Educar contra la insostenibilidad

20 febrero 2024
Es necesario evitar la banalización del concepto “desarrollo sostenible” y definir lo que entendemos por sostenibilidad. O mejor, lo que entendemos por insostenibilidad, más fácil de identificar y de concretar en propuestas educativas (img.: iStock).

En septiembre de 2022 se celebró en Nueva York, en la Asamblea General de Naciones Unidas, la Cumbre sobre la Transformación de la Educación (TES por sus siglas en inglés), en la que más de 130 países hicieron un llamamiento para reimaginar los sistemas educativos. La Cumbre TES identificó la educación para el desarrollo sostenible y la ciudadanía global como herramientas necesarias para formar a la nueva ciudadanía y abordar los desafíos globales. ¿Se trata de un brindis al sol o puede ser un catalizador de la transformación de la escuela? ¿Cómo lograr que este enfoque produzca una mejora radical de la educación?

La Cumbre TES fue convocada por el secretario general de Naciones Unidas “en respuesta a una crisis mundial de la educación en materia de igualdad, inclusión, calidad y relevancia”, y con el fin desembrar las semillas de transformación de la educación en un mundo de rápida evolución“.

La verdad es que “rápida evolución” no hace justicia al contexto desenfrenado en que nos movemos. Habría que hablar, más bien, de una aceleración permanente, que se ha convertido en una característica distintiva de nuestra época y que, en un mundo tan hiperconectado, acorta los espacios y los tiempos y hace que los sucesos que ocurren en un extremo se propaguen rápidamente hasta el otro, con efectos globales (1).

Por otro lado, es bien conocido que la aceleración se lleva mal con el mundo educativo, donde las cosas necesitan su tiempo para madurar, al ritmo requerido por cada persona y en el espacio protegido y enriquecedor de la escuela. Educar lleva su tiempo. De ahí la fuerte disonancia que existe entre lo que ocurre fuera y dentro de la escuela, y la necesidad imperiosa de reimaginar la educación, hacia futuros más justos y deseables.

El marco de los futuros de la educación

Los participantes en la mencionada cumbre TES trabajaron bajo el marco conceptual del tercer informe global de la UNESCO, “Reimaginar juntos nuestros futuros. Un nuevo contrato social para la educación”, que reclama la necesidad de repensar la educación en este tiempo acelerado: “Nos enfrentamos a una decisión existencial -así comienza el informe– continuar por un camino insostenible o cambiar radicalmente de rumbo.” A partir de las recomendaciones de este informe, desarrollado por la Comisión de los Futuros de la Educación, la Cumbre TES trabajó en cinco vías de acción, que señalan las áreas específicas que requieren una especial atención, como resortes para transformar la educación.

En resumen, estas vías de acción nos recuerdan que la educación es un derecho humano que hay que preservar, y que es necesario transformarla porque las escuelas deben ser lugares seguros y saludables (vía 1), porque hay que garantizar la adquisición de los aprendizajes básicos y promover el desarrollo sostenible (vía 2), porque necesitamos profesionalizar y empoderar al profesorado (vía 3) y aprovechar el potencial de la tecnología en el aprendizaje (vía 4). Y, además, mejorar la financiación (vía 5), porque “cada dólar invertido en educación produce un mayor rendimiento para los individuos, y aún más para la sociedad, que cualquier otra inversión”.

La centralidad de la educación para el desarrollo sostenible

El informe de los Futuros de la Educación y los trabajos de la Cumbre TES se guían por la Agenda 2030, y más concretamente, por el ODS 4: garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad y promover oportunidades de aprendizaje durante toda la vida para todos”. Por educación de calidad debemos entender la definición de la Unesco, aprobada en Incheon, en el Foro Mundial sobre la Educación (2):

  • “La educación de calidad propicia el desarrollo de las competencias, los valores y las actitudes que permiten a los ciudadanos llevar vidas saludables y plenas, tomar decisiones con conocimiento de causa y responder a los desafíos locales y mundiales mediante la educación para el desarrollo sostenible y la educación para la ciudadanía global.” 

La educación para el desarrollo sostenible y la ciudadanía global se identifican como herramientas necesarias para formar a la nueva ciudadanía de cara a abordar los desafíos globales, así como para anticipar futuros deseables. Por ello, no sorprende que la vía 2 de la Cumbre TES lleve por título “Aprendizaje y competencias para la vida, el trabajo y el desarrollo sostenible”. El informe que acompaña a esta vía 2 sostiene que “resulta fundamental un impulso de los ODS en todos los rincones de la sociedad mediante la integración de una educación orientada al desarrollo sostenible en todos los niveles, fundamentándose en un enfoque que englobe a toda la sociedad”. Y para conseguirlo, defiende la necesidad de asegurar los aprendizajes esenciales, de desarrollar competencias para la vida y el trabajo, y de educar para el desarrollo sostenible, que abarca la educación medioambiental y sobre el cambio climático.

Sin embargo, “educación para el desarrollo sostenible” es un concepto confuso, que se presta a interpretaciones diversas e incluso contradictorias. La propia expresión se compone de dos términos enfrentados, casi incompatibles: “desarrollo”, que sugiere crecimiento y, “sostenible”, que indica lo contrario. Así que la suma de los dos términos puede acomodarse a lo que uno prefiera. Esa fácil adaptación a la propia conveniencia explica, sin duda, el éxito de la expresión “desarrollo sostenible”, pero también anticipa su inanidad, porque no compromete a nada. Es evidente que existe un abismo entre la visión de sostenibilidad que ofrece el Green New Deal, un discurso liberal que promete crecimiento con descarbonización de la economía y reducción de la pobreza global, pero que, como afirma Antonio Turiel, no deja de ser una promesa que carece de base científica, y la visión de ecología integral que ofrece la Laudato Sí’ del Papa Francisco, un texto que critica la “cultura del descarte” y nos recuerda que no podremos afrontar la degradación ambiental si no prestamos atención a la degradación humana y social (3).

Se abusa tanto de los conceptos de “sostenibilidad” y “desarrollo sostenible” que se han ido vaciando de significado (4). No hay producto que no lleve alguna etiqueta o certificado ambiental, porque el eco-marketing y el greenwashing ayudan a vender más. Así que compras un producto etiquetado como «neutro en carbono» y su eco-relato te hace creer que estás salvando a los osos polares, cuando probablemente lo que haya hecho el fabricante sea adquirir derechos de emisión de CO2 para seguir produciendo como antes

Afortunadamente, estas prácticas engañosas están cada vez más cuestionadas y perseguidas, para tratar de limitar estos reclamos verdes fraudulentos que se aprovechan de la buena fe de los consumidores. Una reciente directiva europea tratará de reducir el blanqueo ecológico, prohibiendo el uso de etiquetas de sostenibilidad que no estén respaldadas por certificaciones oficiales, como “eco”, “respetuoso con el medio ambiente”, “neutro en carbono” o similares, así como los mensajes sobre el impacto neutro de un producto en el medio ambiente que estén basados en los sistemas de compensación de emisiones.

Una sostenibilidad mal entendida crea falsos espejismos que retrasan la adopción de soluciones eficaces.

Contra el desarrollo insostenible

La educación para la sostenibilidad no puede quedarse en una capa cosmética de mera conveniencia. Tampoco deberíamos delegar las decisiones urgentes en una futurible solución tecnológica. En un libro reciente (5), Douglas Rushkoff critica la mentalidad que confía en que siempre habrá alguna solución tecnológica o de mercado para los grandes problemas sociales y medioambientales creados por el consumismo desaforado / desbocado y el capitalismo extractivista. “Puede que no podamos evitar la catástrofe –decía en una entrevista-, pero podemos elegir cómo nos enfrentamos a ella. ¿Vamos a hacerlo como seres humanos compasivos que se cuidan los unos a los otros, o iremos cada uno por su lado? Eso lo determinará todo. Cuanto más dependamos los unos de los otros, menos cosas tendremos que comprar, menos energía tendremos que gastar, menos esclavos necesitaremos, menos guerras y conflictos generaremos.”

En definitiva, se trata de tener presente nuestra vulnerabilidad y ecodependencia. Por ello es necesario evitar la banalización del concepto y definir lo que entendemos por desarrollo sostenible y sostenibilidad. O mejor, lo que entendemos por insostenibilidad, que es muchísimo más claro. Porque es más fácil de identificar lo que es insostenible, aunque luzca el preciado etiquetado verde.

Todos entendemos que es insostenible (además de un pésimo ejemplo) el desplazamiento en jet privado de muchos de los asistentes a la COP28, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, aunque la finalidad de la cumbre fuera la mejora de la sostenibilidad ambiental. Nos parece, igualmente, insostenible la actividad de una aerolínea que, en lugar de reducir sus emisiones, compra derechos de emisión para compensarlas, invirtiendo en proyectos supuestamente verdes; o la de una compañía de refrescos que enmascara su impacto ambiental con una poderosa campaña de reciclado; o la de una compañía cafetera que justifica su enfoque sostenible en el hecho de que sus cápsulas sean reciclables. Si los cambios son cosméticos y no transforman los procesos principales de una empresa, su actividad seguirá siendo insostenible para el planeta.

El enfoque de "educación contra la insostenibilidad" es más fácil de definir y de concretar en propuestas educativas.

Sin duda, este enfoque antitético -“educación contra la insostenibilidad“- es más fácil de definir y de concretar en propuestas educativas. Para ello necesitamos identificar criterios que permitan educar bajo una cultura del cuidado (de uno mismo, de los otros, del planeta…), desde la convicción de sabernos seres interdependientes y ecodependientes. Una educación que haga compatible la acción individual y colectiva y capacite al alumnado para ser un agente activo de cambio hacia sociedades más justas, equitativas e inclusivas. La ética del cuidado es un ingrediente esencial de este planteamiento.

En resumen, la educación contra la insostenibilidad requiere un enfoque ecosocial (6) que ponga en el centro la relación entre los seres humanos y el entorno y ayude a generar las condiciones adecuadas para que toda la ciudadanía pueda acceder a estilos de vida más saludables y comprometidos con el planeta.

Por otro lado, este planteamiento se abre a una perspectiva más amplia, que recoge miradas desde campos tan diversos como la ecología, la sociología o la economía, pero que también añade planteamientos éticos y espirituales. Se trata del “desarrollo humano sostenible (DHS)“, una propuesta que incide de forma transversal en todas las dimensiones citadas y que aboga por la cooperación y el diálogo intercultural para liderar el cambio de rumbo, en un marco ético (7). Zamora-Polo y sus colaboradores proponen el DHS como base de un paradigma más amplio, que combina la sostenibilidad y la ecología integral, entendida como la forma de mejorar armónicamente las condiciones de vida de los seres humanos (8). A su vez, la ecología integral, según los mismos autores, es el punto de partida para este planteamiento (9): “La relevancia de la ecología integral, que incluye no solo aspectos ambientales, sino también sociológicos, económicos o éticos, puede conducir al paradigma del Desarrollo Humano Sostenible (DHS).”

Referencias

  1. Ian Goldin (2020). Repensar la resiliencia mundial. Finanzas & Desarrollo. International Monetary Fund., septiembre, pp. 5-9.
  2. UNESCO (2015). Educación 2030: Declaración de Incheony Marco de Acción para la realización del Objetivo de Desarrollo Sostenible 4. Recuperado de este enlace.
  3. Papa Francisco (2015). Encíclica Laudato si’ Recuperado de este enlace.
  4. Andreu Escrivà (2023). Contra la sostenibilidad. Ed. Arpa.
  5. Douglas Rushkoff (2023). La supervivencia de los más ricos. Ed. Capitán Swing.
  6. Luis González y Charo Morán (2023). La educación ecosocial en la LOMLOE. En C. Coll, E. Martín y Á. Marchesi (Coord.). Nuevo currículo, nuevos desafíos educativos. Madrid: SM (pp. 537-575). Recuperado de este enlace.
  7. Aznar Mínguet, P., & Barrón Ruiz, Ángela. (2017). El desarrollo humano sostenible: un compromiso educativo. Teoría De La Educación. Revista Interuniversitaria, 29 (1), 25–53; https://doi.org/10.14201/teoredu291253
  8. Zamora-Polo, F.; Sánchez-Martín, J. Teaching for a Better World. Sustainability and Sustainable Development Goals in the Construction of a Change-Maker University. Sustainability 2019, 11(15), 4224; https://doi.org/10.3390/su11154224
  9. Zamora-Polo, F.; Sánchez-Martín, J.; Corrales-Serrano, M.; Espejo-Antúnez, L. (2019). What do university students know about sustainable development goals? A realistic approach to the reception of this UN program amongst the youth population. Sustainability, 11, 3533; https://dx.doi.org/10.3390/su11133533