saludable.
  3. Conciencia social y habilidades de relación. Conocer, empatizar y valorar a las otras personas, incorporar ese conocimiento a nuestro aprendizaje, trabajar en grupo asumiendo responsabilidades y desplegando estrategias cooperativas.
  4. Aprender a aprender. Potenciar el esfuerzo personal e iniciar procesos de reflexión sobre el propio aprendizaje desarrollando un espíritu crítico. Desarrollar estrategias de planificación del aprendizaje, incorporando procesos metacognitivos de reflexión que generen una progresiva autonomía en el aprendizaje.

El terreno de juego delimitado por estos reales decretos aporta un salto cualitativo con respecto a normativas anteriores y sitúa la competencia socioemocional en el centro de los procesos de aprendizaje y de la convivencia escolar. 

Todas las acciones que se realizan en un centro para conseguir mejorar la convivencia, el bienestar personal o para ayudar al alumnado a adquirir autonomía en sus procesos de aprendizaje deben tener este referente competencial. 

El carácter transversal de esta competencia la sitúa tanto en la cultura de centro como en las políticas representadas en los diferentes documentos como las programaciones didácticas, el Plan de Atención a la diversidad, el Plan de convivencia o el Plan de Acción tutorial, y también en el desarrollo de las diferentes materias que componen el currículo de cada etapa, aspecto que se recoge explícitamente en los dos proyectos de reales decretos 

Las familias que siempre le han pedido a la escuela que las emociones, la dimensión social de sus hijos y la capacidad de adquirir un aprendizaje autónomo estuvieran presentes en la escuela pueden sentirse respaldadas por este marco legislativo. Ahora las Comunidades Autónomas en una segunda instancia y los centros educativos en último término deben incluir en planificación tiempos y espacios para el desarrollo de una dimensión tan importante para garantizar el bienestar y maximizar las posibilidades de aprendizaje de cualquier alumno o alumna, independientemente de su punto de partida, es decir, para garantizar la equidad en una escuela de todas y todos. 

La experiencia de la pandemia nos ofrece una nueva oportunidad para reconectar a la comunidad educativa y para cuidar emocionalmente a todos sus miembros. Si lo conseguimos, tendremos una escuela conectada con las necesidades de su comunidad educativa y un alumnado mucho mejor preparado para afrontar los grandes retos a los que se enfrentan nuestras sociedades. Ojalá sepamos aprovechar el impulso que nos ofrece la LOMLOE. 

 

Para saber más 

  • De Vicente Abad, J. (2021) Convivencia Restaurativa. Madrid: SM